En días pasados la Secretaría de Economía dio a conocer la cifra preliminar de inversión extranjera directa (IED) que entró al país durante el primer trimestre de este año. Se trata de un buen dato: 18 mil 636 millones de dólares. En México, desde hace tiempo, la IED puede financiar por sí misma el déficit de cuenta corriente, aún en el escenario en que los flujos de portafolio desaparecieran. Los montos relativamente elevados de IED son uno de los factores que explican que México tenga estabilidad en las cuentas externas y sea menos vulnerable a eventos de volatilidad en flujos de portafolio de lo que era en el pasado o de lo que son otros países emergentes.
El monto de IED recibido en el primer trimestre compara favorablemente con el mismo periodo del año pasado en el que se registraron entradas por 19 mil 428 millones de dólares (utilizo también la cifra preliminar con fines de comparabilidad). En México el dato de IED se ajusta siempre al alza a medida que se incorpora la información de empresas que tardan en reportar sus cifras de inversión: el dato del primer trimestre del año pasado terminó siendo de 22 mil 794 millones de dólares y seguramente el correspondiente al primer trimestre de este año será mayor al reportado hace unos días. Sin embargo, conviene tener presente que, en 2022, se registraron dos operaciones atípicas que podemos considerar como de una sola vez: la capitalización de Aeroméxico por parte de inversionistas extranjeros, y la fusión entre Televisa y Univisión. Si excluimos estas dos operaciones, la IED del primer trimestre de 2022 hubiese sido de 12 mil 553 millones de dólares. Es decir, la IED captada entre enero y marzo de 2023, ajustando por las transacciones atípicas, excede en 48 por ciento a la recibida en el mismo periodo del año anterior. Como mencioné, se trata de una buena noticia.
Varios analistas aseveran que esto es resultado de que el país está captando mayor inversión debido al fenómeno de la relocalización o nearshoring. Me parece que se debe analizar el dato con mayor detalle. En primer lugar, se debe tener cautela al derivar conclusiones y anticipar tendencias de una sola observación. Si revisamos el comportamiento de la IED en los últimos años, veremos que, al cierre de 2022, ésta no había superado los niveles captados antes de que iniciara esta administración. Si bien es cierto que el movimiento de relocalización está cobrando más fuerza recientemente, hay que considerar que éste empezó al menos desde 2017 a la par de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Por tanto, hasta el momento es difícil afirmar que el nearshoring haya significado un cambio estructural en el comportamiento de la IED que recibe México. Un ejemplo de un país que sí ha tenido un cambio estructural a raíz de este fenómeno de nearshoring ha sido Vietnam, cuya IED se ha duplicado en los últimos cinco años.
Otro factor a considerar en el dato de IED correspondiente al primer trimestre de este año es que 90 por ciento se explica por reinversión de utilidades. Esto, desde luego es una noticia positiva: las empresas extranjeras que ya operan en México, al reinvertir utilidades muestran que tienen confianza en el país. Puede ser también que parte de esta inversión se explique por nearshoring: se reinvierte en el país para aumentar la producción de bienes exportables y aprovechar la disminución en la cuota de mercado que tiene China en Estados Unidos. Pero la otra cara de la moneda es que solamente 10 por ciento de la IED corresponde a nuevas inversiones. En el periodo enero-marzo captaron 932 millones de dólares que, frente a los mil 949 millones (ajustando por operaciones atípicas) recibidos en el mismo periodo del año pasado, representan una caída de 47 por ciento en las nuevas inversiones directas. Es decir, el nearshoring no ha implicado, hasta ahora, un cambio significativo en cuanto a la capacidad del país de atraer nuevas inversiones. Como he señalado antes, para ello se requeriría de un viraje en la política energética y de lanzar mayores señales de certidumbre que dejen claro que México es un país en el que se respetan los contratos y no se cambian las reglas del juego a mitad del partido. Si esto no ocurre, se desaprovechará la oportunidad que nos presenta la relocalización.
El autor es economista en jefe de BBVA México.