Contraviniendo a la Constitución, que prohíbe al gobierno hacerse propaganda durante las campañas electorales, la Presidencia de la República publicó el 22 de abril en su cuenta en X (antes Twitter): “México alcanzó la tasa de desempleo más baja de su historia y también, la más baja a nivel mundial”, de 2.5 por ciento, y añadió: “97.5% de la población en edad de trabajar, cuenta con un empleo digno” (se respeta la puntuación original, con comas puestas al tuntún). La primera cifra puede ser engañosa, mientras que la segunda es falsa del todo.
Los datos del mercado de trabajo los mide con precisión el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) a través de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).
La tasa de desempleo es el resultado de estimar el número de personas desempleadas entre el total de la Población Económicamente Activa (PEA), que está constituida por ocupados y desocupados.
¿Quién cuenta como un ocupado? La persona que respondió que trabajó al menos una hora la semana anterior a la encuesta del INEGI. Entonces, ocupados son todos los trabajadores que tienen un empleo formal, pero también los millones de informales que laboran en tianguis y mercados sobre ruedas, así como en changarros. Con esa medición, México ha tenido históricamente una tasa de desempleo muy baja frente a otros países, sobre todo respecto a los desarrollados, que además suelen contar con seguro de desempleo, lo cual hace más visible a la población que perdió su empleo.
Ahora bien, ¿qué es un desocupado? La persona que quiere trabajar, busca activamente empleo y no lo encuentra, pero que no realiza actividades informales de superviencia en lo que halla una ocupación. Un dato que revela por qué la tasa de desempleo puede ser engañosa en México es que 55 por ciento de los desocupados tiene estudios medio superiores o superiores, mientras que sólo el 4 por ciento tiene primaria incompleta y 9 por ciento primaria completa. ¿Quiere decir que entre más se estudia peor le va a la gente en el mercado de trabajo? No, indica que quienes cuentan con más escolaridad son los que pueden estar más tiempo en búsqueda de empleo porque tienen ahorros o respaldo familiar, sin dedicarse a actividades precarias para hacerse del sustento diario. Como me enseñaron en la Facultad de Economía: “aparecer en la estadística como desempleado en México es un lujo que muy pocos pueden darse”.
Por las características estructurales de nuestra economía, a diferencia de países con predominio de empleo formal y mejores salarios, la tasa de desempleo no es el mejor indicador para revelar el desequilibrio en el mercado laboral o la mala utilización de la fuerza de trabajo en México. Por eso el INEGI publica tasas adicionales, como la de subocupación (quienes trabajan pero desean laborar más horas sin conseguirlo), que es de 6.5 por ciento. Si se suma a la de desempleo, se tiene a 9 por ciento de los trabajadores. O la tasa de condiciones críticas de la ocupación (situación de empleo inadecuada por tiempo de trabajo e ingresos), que afecta a más de uno de cada tres trabajadores (35.6 por ciento).
Vayamos al desmentido: es falso que el 97.5 por ciento de la población en edad de trabajar labore. La población en edad de trabajar son los habitantes de 15 años y más: 100.8 millones. Involucra a la PEA (61 millones) y a la Población No Económicamente Activa (39.8 millones), que se conforma por quienes no participan en el mercado laboral (estudiantes de tiempo completo, amas de casa, jubilados, personas con discapacidad) y por tanto no son ocupados ni desempleados.
El gobierno afirma que 97.5 por ciento de la población en edad de trabajar tiene “empleo digno”: ello daría 98.28 millones de trabajadores. Pero el total de ocupados que reporta INEGI es de 59.4 millones de personas, casi 39 millones menos de los que pretende el gobierno. No entendieron: el 97.5 por ciento son los ocupados (59.4 millones) sobre la PEA (61 millones), no sobre la población en edad de trabajar. Eso muestra que en la Presidencia ignoran los conceptos básicos y las estadísticas sobre el empleo.
La segunda mentira es que casi todos los que trabajan tengan un empleo digno: 32.4 millones de trabajadores están en la informalidad (55.4 por ciento) y 37 de cada 100 trabajadores se encuentran en pobreza laboral, pues no ganan lo necesario para cubrir la canasta alimentaria de su hogar.
Esa es la realidad. Desde la Presidencia se miente otra vez.