El autor es economista en jefe de BBVA México .
En los últimos días, como resultado de la publicación del documento 'La nueva política económica en tiempos del coronavirus', en el país se ha desatado una discusión acerca de si el crecimiento económico debe ser un objetivo de la política económica y una medida adecuada del desarrollo y el bienestar. Creo que es una discusión de la más alta relevancia.
Me parece que el crecimiento económico no debe de ser una medida única del desarrollo y el bienestar de la población. Es posible que un país tenga altas tasas de crecimiento, pero que solamente una minoría se beneficie del mismo y que, por tanto, el crecimiento se acompañe de una mayor desigualdad. También podemos tener el caso de que el crecimiento económico resulte en deterioros del medio ambiente. Por tanto, el crecimiento no debe de ser un criterio único para medir el progreso de una sociedad ni la única meta de la política económica. Entre otros objetivos y métricas deben de figurar la disminución de la pobreza y de la desigualdad, la sostenibilidad ambiental, el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la mortalidad infantil.
Por otra parte, la evidencia nos muestra que para conseguir objetivos como los mencionados, y por tanto una sociedad más justa, con igualdad de oportunidades de modo que todos tengan posibilidades de desarrollar su potencial, es necesario tener crecimiento económico. No hay un solo país de los que hoy se definen como desarrollados que haya logrado tal estatus sin antes tener periodos prolongados de alto crecimiento económico. Esto incluye a los países nórdicos que tienen los mayores niveles de desarrollo y de equidad en el mundo. Un país que ya haya logrado niveles altos de desarrollo ya no necesita de tasas altas de crecimiento para seguir dando altos niveles de bienestar a sus ciudadanos. Pero para convertirse en desarrollado, un país tiene que crecer.
Nunca en la historia de la humanidad han dejado atrás la pobreza tantos cientos de millones de personas como en los últimos veinte años. Esto ha sido resultado, principalmente, de que dos países —India y China— hayan logrado tener durante este lapso tasas de crecimiento muy altas (muy superiores a las que México ha tenido en las últimas dos décadas). No existe política social alguna que hubiese logrado sacar a tantas personas de la pobreza como lo fue el alto crecimiento económico de estas dos naciones.
La evidencia también nos muestra que para lograr una mayor igualdad de oportunidades entre los ciudadanos de un país es necesario que el Estado provea a la población de educación y salud de calidad, así como de infraestructura básica. Todo esto requiere de recursos fiscales, lo cual significa un Estado fuerte y para ello se necesita crecimiento económico: no hay Estados fuertes y eficientes en países pobres.
Por tanto, y ante la evidencia histórica, creo que se debe reconocer que el crecimiento económico es una condición necesaria más no suficiente para alcanzar las metas de un mayor desarrollo y de una sociedad más plena y más justa. No hay duda: hay que combatir la pobreza y la desigualdad, mejorar el medio ambiente, tener buena educación y salud. Pero también hay que buscar crecer mucho más. Desafortunadamente no hay recetas únicas ni mágicas para lograr tasas de crecimiento altas y sostenidas. Pero sí sabemos que algunos elementos son fundamentales: fomentar la inversión, Estado de derecho y certeza jurídica, respeto a la propiedad privada, limitar la participación del gobierno en la actividad económica y proveer de seguridad a la ciudadanía.
Creo que la pandemia está dejando claro que somos un país con grandes limitaciones y carencias, en la que una gran parte de la población no tiene ahorros para enfrentar una contingencia, ni cuenta con mecanismos de seguro de desempleo, ni tiene acceso a salud y educación de calidad. Se debe aprovechar la coyuntura para cambiar el contrato social y construir una sociedad más justa. Y también se deben sentar las bases para lograr tasas mucho mayores de crecimiento. Sin crecimiento no tendremos ni desarrollo, ni prosperidad, ni igualdad ni justicia. El crecimiento y el desarrollo no son sustitutos; son complementos.