Economía Política

Mala economía, ¿con buena política económica?

La política fiscal restrictiva implica cada vez peores niveles de inversión pública, lastra el crecimiento y, encima, vuelve al país menos atractivo para la nueva inversión externa.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su Estudio económico de 2024, expone que la región está inmersa en una trampa de bajo crecimiento. En ese panorama, México muestra un desempeño económico peor al promedio: mientras se prevé una reducción en el incremento del PIB latinoamericano en 2024 de 0.3 por ciento frente a 2023, para México será de menos 1.3 por ciento; el horizonte sombrío se extiende hacia 2025: Latinoamérica crecería 2.3 por ciento y México sólo 1.4 por ciento.

Las cifras del INEGI confirman que la economía venía mal (aun antes de la reforma judicial y de la burda confrontación de López Obrador con Estados Unidos): el PIB creció sólo 1.4 por ciento anual en el primer semestre del año, por lo que en 2024 se crecerá menos de dos puntos y este sexenio concluirá como el más mediocre en generación de riqueza en décadas.

La paradoja es que a pesar de la contundente evidencia de que la economía mexicana no despega y no genera suficiente empleo ni bienestar, no se cuestione la política económica.

En un país polarizado y en pleno año electoral, si algo estuvo ajeno a la controversia política, fue la economía y su manejo. ¿De verdad la mala marcha de la economía puede ser ajena a las principales políticas macroeconómicas, la monetaria del Banco de México y la fiscal de Hacienda? No en mi opinión. Veamos.

La actual disminución de la actividad tiene un componente muy delicado: la contracción de la industria manufacturera, el sector más moderno e innovador, que representa el 20 por ciento del PIB y el 90 por ciento de las exportaciones. Los análisis económicos de BBVA advierten una reducción anual de la producción manufacturera de 2.7 por ciento para el mes de julio. Dicha contracción inició en noviembre anterior y se agudiza.

Por otra parte, se registró una caída de las exportaciones no petroleras de 4.4 por ciento en el primer semestre de 2024, que no se corresponde con la expansión lenta, pero ampliación al fin, de la actividad manufacturera en Estados Unidos.

Cae el sector más moderno de la economía mexicana, que produce el grueso de los llamados bienes comerciables, los exportables.

Y aquí cabe la pregunta, ¿tiene algo que ver el “superpeso” de 2023 y la mitad de 2024 con la mala racha de las manufacturas? Una moneda que se revalúa encarece los productos nacionales en el exterior, afecta a sus exportaciones y genera incentivos para desplazar la inversión hacia otras ramas. La política cambiaria y la monetaria sí tienen efectos sobre los sectores productivos. Así, la sobrevaluación del peso no favoreció a las actividades manufactureras.

Por otra parte, la Inversión Extranjera Directa (IED) nueva no está llegando al país. A pesar del anuncio la semana anterior de un récord en el primer semestre de 2024 de los flujos de IED, un análisis más detallado muestra, como el que hizo en estas páginas Víctor Piz (21-08-24), que el 97.4 por cierto correspondió a reinversiones, o sea a utilidades de accionistas extranjeros que no se sacaron de México. En cambio, sólo 2.9 por ciento de la IED consiste en nuevas inversiones de empresas con participación extranjera, la cifra más baja desde 2014.

Aquí entra la política fiscal: la inversión pública se encuentra en un muy pobre nivel, en 2023 apenas alcanzó 2.8 por ciento del PIB cuando en 2010 era 4.5 por ciento. En el sector eléctrico, es de sólo de 0.1 por ciento. Además, datos de la Secretaría de Hacienda registran una caída en la inversión física del sector público presupuestario de 28.6 por ciento para junio de 2024 frente al año previo.

La pregunta en este caso es, ¿cómo va a concretar México el tan anunciado nearshoring si mantiene severos cuellos de botella en infraestructura y, en particular, en la ampliación de la capacidad de generación de energía eléctrica en nuestro territorio? La política fiscal restrictiva —salvo para aceitar maquinarias electorales—, que implica cada vez peores niveles de inversión pública, lastra el crecimiento y, encima, vuelve al país menos atractivo para la nueva inversión externa.

Es tiempo de reconocer que cuando la economía real tiene tan mediocre desempeño, la política económica no puede considerarse atinada.

PD: la autonomía de las instituciones autónomas se ejerce o se pierde. Mi reconocimiento a la congruencia de Martín Faz, Dania Ravel, Jaime Rivera y Claudia Zavala, quienes en un INE bajo asedio sí defendieron el valor del voto ciudadano y la democracia.

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