El autor es economista en jefe de BBVA México .
Desde la llegada del coronavirus a México, Banxico ha reducido la tasa de política monetaria en dos puntos porcentuales, llevándola de 7.0 por ciento al nivel actual de 5.0 por ciento. El Banco Central todavía puede bajarla al menos otros dos puntos porcentuales y llevarla a 3 por ciento sin que ello represente un riesgo para la inflación.
Es cierto que la inflación ha mostrado un alto nivel de volatilidad desde que comenzó la crisis económica derivada de la pandemia: en febrero era de 3.7 por ciento, en abril bajó a 2.15 y en junio fue de 3.3 por ciento. Esta volatilidad obedece principalmente a dos factores: i) la elevada fluctuación observada en este periodo en los precios de la gasolina explicada por el comportamiento en los precios internacionales del petróleo, que pasaron de niveles por encima de 63 dólares por barril (dpb) a principios de año, a menos de 20 dpb, para recuperarse a más de 40 dpb en los últimos días, y ii) a algunos cuellos de botella en la distribución de alimentos debido a las medidas de distanciamiento social. Ambos factores constituyen choques de oferta ante los que la política monetaria no debe de reaccionar. Es posible que también veamos cierto nivel de traspaso del tipo de cambio a los precios de algunas mercancías importadas —será un traspaso limitado debido a la debilidad de la demanda. Siempre y cuando esto no se traduzca en un aumento en las expectativas inflacionarias (las cuales permanecen bien ancladas), la política monetaria tampoco debería de modificarse. De hecho, esta es una de las bondades de un régimen de tipo de cambio flexible: ante un choque económico negativo una depreciación hace que los bienes importados sean más caros en relación a los producidos domésticamente.
En el mundo, la crisis derivada de la pandemia ha sido una en la que se han dado contracciones significativas tanto en la demanda agregada (personas que no salen a consumir, familias que ven disminuidos sus ingresos, empresas que ante la incertidumbre invierten menos) como en la oferta agregada (fábricas y negocios cerrados). A partir de ahora ésta se convertirá en una crisis de demanda agregada pues la oferta se está recuperando más rápido (las fábricas empiezan a abrir, pero producen menos que antes debido a la menor demanda por sus productos). Eso se traducirá en menos presiones inflacionarias. Debemos además recordar que en México la crisis llegó en un momento en que la economía ya estaba en recesión (tres trimestres consecutivos con crecimiento negativo) por lo que el punto de partida ya presentaba condiciones de holgura importantes que se irán ampliando de forma significativa. Eso quiere decir que en esta crisis la inflación estará controlada.
En un contexto en que la inflación no será un problema y en el que veremos la contracción más grande de al menos los últimos cien años, el Banco de México debe relajar todavía más su política monetaria. Ello le dará un alivio a empresas y familias pues resultará en una reducción en sus cargas financieras. La mayoría de los créditos empresariales están denominados en tasas variables de corto plazo, por lo que las reducciones en la tasa de referencia traen una disminución en el servicio financiero de los mismos. Además, menores tasas de interés le permitirán al gobierno federal colocar deuda —cosa que tendrá que hacer aun si insiste en no tener una respuesta fiscal a la crisis— en mejores condiciones.
Un elemento que también da espacio a Banxico para seguir reduciendo tasas es el que la Reserva Federal de Estados Unidos haya bajado las tasas de interés a cero y además haya realizado las más amplias inyecciones de liquidez en la historia. Hoy el diferencial de tasas entre México y Estados Unidos (cinco por ciento) está en niveles muy elevados de acuerdo a la historia reciente (en tiempos normales es de alrededor de dos por ciento).
En 2009, en el contexto de la crisis financiera global, el Banco de México bajó la tasa de referencia desde 8.25 a 4.5 por ciento. En aquella ocasión la inflación era más elevada (osciló entre 6.5 y 5.0 por ciento y estaba claramente fuera del intervalo objetivo; la recesión fue menor a la que seguramente veremos en este año (la caída del Producto será al menos el doble), la Reserva Federal actuó de forma menos decisiva y las expectativas inflacionarias estaban menos ancladas. El Banco de México tiene mucho más margen de maniobra en esta crisis que en aquella. No debe de desaprovecharlo.