En el país se están creando menos empleos formales de los que se creaban en años recientes y eso es preocupante. En años recientes la tasa de crecimiento del empleo formal era superior al 4 por ciento mientras que a mayo de este año el ritmo bajó a 2.5 por ciento. En el periodo de enero a mayo de este año se generaron 303 mil empleos, mientras que en el mismo periodo del año anterior la cifra equivalente fue de 489 mil. Es decir, en los primeros cinco meses del año se han creado 38 por ciento menos empleos en comparación al año anterior.
Es cierto que la tasa de desempleo ha estado estable y se mantiene en niveles bajos: a mayo esta tasa fue de 3.4 por ciento, muy similar a la observada en la última década. Pero la tasa de desempleo dice muy poco acerca de las condiciones del mercado laboral. Esto se debe al gran tamaño del sector informal del país. Más de la mitad de la población económicamente activa es informal. Pero esta no es una situación deseable. Los empleos informales son peor pagados, menos productivos y no ofrecen la protección de la seguridad social (planes de pensiones, indemnizaciones, acceso a la salud, entre otros). Además, un trabajador informal difícilmente puede acceder a distintos tipos de crédito como los de nómina o los hipotecarios. La informalidad está altamente correlacionada con la baja bancarización.
¿A qué se debe este menor ritmo de creación de empleos formales? Una primera hipótesis es que la nueva administración no continuó con los esfuerzos de formalización que se llevaban a cabo en el gobierno anterior. Pero al observar la tasa de formalización (es decir empleos informales que se transforman a formales), que se puede inferir con los datos de la Encuesta Nacional de Empleo, vemos que ésta ha sido muy similar. La tasa de formalización en el primer trimestre de 2019 fue de 5.4 por ciento mientras que la del último trimestre del año anterior fue de 5.7 por ciento y la del primer trimestre de 2018 fue de 5.9 por ciento. Sí hay una caída en el ritmo de formalización de empleos, pero es marginal y no puede explicar el significativamente menor ritmo de creación de empleos.
Me parece entonces que lo que estamos observando es una disminución cíclica en el empleo y que se explica fundamentalmente por el estancamiento en la inversión, que a su vez se explica por la incertidumbre en torno a la relación comercial con Estados Unidos -no sabemos si el T-MEC será aprobado en el Congreso de ese país y tampoco sabemos si la amenaza arancelaria del presidente Donald Trump se materializará, y también por la incertidumbre acerca del rumbo que tomarán las políticas económicas en el actual gobierno. En menor medida la desaceleración en el empleo también se explica por la caída en la actividad manufacturera en el país, que obedece a la desaceleración de dicha actividad a nivel mundial y en particular en Estados Unidos.
Hay quien sostiene que en realidad el mercado laboral está fortaleciéndose debido al crecimiento del programa Jóvenes Construyendo el Futuro, y que los más de 700 mil beneficiarios del programa deberían adicionarse a la tasa de creación de empleos formales. Creo que este argumento no tiene ninguna validez. Creo que el programa es una buena idea, pero que habrá que determinar su eficiencia cuando podamos medir la tasa de absorción de esos jóvenes al mercado laboral, es decir, cuántos de ellos lograrán quedarse en los lugares en los que están capacitándose o tener un empleo formal.
Pero un programa de formación de un año, sin salario por parte del empleador (todo el apoyo lo paga el gobierno), no puede considerarse un empleo. No cumpliría con las definiciones de empleo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Se trata de un programa de becarios, que bien implementado podría dar buenos resultados.
Por lo que es necesario crear mayor certidumbre hacia los inversionistas para que se pueden generar más empleos.