Hace un año la realidad con que empezaba 2019, tenía base en la transición y los pronósticos del inicio del nuevo ciclo inmobiliario.
La Ciudad de México (CDMX) y todo lo que ocurrió meses después con la política restrictiva y revisión de nuevos proyectos por parte de autoridades, cambió definitivo la percepción con que muchos había visto la expansión en el mercado inmobiliario más importante del país.
En ese momento se planteó que la inclusión y participación ciudadana, serían el eje del futuro del desarrollo inmobiliario. Los rumores sobre los cambios de territorios se veían como un impasse en las nuevas reglas urbanas.
Al poco tiempo, se materializaron los temores con sellos de clausura y suspensión de actividades, procesos legales hasta ahora inconclusos en casos tan relevantes como el que vivió el proyecto Mitikah de Fibra Uno al sur de la Ciudad.
En consecuencia, la inversión cambió de territorio y se observó un crecimiento de proyectos en mercados como Guadalajara, Querétaro, Tijuana, Monterrey y otros que empiezan a representar un verdadero reto urbano y de movilidad para las administraciones públicas.
Un factor complementario de los cambios, es indiscutiblemente el reacomodo que han vivido nichos como el negocio inmobiliario turístico, el retail y el mercado industrial. En cada caso, desarrolladores y los fondos de inversión encontraron la manera de aprovechar las oportunidades al desconcentrarse la actividad en la CDMX.
Ante este escenario cambiante de nuevo surge la pregunta de qué depara al real estate el 2020. Desde luego, que el mercado continuará su avance, pero serán clave la política monetaria, la evolución de las tasas de interés, el crecimiento económico y la solidez con que el gobierno de continuidad a la dirección del desarrollo urbano, de comunidades y el plan de infraestructura para conectar lo que la expansión inmobiliaria requiere como apoyo.
Importante será también la consolidación con que nuevos actores en el negocio mantengan su desarrollo. Nos referimos al crecimiento de nuevos inquilinos de espacios flexibles en el mercado corporativo, las empresas de retail para la logística de sus ventas online, la colocación de cuartos de hotel y otras opciones de alojamiento vía plataformas tecnológicas, espacios colaborativos de trabajo e incluso nuevos usuarios de espacios de vivienda.
Todo en conjunto es el mapa que siguen inversionistas, desarrolladores y usuarios de inmuebles de distintos tipos que buscarán hacer rendir sus inversiones y aprovechar las oportunidades de compra.
El real estate mexicano ha dejado de ser un negocio sólo patrimonial, ahora convive con vehículos de inversión y fondos globales que buscan dónde colocar el recurso que levantan para favorecer el rendimiento de sus inversionistas.
En conclusión, no se trata de un escenario de crisis tácito, sino el de una forma distinta de entender el mercado inmobiliario. Quienes logren hacer una lectura asertiva de las oportunidades, podrán sembrar en el año que está por iniciar los cimientos de su expansión. ¡Bienvenido seas 2020!
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