Carlos Serrano Herrera

¿Peso fuerte?

Al llevar a cabo un análisis de tipo de cambio real entre México y EU, el peso no está particularmente fuerte comparado con lo observado en las dos últimas décadas.

Al escribir estas líneas, el tipo de cambio se ubica en 17.55 pesos por dólar, su nivel más bajo desde mayo de 2016. Este último movimiento de apreciación del peso obedece a la publicación del dato de inflación de abril en Estados Unidos que cayó a 4.9 por ciento. Se trata de un nivel que, si bien es todavía muy elevado con respecto a la meta de 2.0 por ciento, es bastante inferior al pico de 9.1 por ciento observado en junio pasado y que confirma que el proceso desinflacionario está en marcha, reforzando la percepción de que el ciclo de subidas de la Reserva Federal ha concluido. Esta percepción resultó en una depreciación generalizada del dólar.

En lo que va del año, el peso ha ganado un 10 por ciento frente al dólar, como resultado no solamente de depreciaciones generalizadas del dólar, sino a que ha tenido un mejor desempeño relativo frente a otras monedas emergentes. Este comportamiento de la moneda nacional se debe al menos a tres factores.

Primero, en un contexto en el que la mayoría de los países emergentes implementó fuertes expansiones fiscales para hacer frente a la pandemia, México decidió no tener una respuesta fiscal, por lo que nuestras cuentas fiscales lucen menos vulnerables. Con esto no quiero sugerir que se trató de una respuesta de política adecuada: por el contrario, me parece que México tenía espacio fiscal para dedicar recursos públicos a la protección temporal de los grupos más afectados por la contingencia sanitaria.

Segundo, México es un país sin desequilibrios externos, con un moderado déficit de cuenta corriente que estimo cierre este año en alrededor de 1.0 por ciento del PIB, menor al del resto de economías grandes de Latinoamérica y cuyo financiamiento no representa problemas, al grado que no se requieren flujos de portafolio para ello. En buena medida, este bajo déficit de cuenta corriente se explica por el importante crecimiento que han tenido las remesas, lo cual a su vez se explica por la fortaleza del mercado laboral estadounidense.

Tercero, el elevado diferencial de tasas de corto plazo entre México y Estados Unidos, que, ajustando por riesgo, hace de México uno de los países más atractivos para invertir en instrumentos de corto plazo. Lo anterior se ha visto reforzado por el denominado carry trade, una estrategia de inversión en la que inversionistas toman préstamos en una moneda con una relativamente baja tasa de interés para invertirlos en donde se ofrezcan mayores retornos. En lo que va del año la tenencia de Cetes por parte de inversionistas extranjeros ha aumentado en 2 mil 595 millones de dólares, alrededor del doble de las entradas a dichos instrumentos del año pasado.

Ahora bien, ¿el nivel de tipo de cambio actual nos habla de un peso sobreapreciado? Me parece que no. Al respecto, al llevar a cabo un análisis de tipo de cambio real entre México y EU, considerando inflaciones y el tipo de cambio nominal en el tiempo. Al hacerlo, podemos ver que si bien el peso se ha apreciado respecto a su nivel de mayo de 2020 (cuando perdió valor de forma importante ante el entorno de aversión al riesgo e incertidumbre que generó la pandemia), está más depreciado en términos reales que prácticamente todo el periodo 2000-2015. Es decir, el peso no está particularmente fuerte comparado con lo observado en las dos últimas décadas.

¿Qué esperar del tipo de cambio hacia delante? Si bien es una variable muy difícil de predecir, creo que lo más probable es que el mejor desempeño frente a otras monedas emergentes siga, aunque pudiendo depreciarse un poco y terminar el año en niveles en torno a los 18.50. Esto debido a que el diferencial de tasas entre México y EU se reducirá ligeramente (creo que Banxico ya no subirá la tasa en la reunión de la semana próxima y que el ciclo de bajadas comenzará antes). Por otro lado, siempre existen riesgos: una caída significativa en los precios del petróleo, un conflicto en el seno del T-MEC o el surgimiento de un candidato a la presidencia con propuestas que impliquen el desanclaje de equilibrios macroeconómicos, podrían resultar en depreciaciones mucho mayores.

El autor es economista en jefe de BBVA México.

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