El lunes pasado Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional, señaló que “la economía mundial es como un barco en aguas agitadas”, lo que ha llevado a que esta institución reduzca las perspectivas de crecimiento global de 3.2 por ciento a 2.9 por ciento para 2023, mencionando que los riesgos de recesión están aumentado, incluso mencionando que en las economías más grandes se podría dar episodios de contracción en uno o dos trimestres, con un aumento de precios, señalando la posible aparición de la temida estanflación. En esta perspectiva de menor crecimiento señaló la necesidad de instrumentar políticas que atiendan a los más vulnerables, que se evite dar reducciones de impuestos generalizados, señaló que no deben darse beneficios fiscales a los ricos y que los países ricos debieran apoyar a los mercados emergentes y a las economías en desarrollo.
El mundo está entrando a una situación de fragilidad global, con mayor incertidumbre, mayor volatilidad económica, enfrentamientos entre países, y catástrofes climáticas más frecuentes y devastadoras, que llevará a que muchos países se vean más afectados y se pierda el esfuerzo que se estaba realizando para cumplir con las metas de descarbonización de la economía mundial. Esta crisis ha alejado aún más al mundo de la transición hacia sociedades más neutras en carbono por lo que los esfuerzos de todos los países tendrán que ser mayores. Al final de la década, la economía mundial debería emitir un 25 por ciento menos de gases de efecto invernadero que en 2022 para alcanzar los objetivos fijados en París en 2015 y evitar perturbaciones climáticas catastróficas. La transición energética tiene que ser rápida, no puede esperar, si las medidas correctas se implementan gradualmente durante los próximos ocho años, los costos seguirán siendo manejables.
Por su parte, el presidente del Banco Mundial subrayó el lunes que la crisis está afectando especialmente a los países más pobres, señalando que hay una crisis del desarrollo, ya que ha aumentado el número de pobres en el mundo en más de 70 millones más de personas y se ha reducido su ingreso medio. Ambas instituciones destacaron el riesgo adicional por la crisis climática y señalaron que la humanidad puede sobrevivir a una recesión o a un periodo de alta inflación, sin embargo, “a lo que no podremos sobrevivir es a una crisis climática sin fin”.
De acuerdo con el panel establecido por el Fondo Monetario, los innumerables costos a largo plazo de la inacción ante el cambio climático pueden ser muy altos. Diferentes supuestos con respecto a la velocidad a la que la electricidad generada por fuentes no contaminantes se estima que puede ser de entre 0.15 y 0.25 puntos porcentuales del crecimiento del PIB global y un 0.1 a 0.4 punto porcentual de inflación al año con respecto a la línea de base estimado en el acuerdo de París para combatir el cambio climático, para evitar que se amplifiquen estos costos es importante que tanto políticas climáticas y monetarias sean creíbles.
Es necesario evitar políticas de pare y siga en la lucha del cambio climático, argumentando de que “ahora no es el momento”, ya que esto solo exacerbará el número de víctimas afectadas por el cambio climático. En México, en 2022, hubo fuertes efectos negativos derivados del cambio climático, primero las fuertes sequías que se presentaron en el norte del país, posteriormente la intensidad de los huracanes, los cuales afectaron a todo el territorio nacional. La expectativa era que en el Presupuesto 2023 se presentará una consideración al respecto, sin embargo, no se presentó ninguna consideración.
Se requiere revisar la política de gasto del gobierno federal para 2023, las expectativas de crecimiento de los Criterios de Política Económica han sido cuestionadas por analistas del sector privado, como BBVA, que espera un crecimiento de 0.6 por ciento para 2023, lo que significaría un crecimiento por habitante negativo, ante lo cual argumenta en favor de una reforma fiscal para dotar al sector público de mayores recursos para enfrentar los retos que se le presentan a la economía. Esta administración ha perdido la oportunidad de realizar esta reforma y por lo mismo su presupuesto no responde a las necesidades de la economía y a los cambios que se requieren para reducir el efecto del cambio climático. Sin embargo, como señala el informe el Fondo Monetario, retrasar más las políticas climáticas perjudicará el crecimiento económico. Tenemos que reconocer que la transición hacia un futuro más verde tiene un precio, pero cuanto más tiempo espere México para hacer el cambio, mayores serán los costos. En esa perspectiva, la política de reformas que requiere el país será tarea de la administración que ingrese en 2024. Se nos desvanece de las manos la perspectiva de heredar a la siguiente generación un país con crecimiento sólido y con un proceso de transición energética limpia en marcha.