El regreso a clases se ha colocado como uno de los grandes retos que enfrenta la sociedad mexicana, en condiciones normales significaría un gran estímulo para la economía. Sin embargo, ante la persistencia de la pandemia, el peligro de los contagios ha motivado la incertidumbre entre las familias, cuestionando a la medida como aventurada. Analicemos qué sucede en el resto del mundo. De acuerdo con datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), el número de países en donde las escuelas han permanecido cerradas desde marzo de 2020 son catorce, nueve de los cuáles se encuentran en América Latina, afectando a 98 millones de niños. Las otras regiones afectadas ha sido el sur de Asia con 37 millones de niños y el sudeste asiático que ha afectado a 25 millones de niños.
El cierre de escuelas ha tenido consecuencias devastadoras para el aprendizaje y el bienestar de los niños. Los niños más vulnerables y los que no pueden acceder al aprendizaje a distancia, corren un mayor riesgo de no regresar nunca al aula e incluso de verse obligados a ingresar a la informalidad. Según los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), más de 888 millones de niños en todo el mundo siguen sufriendo interrupciones en su educación debido al cierre total y parcial de las escuelas.
La mayoría de los niños de todo el mundo consideran que sus escuelas son un lugar donde pueden interactuar con sus compañeros, buscar apoyo, acceder a servicios de salud. Para muchos niños la escuela es donde pueden ser vacunados y en ocasiones obtener una comida nutritiva.
Cuanto más tiempo permanezcan cerradas las escuelas, más tiempo los niños están aislados de estos elementos críticos para su desarrollo. El retorno a clases no deberá ser como si regresarán simplemente de unas largas vacaciones, necesitarán apoyo para reajustarse y ponerse al día con su aprendizaje. Los planes de reapertura escolar deben incorporar esfuerzos para recuperar la educación perdida de los niños y atender los efectos emocionales que han tenido que vivir en este periodo de aislamiento forzado, que en algunos casos fue un encierro agradable; sin embargo, para la mayoría ha sido un encierro de angustia, dadas las carencias que enfrentan los hogares a lo largo del país, y que como lo documenta la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) han tenido que enfrentarse a la pérdida de ingresos de sus padres y con ello han tenido que vivir más de cerca los efectos de la pobreza.
UNICEF insta a los gobiernos a dar prioridad a las necesidades únicas de cada estudiante, con servicios integrales que cubran el aprendizaje correctivo, la salud y la nutrición, y las medidas de protección y salud mental en las escuelas para apoyar el desarrollo y el bienestar de los niños y adolescentes. Se requiere de un gran esfuerzo de todos los sectores, no se puede concebir que el proceso se haga depender únicamente de las autoridades educativas, es un gran esfuerzo de reconstrucción social, es buscar empatar a los niños con el proceso que vivían antes de la pandemia, para esto se requiere de un gran esfuerzo nacional, no corresponde sólo al sector público esta reconstrucción, sino que es un esfuerzo que requieren participar los empresarios, los sindicatos y todas las fuerzas sociales, lo que está en juego no es simplemente que regresen a clases nuestros niños, sino que lo hagan en una forma digna y adecuada.
Las instituciones de educación superior públicas como la UNAM, el Politécnico Nacional, las universidades estatales, todas ellas incluyendo a las privadas, deberían de formar brigadas por la educación para apoyar este regreso a clase. Los estudiantes de psicología, pedagogía, medicina, contadores, economistas, ingenieros, deberían encabezar estas brigadas. Es momento de una gran movilización de la sociedad para recuperar lo que la pandemia nos ha quitado. Si este esfuerzo no se realiza, lo que estamos arriesgando es la trayectoria de largo plazo de nuestro país, que se puede resumir en el denominado PIB potencial de la economía, el cual se determina por la contribución que hace la productividad de los factores a este esfuerzo, en este caso son los grupos de la población con escolaridad media y alta los que más contribuyeron al crecimiento de la productividad en el periodo 1990 a 2019. Si no atendemos la recuperación de los daños que han sufridos los niños de educación básica y secundaria como estratégica, estaremos comprometiendo el futuro del país. Obviamente que se trata de garantizar un mayor presupuesto para este objetivo, pero lo que debe quedar claro es que se trata de una movilización nacional para rescatar al capital humano que es el activo más valioso con que cuenta un país. El reto está ahí, esperemos que todas las fuerzas sociales lo asuman y contribuyan a esta recuperación de nuestro capital humano por el bien de la nación.