Opinión Carlos Serrano Herrera

Sistema financiero mexicano, resiliente ante la crisis

La solidez del sistema bancario permitirá que el crédito fluya a medida que se recupere la demanda y que surjan proyectos de inversión rentables.

Carlos Serrano Herrera

El autor es economista en jefe de BBVA México .

La pandemia resultó en una contracción en la economía del país como no se veía desde al menos cien años; con base en datos preliminares, sabemos que en 2020 la economía mexicana cayó 8.5 por ciento. En crisis pasadas (1976, 1982, 1994) además de la caída en la economía, se dieron severas disrupciones en variables financieras que dificultaron la posterior recuperación: depreciación de la moneda, inflación y tasas de interés muy elevadas y problemas de solvencia en el sistema bancario. En esta ocasión esto será diferente.

En primer lugar, porque el origen de esta crisis no fue el sistema financiero, como sí lo fue, en parte, en 1994 o como fue el caso en la crisis financiera global en distintos países. Las crisis que tienen su génesis en el sistema financiero suelen ser más duraderas al presentar círculos viciosos en los que los problemas de la banca significan una contracción del crédito hacia el sector real, deteriorando los balances de empresas y familias, a su vez agravando más la situación de los bancos. Son espirales muy complicadas de detener.

En esta ocasión, el sistema bancario mexicano entró a esta crisis en una situación de fortaleza, en buena medida gracias a las lecciones aprendidas en la crisis de 1994 que se reflejaron en un mejor marco regulatorio y en mejores prácticas de riesgos por parte de las instituciones. A finales de 2019, el índice de suficiencia de capital, medido bajo los estrictos estándares del marco de Basilea 3 era de 16 por ciento, muy por encima del mínimo requerido de 10.5 por ciento. Sin embargo, hoy, la banca está todavía más fuerte presentando niveles de capitalización de 17.4 por ciento luego de que varias instituciones realizaron inyecciones de capital y redujeron los perfiles de riesgo de su cartera. De acuerdo a pruebas de estrés que hemos realizado en BBVA México, aún si la cartera vencida llegara a los niveles más altos observados en los últimos diez años (un escenario extremo que no esperamos atestiguar), las reservas del sistema bancario serían suficientes para hacer frente a la situación sin tener que reducir la base de capital.

Otro elemento observado en crisis pasadas fueron las importantes salidas de capital que resultaban en disrupciones significativas en los mercados financieros. Esto ocurría cuando inversionistas extranjeros vendían (o intentaban vender) sus posiciones en bonos emitidos por el gobierno mexicano y, ante la falta de demanda local, se daban caídas importantes en sus precios y, por tanto, aumentos en las tasas de interés. En esta ocasión, ante el aumento significativo en la aversión al riesgo, se volvió a dar un episodio de salida de capitales de México al igual que en la mayoría de los países emergentes. La tenencia de bonos gubernamentales de largo plazo se redujo en 15 por ciento; una salida de capitales de alrededor de 15 mil millones de dólares. Sin embargo, esta vez no se dieron disrupciones en dichos instrumentos al existir una importante demanda local por ellos: la banca en México adquirió un monto casi igual al que vendieron los extranjeros. Esto fue posible gracias a los sólidos balances bancarios, pero también a que la estabilidad macroeconómica alcanzada hace ya dos décadas, ha permitido al gobierno mexicano emitir instrumentos denominados en moneda nacional y a largo plazo lo cual los hace atractivos para la banca nacional, situación opuesta a la de 1994 cuando la mayoría de la deuda se denominaba en dólares y era de corto plazo.

La solidez del sistema bancario permitirá que el crédito fluya a medida que se recupere la demanda y que surjan proyectos de inversión rentables. Eso ayudará a la recuperación de la economía. Finalmente, la credibilidad que ha ganado el Banco Central después de un cuarto de siglo de autonomía ha resultado en una inflación baja que le ha permitido bajar las tasas de interés, facilitando la demanda de crédito.

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