En su reunión de la semana pasada, la Reserva Federal de Estados Unidos (la Fed), decidió, por segunda ocasión consecutiva, mantener la tasa de política monetaria sin cambios. Es de destacar que el presidente Jerome Powell dejó claro que queda abierta la puerta para más subidas, pero me parece que lo más relevante de la reunión es que el tono cambió a uno menos restrictivo, que indica que esas subidas son poco probables. En particular, Powell mencionó que el riesgo de hacer de más, es decir, subir las tasas más de lo necesario, está ahora balanceado con el riesgo de hacer menos.
La baja probabilidad de más alzas se refuerza en el hecho de que en los últimos meses las tasas de largo plazo han aumentado de forma considerable, apretando así las condiciones financieras: en mayo la tasa del bono del Tesoro de diez años era de 3.3 por ciento mientras que en octubre casi llegó a 5.0 por ciento, su nivel más alto en los últimos 10 años, aunque en los últimos días parte de este aumento se ha revertido para ubicarse actualmente en 4.5 por ciento. Estos aumentos le “hacen la tarea” a la Fed, haciendo menos necesarias subidas adicionales pues las mayores tasas de largo plazo encarecen el crédito a familias y empresas, disminuyendo así las presiones inflacionarias. Por ejemplo, las tasas hipotecarias que hace año y medio estaban por debajo de 3.0 por ciento ahora están en alrededor de 8.0 por ciento.
El viernes pasado, un día después del anuncio de la Fed, se dio a conocer el reporte de empleo de Estados Unidos correspondiente al mes de octubre, donde se señala que en ese mes se crearon 150 mil empleos, la mitad que el mes anterior y la menor cifra desde junio. Por su parte, la tasa de desempleo, si bien sigue relativamente baja, subió a 3.9 por ciento desde el 3.6 por ciento de hace unos pocos meses. Este dato indica que el mercado laboral, que hace un año estaba en niveles de apretamiento históricamente altos, se está enfriando de forma gradual, lo que también hace menos necesarias subidas de tasas adicionales.
Por su parte, la inflación sigue en un proceso de convergencia hacia menores niveles. Cierto, la inflación general tuvo en octubre un repunte pasando de 3.0 en junio a 3.7 por ciento en septiembre, pero esto se explica por aumentos en precios de energéticos. Lo relevante es que la inflación subyacente, que constituye un mejor indicador de la tendencia futura al excluir los elementos más volátiles (alimentos y energéticos), sigue y seguirá bajando y a medida en que los precios de alquiler de vivienda, que es el componente que explica en gran medida la desviación de la inflación respecto al objetivo, sigan cediendo. Las expectativas de inflación de mediano plazo están bien ancladas.
En adición, hay que considerar que la política monetaria actúa con rezagos. Las empresas, por ejemplo, todavía no sienten todo el efecto de las tasas largas, pues tomaron montos elevados de créditos cuando las tasas estaban en niveles históricamente bajos y en su mayoría todavía no ha tenido que refinanciarlos a las más elevadas tasas que hoy se observan. Por su parte, las familias han podido amortiguar el efecto de las mayores tasas debido a los altos niveles de ahorro que acumularon como resultado de las medidas de aislamiento social y gracias a los apoyos fiscales que recibieron. Este ahorro, sin embargo, se extinguirá hacía el año próximo y las familias comenzarán a sentir más el efecto de las mayores tasas, incrementando la efectividad de las medidas de política monetaria ya implementadas.
Por lo anterior, en BBVA México pensamos que el ciclo de subidas de tasas en Estados Unidos ha llegado a su fin y que en mayo próximo comenzará un gradual ciclo de bajadas. Ello implicará que las tasas a nivel global también empezarán a caer, lo cual también ocurrirá en México.
El autor es economista en jefe de BBVA México