Clemente Ruiz Duran

Frente al futuro, el papel de las instituciones

La reciente elección del Banco Interamericano de Desarrollo, que es la principal agencia financiera para el desarrollo de la región, mostró la debilidad de los gobiernos para llegar a acuerdos.

Las sociedades quedan descobijadas frente al futuro, cuando las instituciones son débiles o tienen mal definido su papel, tal pareciera ser el caso de los países latinoamericanos que no han logrado consolidar marcos institucionales que garanticen un desarrollo equitativo y esto ha llevado a retrocesos que alimentan pugnas por el poder restando gobernabilidad. En el caso de América Latina, la fragilidad de sus instituciones ha quedado en evidencia, tanto a nivel nacional como regional. La reciente elección del Banco Interamericano de Desarrollo, que es la principal agencia financiera para el desarrollo de la región, mostró la debilidad de los gobiernos para llegar a acuerdos, lo que resultó en golpes a los candidatos de México por parte del gobierno estadounidense, sin que el resto de la región reaccionara y pidiera el reinicio del proceso para dar igualdad de condiciones a los contendientes. La resolución fue la elección del hombre más cercano a los intereses estadounidenses, el brasileño Ilan Goldfajn, que obtuvo el 80 por ciento de los votos.

El gobierno de México no supo leer las señales cuando los estadounidenses descalificaron a Alicia Bárcena, cuyo impecable papel en los cargos desempeñados en Naciones Unidas merecían un trato diferente, los adjetivos utilizados denostaban a México y aun así no se supieron leer estos cuestionamientos y se nombró a Gerardo Esquivel, distinguido economista, subgobernador del Banco de México, exponiéndolo a una competencia desigual con pocas posibilidades de ganar. El resultado se hizo saber el pasado domingo, mostrando una decisión que garantizaba el pensamiento más tradicional en torno a esta institución financiera. Lo anterior ha mostrado la debilidad institucional del organismo y la falta de experiencia de las autoridades mexicanas frente a estos procesos internacionales.

Esta falta de institucionalidad regional se ha hecho evidente con la cancelación de la cumbre de la Alianza del Pacífico, dado que, al presidente de Perú, Pedro Castillo, el Congreso de su país no le autorizó a viajar a México. Por rotación, le tocaba a Perú liderar esta asociación a partir de enero. Sin embargo, el legislativo le prohibió la semana pasada salir del país para asistir a la reunión. La relación entre el mandatario y el Congreso, donde el Gobierno no cuenta con mayoría, es cada vez más tensa. Esta es la cuarta vez que los diputados votan en contra de permitir a Castillo realizar un viaje internacional.

La región latinoamericana atraviesa una situación complicada y una falta de visión común, tal como se mostró en la reciente reunión de Naciones Unidas sobre el cambio climático COP27, en donde la región se mostró fragmentada. Bajo la presidencia pro-tempore de Argentina, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), un bloque que agrupa a todos los países de la región, excepto Brasil, elaboró un documento con lineamientos compartidos para la cumbre. El mismo resaltaba “la necesidad de una mayor provisión de recursos públicos por parte de los países desarrollados hacia los países en desarrollo” y fomentar el desarrollo de instrumentos de financiamiento climático innovadores, como los bonos soberanos, los fondos de garantía y los canjes de deuda por acción climática. A esta reunión sólo asistieron algunos presidentes de la región, cuando se sabía que era necesaria una fuerte presencia para lograr mayores fondos para combatir el cambio climático. Sólo algunos países estuvieron representados por sus presidentes, Gustavo Petro (Colombia), Nicolás Maduro (Venezuela), Mia Mottley (Barbados), Gaston Browne (Antigua y Barbuda) y Surinam (Chan Santokhi). La presencia de los presidentes era necesaria para poder negociar los recursos que se requieren para combatir el cambio climático, un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), presentado en forma de anticipo a la COP27, reveló que la región actualmente accede a 22 mil millones de dólares en financiamiento climático para mitigación y adaptación. Para el 2030, harán falta entre 154 mil y 198 mil millones de dólares, de acuerdo con CEPAL.

En todos los frentes se hace evidente la falta de institucionalidad de la región, no se entiende la magnitud del reto del desarrollo y la necesidad de tener una voz común ante los países desarrollados para conseguir más recursos y que los mismos se destinen a consolidar los marcos institucionales necesarios para enfrentar el reto de reconstruir la región después de la pandemia. Susana Muhamad, ministra de Ambiente de Colombia, ha señalado que América Latina se quiere convertir en un bloque de negociación, en principio en ciertos temas en común, como el financiamiento y el canje de deuda. “Tenemos que estar unidos, aunque tengamos desacuerdos”. Del mismo modo, Cecilia Nicolini, secretaria de cambio climático de Argentina, señaló en su momento que faltaba tener un “mayor hermanamiento” entre América Latina en las negociaciones climáticas, es una vergüenza que no negociemos juntos, es algo que no puede pasar”.

México y el resto de América Latina requieren fortalecer sus instituciones tanto a nivel nacional de forma que se garantice la democracia y el bienestar social y una visión común frente a los grandes problemas regionales como es el cambio climático. Lo acontecido en el Banco Interamericano de Desarrollo y en la COP27 debieran servir de reflexión y motivar una reflexión de la región para fortalecer sus instituciones y enfrentar los retos del desarrollo que se multiplican. Recordemos que tenemos una población de 442 millones, con 6.5 millones de nacimientos anuales y 2.4 millones de muertes, es decir, requerimos de instituciones regionales que garanticen el crecimiento económico sustentable.

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