La llegada del mes de diciembre trae consigo la mejor y mayor fiesta cultural de México: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Se espera que esta semana 850 mil personas recorran los pasillos y salones de la expo para honrar a autores, editores, distribuidores y a los lectores mismos.
Pero la feria, lamentablemente, no puede ocultar la crisis de la lectura y de la industria editorial en nuestro país. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a través de su estudio “Módulo sobre lectura”, da cuenta de que solo el 69.6 por ciento de la población alfabeta de 18 años y más leyó algo en el último año, lo que significa una caída de 14.6 por ciento respecto a 2015 y una disminución de 6.8 por ciento frente a 2018.
El porcentaje de mujeres lectoras en la última década disminuyó de 81.9 a 69.3 por ciento (menos 12.6 por ciento) y el de hombres de 87.6 a 69.9 por ciento (una reducción de 17.7 por ciento), así que se cierra la brecha de género, pero hacia la ignorancia. En 2015, casi la mitad de la población aún leía periódicos (49.4 por ciento) y ahora ni una quinta parte lo hace (17.8 por ciento). Algo similar ocurre con los lectores de revistas, que pasaron de 47.2 a 21.7 por ciento. Y quienes leen libros son apenas el 41.8 por ciento, cuando en 2015 eran 50.2 por ciento.
Además, la cuenta satélite de la cultura en México, del mismo INEGI, da cuenta de un desplome de 8.5 por ciento, en 2023 frente al año previo, de las actividades económicas vinculadas con libros, impresiones y prensa. Para hacerse una idea de la magnitud del tropiezo, baste decir que es equivalente a la contracción que sufrió la economía mexicana en 2020 a causa de la pandemia y de la mala política para encararla.
Entre 2022 y 2023, de acuerdo con el informe que presentó ayer la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), la producción de libros en México tuvo una caída de 23.6 por ciento, casi la cuarta parte en apenas un año. Los ejemplares vendidos el año pasado fueron 22.4 por ciento menos que en 2022. Esas cifras revelan una crisis profunda, que lo es más porque pasa desapercibida en la deliberación pública.
El desplome económico de la industria editorial tiene causas bien identificables. La más grave es la decisión de la Secretaría de Educación Pública de extinguir la adquisición de libros elaborados por editoriales independientes para las secundarias públicas. Mientras en 2022 el sector privado produjo 37 millones de libros para el programa de libros de texto gratuitos para secundarias, en 2023 fueron solo 8 millones, es decir, se dejaron de elaborar ocho libros de cada diez que se hacían el año previo. Los libros infantiles, juveniles y didácticos vieron caer sus ventas en 90 por ciento el año pasado.
En 2018, antes de que Morena llegara al poder, el sector privado de la industria editorial mexicana producía 134.8 millones de ejemplares de libros y en 2023 generó 79.5 millones, es decir, 55.3 millones menos, una disminución de 41 por ciento.
La economía mexicana necesita de una enérgica política industrial para recuperar el crecimiento. Una de las máximas del neoliberalismo fue que la mejor política industrial era no tener política industrial. En el campo editorial, los gobiernos de Morena adoptaron ese dogma de fe: al cancelar la compra de libros para secundaria —en los que participaban científicos, pedagogos, ilustradores, diseñadores, editores, etcétera— se extinguió el último vestigio de política pública hacia la industria del libro. Que todo lo resuelva el mercado, un mercado, además, en franco declive como muestran las cifras de hábitos de lectura.
En otros países, como España, donde sí hay una política de respaldo a los editores porque entran a las escuelas, las empresas se expanden. Mientras, en México, nos volvemos cada día más importadores: si en 2018 se adquiría el 5 por ciento de libros del extranjero, en 2023 importamos más del doble, el 13 por ciento. Con la política de asfixia de la SEP hacia los editores nacionales, las transnacionales del libro en español tienen una magnífica ayuda. Aunque en el discurso nuestras autoridades sean hispanofóbicas, con sus decisiones de política económica favorecen a las editoriales de ese país en demérito de editores, autores y libreros mexicanos.
A este paso, con tristeza, parafraseando a García Márquez, diremos que “en este pueblo no hay lectores”. A esa tarea se empeña, sin disimulo, nuestro gobierno.