El envío a la Cámara de Diputados de la iniciativa para reformar al sector eléctrico requiere de un debate nacional, no es una reforma más, ya que implica definiciones estratégicas para el país. Este sector ha sido punto de debates a lo largo de su historia, el 14 de agosto de 1937, el presidente Lázaro Cárdenas decretó la creación de la Comisión Federal de Electricidad para organizar y dirigir un sistema eléctrico nacional de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica. En ese entonces la población del país era de apenas 18 millones, de los cuales solamente 38 por ciento, es decir 7 millones, contaba con energía eléctrica. A partir de ese momento el país inició un proyecto que buscaba responder a los intereses generales de la nación, produciendo, transmitiendo y distribuyendo energía eléctrica a un costo accesible para todos los mexicanos. Estos proyectos comenzaron a beneficiar a más sectores de la población, en el campo posibilitó el bombeo de agua de riego, en las ciudades permitió la instalación del alumbrado público.
La creación de la CFE no anuló la existencia de empresas privadas que coexistieron hasta que en 1958 el presidente Adolfo López Mateos decretó la nacionalización de la industria eléctrica, en donde subsistió como empresa pública la compañía de Luz y Fuerza del Centro. En este proceso el movimiento sindical liderado por Rafael Galván se comprometió con la expansión de la industria eléctrica en una visión de futuro. Las turbulencias fueron permanentes y no se resolvieron de la mejor manera, ya que en 2009 en un acto de autoridad sin mediar discusión Felipe Calderón dispuso la extinción de la compañía de Luz y Fuerza del Centro para ser absorbida por la CFE.
En 2013 la administración de Peña Nieto propuso una reforma para permitir la apertura de la inversión privada en la generación y comercialización de energía eléctrica. Esta reforma constitucional alentó la construcción de nuevas plantas para vender su energía al mercado eléctrico mayorista, a suministradores o usuarios calificados. Esto alentó la construcción de una mayor capacidad de generación de electricidad de fuentes no tradicionales, convirtiendo a México en el segundo país de América Latina con mayor capacidad de generación de energía eléctrica.
¿Cuál fue el cambio en las fuentes generadoras de energía entre 2013 y 2020? El gas natural se mantuvo como principal fuente de generación de energía eléctrica en el país con 59.81 por ciento de la generación logrando reducir el petróleo de 16 al 11 por ciento, al carbón de 10.6 por ciento a 4.2 por ciento, elevando la participación de la energía eólica de 1.5 a 6.4 por ciento, la solar de 0.04 a 3.4 por ciento, y otras renovables permanecieron en 2.5 por ciento. En tanto, las energías de las que es responsable la CFE disminuyeron: la hidroeléctrica de 9.9 a 8.8 por ciento y la nuclear de 4 a 3.7 por ciento. Estas cifras muestran que gracias a la coinversión que se realizó en el sector, México pudo cambiar su patrón de generación de energía eléctrica de forma sustantiva reduciendo los gases de efecto invernadero tal como se plantea en el acuerdo para el cambio climático. En esta perspectiva lo que se requiere es alentar a la construcción de mayores fuentes de energía alternativa con el fin de reducir los efectos negativos sobre el medio ambiente.
La propuesta de ley que se ha enviado para debate a la Cámara de Diputados busca limitar la participación del sector privado en la generación de energía eléctrica, con el fin de que la CFE se convierta en el agente preponderante de generación de electricidad, desalentando la inversión privada. El mecanismo es poner topes a la participación del sector privado, lo cual parece absurdo, cuando en realidad lo que el país requiere es más inversión. Los países europeos han impulsado la inversión en energía con lo cual han logrado una transformación que les permite generar electricidad por energías más limpias. Dinamarca genera 60 por ciento a través de energía eólica y energía solar; Alemania una tercera parte; Canadá, nuestro socio del TMEC. 61 por ciento lo genera a través de hidroelectricidad. En cambio, las grandes economías del mundo como Estados Unidos utilizan exceso de gas y carbón. En esta perspectiva la aspiración de México debería ser la de fijar metas para acercarnos más al modelo europeo, para lo cual se requiere de un esquema de inversión conjunta público–privada. Lo que se ve en el mundo es la convivencia de diferentes fuentes de energía, en donde se combinan las fuentes de abastecimiento, no recargando todo en una sola empresa. Se requiere de mucha inversión para cumplir con los compromisos de la Agenda 2030, parece absurdo que se busque limitar la inversión en el sector, la tarea es planificar para los próximos 50 años en forma conjunta. Esperamos que los legisladores entiendan el reto que tienen frente a sí y realicen un debate informado y meditado que aliente a un esfuerzo público–privado para dejar a las generaciones del futuro un país con energías limpias. Es un reto, esperamos que las fuerzas políticas entiendan el punto del debate y no se dejen marear por el canto de las sirenas.