Economía Política

Libros y lectura: celebración y crisis

En 2023 el porcentaje de personas alfabetas de más de 18 años que lee es 68.5 por ciento, 12.3 puntos porcentuales menos que en 2016.

Esta semana inició la edición 37 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara. Que la FIL se acerque a las cuatro décadas, que sea referencia a escala global, que secciones y suplementos culturales de Iberoamérica la cubran a detalle, que congregue a centenas de editores, a miles de escritores y comentaristas, todo organizado por una universidad pública, la de Guadalajara, debe ser motivo de celebración y orgullo. Además, que el gobierno de Jalisco haya dejado atrás rencillas hacia la Universidad que en nada justificaban el desprecio a la fiesta de la lectura y la letra impresa es, este año, una buena noticia.

Pero la FIL es sólo un oasis en medio de una árida crisis de la industria editorial mexicana, que se debe a la añeja insuficiencia de lectores y que se ve agravada por recientes decisiones del gobierno en contra de las poco más de 220 editoriales que subsisten en el país.

México tiene escasos lectores y el número mengua. El INEGI publica cada año los resultados de la encuesta Módulo sobre Lectura (MOLEC). El panorama es desolador porque empeora: en 2023 el porcentaje de personas alfabetas de más de 18 años que lee es 68.5 por ciento, 12.3 puntos porcentuales menos que en 2016.

Ningún tipo de material de lectura es mayoritario. Son minorías las que leen libros (40.8 por ciento), acuden a internet (37.7 por ciento), consultan revistas (23.6 por ciento), periódicos (18.5 por ciento) u hojean historietas (6.1 por ciento).

Los datos revelan que hay más mujeres no lectoras (34.3 por ciento) que hombres (28.3 por ciento), y que el hábito de la lectura decrece con la edad: mientras entre los 18 y los 34 años el 80 por ciento lee algo, entre los de 65 y más años el porcentaje cae a 60 por ciento. Como es obvio, los más jóvenes leen con más frecuencia foros en internet (63 por ciento) que los mayores (10.6 por ciento).

Son pocos los lectores de libros y, para mal, leen cada vez menos ejemplares: mientras en 2016 se leían 3.8 libros en promedio al año, en 2023 sólo 3.4. El 45 por ciento lee por entretenimiento, 27 por ciento por trabajo o estudio, 19 por ciento por cultura general y 9.0 por ciento por religión.

A pesar de las dificultades económicas, no parece que el costo de los materiales impresos sea el principal obstáculo para leer: 62 por ciento de los lectores accede a libros gratuitos y 71 por ciento a revistas sin costo.

Por su parte, la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) brinda cifras alarmantes del estado de salud de este mercado. Mientras en 2018 se elaboraron en México 134.8 millones de libros, para 2021 —último año disponible— sólo 89.1 millones: una caída de 34 por ciento. La producción en términos monetarios pasó de 3 mil 242 millones de pesos en 2018 a 2 mil 126 millones en 2021: una reducción también de 34 por ciento. De esa magnitud es la crisis: en los primeros tres años del sexenio la producción editorial del país se encogió un tercio.

Por el lado de los ingresos, en 2021 se vendieron 99.2 millones de ejemplares, incluyendo libros importados, por un total de 9 mil 119 millones de pesos. Los libros de educación básica representaron 50.4 por ciento del volumen y 46.8 por ciento del monto de ventas. Como ocurre en otros países, la industria editorial depende en buena medida de los libros para uso escolar: gracias a esos ingresos las editoriales pueden arriesgar en otros proyectos, publicar a autores no conocidos, diversificar e incrementar la oferta cultural.

Pero el gobierno emitió en agosto de este 2023 un decreto para que las editoriales privadas dejen de ofrecer libros con contenidos de enseñanza secundaria a la Secretaría de Educación Pública (SEP), como sucedía desde hace más de 25 años. La mecánica era ésta: educadores y libreros diseñaban materiales por cada materia, los presentaban ante una convocatoria de la SEP y los maestros escogían los materiales para sus alumnos. Eso permitió que en 2021 se produjeran y distribuyeran 38 millones de libros por mil 488 millones de pesos, que significaron el 16 por ciento del ingreso de la industria.

De forma unilateral, sin explicación, el gobierno cerró esa puerta en una apuesta por la estatización sin sentido, cercenando la riqueza y diversidad de los materiales educativos en las secundarias públicas y dañando la viabilidad de la industria editorial. Otro campo donde este gobierno deja un territorio arrasado por la arbitrariedad, la improvisación y la negligencia. Nada qué celebrar.

El autor es economista y profesor de la UNAM.

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