Opinión Carlos Serrano Herrera

El liberalismo económico es compatible con la lucha contra la desigualdad

Se puede ser liberal y progresista o de izquierda al mismo tiempo. El capitalismo es más eficiente mientras más competencia exista y la igualdad de oportunidades genera más competencia.

El autor es economista en Jefe de BBVA México .

Es común el siguiente argumento: el liberalismo económico puede generar más riqueza, pero también resulta en una mayor desigualdad, por lo que no debe ser el camino a seguir. Existe la falsa noción, arraigada entre muchos partidos de izquierda, de que la economía de mercado no puede convivir con políticas redistributivas. Se trata de una falsa disyuntiva. El liberalismo económico no es un modelo que necesariamente implique renunciar a la búsqueda de una sociedad más justa.

Por liberalismo económico se entiende un sistema en que la asignación de recursos no la dicta el Estado, sino el mercado mediante las señales que constituyen el sistema de precios. Un sistema que fomenta la competencia económica, en el que el respeto a la propiedad privada es un valor incuestionable, en el que se tienen reglas del juego claras y donde los contratos se respetan. Es cierto que un sistema económico con estas características puede resultar en equilibrios con altos niveles de desigualdad, tanto de oportunidades como de resultados. Pero también es cierto que en una economía de mercado se pueden adoptar mecanismos de redistribución del ingreso, sobre todo a través de la política fiscal, de tal suerte que se logre aminorar la desigualdad de resultados y se construyan sistemas de educación y de salud de calidad, que reduzcan la desigualdad de oportunidades.

Se puede ser liberal −hoy liberal y más todavía neoliberal son términos peyorativos− y progresista o de izquierda al mismo tiempo. No es un oxímoron. Por el contrario, el capitalismo es más eficiente mientras más competencia exista y la igualdad de oportunidades genera más competencia: hay más talento compitiendo en el mercado laboral y en el sector empresarial. Los mercados más competidos generan mayores niveles salariales y, por tanto, menos desigualdad entre los trabajadores y los dueños del capital. Es decir, el capitalismo es más exitoso en condiciones de mayor igualdad, especialmente de oportunidades y es más igualitario entre más exitoso sea.

Algunas de las economías más exitosas del mundo como Noruega, Dinamarca y Suecia tienen sistemas fundamentados en el liberalismo económico, combinando altos niveles de ingreso y sociedades igualitarias. Por el contrario, hay países en donde la asignación de recursos se decide centralmente desde el gobierno o en donde algunos sectores operan con monopolios de Estado y que tienen altos niveles de desigualdad, como Venezuela y Nicaragua. También hay países con economías basadas en el mercado y mucha desigualdad, como Estados Unidos, o que se ostentan como de libre mercado cuando en realidad son 'economías de cuates' como lamentablemente ocurre en casi toda Latinoamérica. Es decir, la economía de mercado no implica equidad, pero su ausencia tampoco la garantiza.

Hay que tener cuidado. Una política económica sin mecanismos de regulación y basada en principios de laissez faire no implica tener un sistema basado en el mercado y en la libre competencia. No intervenir y no regular a menudo significa proteger el statu quo, es decir, a oligopolistas y a cuates. Un sistema de mercado eficiente necesita reglas que deben ser diseñadas por el Estado. El propio Adam Smith, padre del liberalismo económico, así lo reconocía en tanto que sostenía que hay industrias, como la financiera, que deben de ser reguladas. Un capitalismo eficiente necesita autoridades de competencia fuertes y con dientes. De lo contrario se puede tener una economía basada en oligopolios ineficientes. Como sostiene el economista de la Universidad de Chicago, Luigi Zingales, no es lo mismo ser proempresa a ser promercado.

México podría (y debería) aspirar a ser una economía de mercado, eficiente y progresista.

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