Carlos Serrano Herrera

Claroscuros de la inversión en México

El hecho de que parte de la inversión se explique por las obras insignia del gobierno no constituye una buena señal en términos de la sostenibilidad del aumento en la inversión.

La inversión fija bruta en México creció 19.5 por ciento en 2023 con respecto al año anterior. Se trata, sin duda, de un sólido crecimiento. Desde 1993, año en que inicia la serie del INEGI para medir esta variable, no se observaba una tasa de crecimiento tan alta. Con esta alza, la inversión como porcentaje del PIB se ubicó en alrededor de 25 por ciento, después de estar por varios años debajo del 20 por ciento.

Esto es positivo, pues para que la economía crezca por encima de las insuficientes tasas que hemos visto en los últimos cuarenta años, se requieren mayores niveles de inversión: si se lograra mantener la inversión como porcentaje del PIB alrededor de este nivel de 25 por ciento, México crecería significativamente por encima del 2 por ciento en que –en promedio– lo ha hecho en el referido periodo.

Si analizamos por componentes, vemos que en 2023 la construcción creció 20.8 por ciento, impulsada fundamentalmente por la construcción no residencial que creció a una impresionante tasa de 39.2 por ciento, mientras que la residencial solamente aumentó en 1.8 por ciento. Este comportamiento es similar a lo sucedido a lo largo de esta administración donde, con los datos al cierre de 2023, la construcción no residencial se encuentra 51 por ciento por encima del nivel que tenía al cierre del sexenio pasado, mientras que la construcción residencial está 21 por ciento por debajo de lo observado en aquel entonces.

Estos datos constituyen una señal de preocupación pues nos hablan de que el avance en la construcción se ha dado en el segmento no residencial y fundamentalmente en la construcción del sector público: del crecimiento en los últimos cinco años, la mayoría, en términos porcentuales, ha sido realizado por el gobierno y corresponde en gran medida a las obras insignia de este gobierno: la refinería, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía. Y esto preocupa, pues se trata de obras que no contribuirán a aumentar la capacidad de crecimiento del país.

Creo que en adelante sería bueno que el país cuente con una entidad que realice estudios de impacto que produzcan análisis de costo-beneficio, incluyendo estudios de impacto ambiental, de cada proyecto de infraestructura, de tal forma que se emprendan proyectos que tengan beneficios sociales netos y que no se lleven a cabo por directivos políticos de corto plazo.

Por su parte, el otro componente relevante, la inversión en maquinaria y equipo creció 18.5 por ciento en 2023 estando el sector privado detrás de la gran mayoría de este rubro. En principio, estas altas tasas de crecimiento deben ser una buena noticia y en gran medida lo son. Parte de esta inversión se explica porque el sector privado está actuando en respuesta al fenómeno del nearshoring, ampliando su capacidad productiva para ganar cuota de mercado en Estados Unidos en un contexto en el que China la pierde.

Pero la inversión privada en maquinaria y equipo, en parte, también está explicada por las obras insignia de esta administración: el gobierno contrata empresas privadas para la construcción de estas obras y estas tienen que adquirir maquinaria para realizarlas.

El hecho de que parte de la inversión se explique por las obras insignia no constituye una buena señal en términos de la sostenibilidad del aumento en la inversión pues, de acuerdo con la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, ya se ha ejercido el presupuesto destinado a completar casi en su totalidad y –como mencioné arriba– no parece que vayan a contribuir significativamente a expandir el potencial de la economía.

De hecho, ya a finales del año anterior la inversión se comenzó a desacelerar de forma considerable a medida que se reducía el presupuesto destinado a las obras insignia. Y no solamente se desaceleró la construcción, sino también la inversión en maquinaria y equipo, lo que refuerza la tesis de que parte de ésta se explicaba por las citadas obras. De esta forma, lo más probable es que este año y el próximo la inversión en el país disminuya y se aproxime más a los niveles del pasado reciente en alrededor de 20 por ciento del PIB.

Para que tengamos de manera sostenida altos niveles de crecimiento e inversión es necesario fortalecer el Estado de derecho, lanzando señales de que los contratos se respetan y que las reglas del juego no cambian a mitad del partido, así como promover las energías renovables (particularmente la electricidad), aspecto altamente sensible en el contexto del nearshoring.

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