Clemente Ruiz Duran

México: los faltantes del desarrollo

El coeficiente de inversión apenas alcanzó un 21 por ciento en 2022, comparado con el 32 por ciento de Corea o de Vietnam.

México no ha logrado estructurar un proceso de crecimiento sólido, derivado en gran medida de una débil inversión pública y privada. El coeficiente de inversión apenas alcanzó un 21 por ciento en 2022, comparado con el 32 por ciento de Corea o de Vietnam, que son parte del entorno del crecimiento del Pacífico asiático, con los que está compitiendo la economía mexicana. Esto ha tenido, por consecuencia, un bajo crecimiento del PIB, lo que ha repercutido en la acumulación de carencias notorias en la economía, especialmente en la infraestructura y en salud, en donde tenemos rezagos notorios, que por una parte le restarán competitividad a la economía y por otro acumulará carencias en el bienestar de la población.

Un punto fundamental que requiere reflexionarse es la prevalencia de exceso de muertes durante la pandemia de covid-19 que mostraron la debilidad del sistema de salud prevaleciente en el país. La crisis sanitaria, social y económica ocasionada por la pandemia de enfermedad por coronavirus puso a los sistemas de protección social en el centro de las respuestas de política pública que los países llevaron adelante para contener los efectos de la emergencia en la población.

En América Latina se observa una gran heterogeneidad en la forma en que estos sistemas se organizan en los países, la que, a su vez, se vincula a la capacidad que han tenido para hacer frente a las consecuencias de la pandemia. En un documento publicado por la CEPAL de Verónica Amarante (2022) señala que la necesidad de fortalecer los sistemas de protección social de la región pudiera resolverse mediante la ampliación de la cobertura contributiva a través de regímenes como el monotributo que incorporen a los trabajadores independientes. Estos regímenes ya han sido implementados en algunos países de la región, y podrían ser explorados en otros países. Su diseño, a partir de la concepción de su naturaleza de régimen transitorio, requiere calibrar adecuadamente las posibilidades de contribución de los trabajadores y la estabilidad de los ingresos, pero esta alternativa podría constituir un camino hacia un aseguramiento más cercano a la universalidad, que potenciara la capacidad de respuesta frente a shocks externos.

La pandemia puso en evidencia esta situación; sin embargo, hoy por hoy el panorama se hace más complejo, puesto que hoy a la zaga de la pandemia tenemos que sumarle los efectos que tendrá el cambio climático sobre la salud de la población. A medida que los sistemas de salud se vean desafiados por un clima cambiante, deberían estar preparados y ser resilientes para enfrentar peligros o crisis de aparición rápida para proteger los logros y continuar avanzando hacia la cobertura universal de salud. En este sentido, se debe integrar una perspectiva de preparación climática en los sistemas de salud que funcionan para construir sistemas de salud resilientes al clima, que deben ser capaces de anticipar, responder, afrontar, recuperarse y adaptarse a las crisis y el estrés relacionados con el clima, a fin de incorporar políticas de salud que puedan afrontar un clima inestable.

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