Clemente Ruiz Duran

Economía, geopolítica, sucesos inesperados

El inesperado ataque de Hamás a Israel ha mostrado la fragilidad del orden económico mundial y sus efectos sobre las naciones en desarrollo.

Los conflictos globales se han multiplicado, con el inesperado ataque de Hamás a Israel, la perspectiva era totalmente diferente siete días antes, se avizoraba un acuerdo entre Israel y Arabia Saudita promovido por la administración Biden, ahora la región ha vuelto al escenario de guerra que había desaparecido en los últimos años. Este conflicto ha mostrado la fragilidad del orden económico mundial y sus efectos sobre las economías en desarrollo, en un mundo que se hunde en el desorden global, que ha generado procesos migratorios crecientes, civiles buscando refugio del conflicto, del cambio climático, y de la falta de medios de subsistencia.

En este entorno, el Fondo Monetario Internacional dio a conocer su informe sobre la economía mundial, advirtiendo de una desaceleración mundial para 2024–2025, reduciendo el crecimiento de 3.5 por ciento en 2022, a 3 por ciento en 2023, y con la previsión de que el crecimiento global alcance 2.9 por ciento en 2024. Con una consecuente desinflación global de 5.9 por ciento este año a 4.8 por ciento en 2024, advirtiendo de los riesgos de que la crisis inmobiliaria de China aumente y de la volatilidad de las materias primas derivadas de las tensiones geopolíticas globales. En este escenario prevé una desaceleración de la economía estadounidense de 2.1 por ciento en 2023 a un crecimiento de 1.5 por ciento en 2024, y de la economía de China de 5 en 2023 a 4.2 en 2024. Esto provocaría una desaceleración en América Latina en 2024, especialmente en Brasil en donde se espera que alcance sólo 1.5 por ciento, y México, 2 por ciento. Este escenario de menor crecimiento en economías clave preocupa toda vez que esto puede ser un escenario de mayor conflicto para mercados laborales crecientes y que tendrán que acomodar a una población de jóvenes cada vez mayor.

En este medio de inestabilidad global y de menor crecimiento, la semana pasada México recibió la visita de una delegación de Estados Unidos presidida por el secretario de Estado, Antony Blinken, acompañado por Alejandro Mayorkas, secretario de Seguridad Pública, y por una nutrida comitiva conformada por el secretario de Justicia, el secretario adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, y el subsecretario adjunto para Asuntos Internacionales de Narcóticos. El encuentro surgió en medio de las reiteradas críticas del presidente López Obrador sobre el manejo del gobierno estadounidense de la crisis de tráfico y consumo de fentanilo porque –según el presidente– los legisladores estadounidenses “nada más le echan la culpa a México, sin ninguna razón”.

Este debate con Estados Unidos se dio en medio de un creciente conflicto por la migración que ha escalado en los últimos meses, frente a lo cual, el gobierno de Biden no ha logrado manejar las cuestiones internamente, dejando que los gobiernos estatales adopten una posición antiinmigrante, y no sólo eso, sino que no ha podido evitar que se continúe la construcción del muro Trump en la frontera con México. En esta reunión era el momento para plantear que si Estados Unidos quiere fronteras seguras requiere invertir masivamente en Centroamérica y en general en América Latina para apoyar a sus economías que se debaten en la subsistencia y que son incapaces de dar empleo a su población.

La respuesta de México frente a este problema ha sido convocar a una reunión regional de líderes latinoamericanos el próximo 22 de octubre en Palenque, Chiapas, para diseñar un plan conjunto para contener el problema migratorio. Se requiere entender que los países generan esta migración debido a su desestructurada economía que no da para otorgar a su población niveles adecuados de vida. Es momento de establecer una estrategia diferente, si Estados Unidos quiere realmente establecer una estrategia de nearshoring, requiere invertir masivamente en la región de América Latina en una estrategia no de contención de la migración, sino en convertir a la región en una zona de prosperidad que realmente se convierta una alternativa al sudeste asiático. El nivel de vida de los países de América Central es muy bajo; Nicaragua apenas alcanzan los dos mil dólares; Honduras, tres mil dólares; Guatemala, cinco mil dólares, estos bajos niveles de ingreso dan muestra de economías sumamente vulnerables, en donde se requiere invertir más para revertir estos bajos niveles de vida. Es momento de evaluar adecuadamente la situación, de lo contrario, este conflicto puede escalar y derivar en problemas mayores, complicando aún más la geopolítica global.

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