El gobierno recientemente anunció que el año próximo el salario mínimo aumentará 20 por ciento. Distintos analistas han reaccionado argumentando que se trata de una medida desafortunada. Discrepo.
Algunos dicen que los aumentos al salario mínimo afectan al empleo. Si es el caso, ¿cómo explicar el que desde 2016 el salario mínimo se haya incrementado en 84 por ciento y que la tasa de desempleo esté ahora en 2.6 por ciento, su nivel más bajo en dos décadas? Los que sostienen que los aumentos al salario mínimo contraen la oferta laboral deberían al menos explicar este hecho. Se podría decir que, si bien no ha aumentado el desempleo, un efecto del alza del salario mínimo podría ser un mayor nivel de informalidad, pero lo que se observa es que, si bien sigue en niveles inaceptablemente altos, la informalidad ha bajado en el periodo en cuestión, de 57 a 55 por ciento. Esto, a pesar del referido aumento del 84 por ciento del salario mínimo.
También se afirma que la medida puede afectar a empresas pequeñas a las que les costará más pagar el salario mínimo y no así a las grandes compañías que pueden hacerlo sin mayor problema. Ahora bien, que esto ocurriera sería beneficioso para la economía: es deseable que el empleo se mueva desde empresas pequeñas e improductivas hacia empresas de mayor escala y productividad. Ello aumentaría la tasa de crecimiento de la economía.
Desde luego, en primer lugar hay que lograr condiciones para que las pequeñas se vuelvan más productivas. Aquí la clave es que cada vez más empresas pequeñas se vuelvan formales. Para ello es necesario una mejor aplicación de la Ley, una política de reducción del uso de efectivo y considerar implementar un sistema de seguridad universal.
Desde luego que en ciertas circunstancias un aumento al salario mínimo puede causar desempleo, particularmente en el caso en mercados laborales competitivos. Pero cuando hay fallas de mercado, y el contexto es de mercados laborales monopsónicos o poco competidos, el resultado es un nivel salarial menor al que equilibraría la oferta y demanda laboral de haber mayor competencia. En ese caso aumentar el salario mínimo resulta en un mejor equilibrio para la economía sin afectaciones al empleo.
Más aún, en estos escenarios, aumentar el salario mínimo resulta en mayor crecimiento de la economía, ya que se impulsa el mercado doméstico, como ha ocurrido en México, donde la masa salarial real ha crecido en los últimos cinco años cerca de 40 por ciento, siendo esta una de las causas de los considerables aumentos en el consumo.
Un trabajo empírico mostrando que aumentos en el salario mínimo no causan incrementos en el desempleo en algunos estados de Estados Unidos fue una de las razones que le merecieron el Premio Nobel de Economía hace dos años a David Card. El problema de quienes afirman que aumentar el salario mínimo causa desempleo es que se quedan en el nivel básico de análisis del primer curso de la carrera de economía.
Debido a que a menudo los mercados laborales presentan fallas de mercado y son poco competidos, es que más de 90 por ciento de los países en el mundo han instaurado salarios mínimos. El de México, con todo y los aumentos recientes, no es particularmente alto y está por debajo, por ejemplo, del de muchos países de Latinoamérica como Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, Guatemala o Paraguay. Aun con los aumentos de los últimos 8 años, el salario mínimo en México está, en términos reales, 56 por ciento por debajo del nivel que tenía en 1976.
Quienes dicen que es inaceptable que el salario mínimo no se mueva en concordancia con la productividad, parecen olvidar que dicho salario tuvo caídas espectaculares en términos reales que no fueron acompañadas por caídas de esa magnitud en la productividad. El hecho de que México tenga un salario mínimo menor al de muchas economías de América Latina, sugiere que los niveles actuales no le restarán competitividad al país de cara al proceso de relocalización o nearshoring.
Creo que todavía había espacio para que se diera el más reciente aumento del salario mínimo. Los siguientes años habrá que tener cuidado en no dar aumentos tan grandes que lo ubiquen por encima del nivel de equilibrio que tendría en un mercado competitivo. Todavía no estamos ahí. Finalmente, en el análisis siempre hay que considerar que salarios dignos, además de ser éticamente correctos, crean externalidades positivas para la sociedad.
El autor es economista en jefe de BBVA México