Desde el inicio de la pandemia el mundo ha vivido con la expectativa de recuperar el mundo pasado. Sin embargo, el primer año pos-pandemia nos ha mostrado que las cosas cambiaron para no volver. Se reacomodaron los astros y el resultado ha sido el inicio de una nueva era, que aún se está definiendo y que nos llevará a una nueva etapa de desarrollo global aun más desigual. El clima de conflicto se hizo patente nuevamente con la guerra Rusia – Ucrania, que de acuerdo con el general estadounidense Mark Milley, jefe del Estado Mayor conjunto estima que cerca de 100.000 soldados rusos y 100.000 soldados ucranianos han muerto o han resultado heridos en la guerra en Ucrania y también sugirió en su entrevista a la BBC que alrededor de 40.000 civiles habían muerto en el conflicto.
Esta guerra agravó el proceso de desabastecimientos estratégicos y por ende alentó la inflación global, dando por resultado un comercio internacional más débil afectando a las principales economías del mundo. Uno de los desabastecimientos claves fue el de semiconductores, dando lugar a la guerra de los chips (recomiendo el libro de Chris Miller titulado Chip War), que afectó el comercio mundial. A esto se sumó la falta de abastecimientos de productos básicos y en ciertas regiones de energéticos todo esto afectó las corrientes comerciales que beneficiaban al mundo en desarrollo.
Frente a esta situación el mundo reaccionó de manera diferencial, en el caso de América Latina señala CEPAL que en América Latina se observaron tendencias que deben llamar a la reflexión, por una parte la inversión en maquinaria y equipo se elevó lo cual permitió salir al paso de la caída en la inversión en construcción, esto demanda un mayor análisis ya que muestra una tendencia no esperada, parece mostrar acuerdos público – privados para elevar la inversión en la región. A lo que se sumó el proceso de recuperación de los mercados laborales de la regiónque se inició en 2021 con la aceleración del crecimiento y la flexibilización de las medidas sanitarias adoptadas para enfrentar la pandemia. En el segundo trimestre de 2022, la tasa de participación se recuperó y, al cierre del segundo trimestre, alcanzó un 62,9%, 0,3 puntos porcentuales por encima del valor observado en diciembre de 2021. Por su parte, el número de ocupados también se incrementó en el primer semestre de 2022. El aumento del número de ocupados y la recuperación de la capacidad de absorber a las personas que integran la fuerza de trabajo provocaron que la tasa de desocupación se redujera del máximo alcanzado en el tercer trimestre de 2020 (11,5%) al 7,0% registrado en el segundo trimestre de 2022.
El crecimiento del número de ocupados se expresó en incrementos significativos en las diferentes ramas de actividad económica, con tasas de incremento interanual del número de ocupados de dos dígitos en actividades como las de comercio, restaurantes y hoteles (13,2%), y la industria manufacturera (11,2%). Más de la mitad de los puestos de trabajo que se crearon en el segundo trimestre de 2022 fueron en los sectores de comercio, restaurantes y hoteles, y servicios comunales, sociales y personales, mientras que la industria manufacturera contribuyó con un 17,4%. Estos acontecimientos en los mercados laborales muestran que el proceso de crecimiento se está volviendo más intensivo en mano de obra, sin embargo, el proceso de recuperación de los mercados laborales no ha permitido eliminar las tradicionales brechas entre hombres y mujeres que exhiben indicadores como la tasa de participación laboral y la tasa de desocupación. Al cierre del segundo trimestre de 2022, la tasa de participación de las mujeres (52,1%) fue 22,5 puntos porcentuales menor que la de los hombres (74,6%).
Estas tendencias de los mercados laborales requieren ser analizado con detenimiento ya que ha ido acompañada de un aumento de la informalidad. Al cierre del primer semestre de 2022, la tasa de informalidad regional promedio alcanzó un 48,8%, 0,3 puntos porcentuales por encima de la observada en 2021 (48,5%) y 2,1 puntos porcentuales superior a la registrada en 2020 (46,7%). Por su parte, los salarios reales han tendido a caer, tras crecer durante seis trimestres consecutivos, la mediana regional del salario real promedio experimentó una disminución del 0,6% en el segundo trimestre de 2022.
La evolución del mercado laboral en la región estará muy condicionada por el desempeño de la actividad económica, la evolución de la inflación y el limitado espacio para la adopción de políticas de estímulo a la demanda agregada. La desaceleración que se ha manifestado en el PIB desde el segundo semestre de 2022, y que se espera que se prolongue en 2023, siembra dudas sobre la posibilidad de seguir observando mejoras en los indicadores laborales en América Latina.
En esta perspectiva sería necesario un aumento del gasto público de la región para impulsar una actividad más intensiva en empleo, sin embargo, los gobiernos latinoamericanos parecen que seguirán un proceso hacia los ajustes fiscales, privilegiando el pago de deuda y con un bajo margen para subir el gasto público que alentara el crecimiento del empleo. Es el momento de que la región pensara en realizar reformas fiscales, como ya lo hizo Colombia, para con mayores recursos alentar la actividad económica y permitir que continuarán fortaleciéndose los mercados laborales de la región.