En el debate de los candidatos a la Presidencia del pasado domingo, no se expresaron ideas sobre grandes reformas, pareciera que la continuidad fue el fundamento del debate. En realidad, se perfilan ajustes en el proceso en vez de plantearse reformas que perfilen un nuevo comienzo fundamentado en el diseño de un sistema fiscal más agresivo que reduzca la desigualdad en la sociedad. Esto parece sostenerse en el desempeño que ha tenido el papel mexicano en los mercados financieros internacionales, que hoy por hoy se sostiene en la fortaleza del peso y que otorga aire para una transición basada en deuda. La expectativa era que los candidatos se atrevieran a plantear reformas de mayor envergadura, en donde se hablara de una visión más progresista que abriera espacio para una reforma fiscal que no sólo ayude a reducir la desigualdad sino también que abra espacios para un fortalecimiento de las entidades federativas y municipios en torno a dotar de un nuevo papel a los gobiernos estatales y municipales.
En enero pasado el subsecretario de Hacienda señaló que México no necesita de una reforma fiscal, en este momento, para poder solventar los desequilibrios fiscales, quien aseguró que las finanzas públicas están en una senda de sostenibilidad, con un nivel de deuda manejable. Agregando que, en otras administraciones, se han aumentado las tasas de impuestos para que las finanzas públicas pudieran hacer frente a choques externos o desequilibrios, pero aseguró que esto no es la situación actual por la que pasa el país. El argumento que ha utilizado la actual administración es que con la fiscalización se han logrado aumentar los ingresos tributarios en 1.4 puntos del PIB, lo que según la Secretaría de Hacienda es equivalente a haberla implementado.
La expectativa era que los candidatos de la oposición señalaran que las reformas planteadas en diferentes áreas requerirán ajustar las finanzas públicas, para poder dar cobertura de salud y educación a todos los mexicanos. La expectativa era que los candidatos plantearan sus proyectos de manera clara y transparente, y en torno a esto plantearan cuáles son los ajustes que se requieren realizar en la nueva administración para financiarlos.
La propuesta del actual gobierno fue que el proceso de transformación podía basarse únicamente en el éxito de la recaudación que depende de las estrategias de fiscalización. En ese sentido, la estrategia fue exitosa para mantener operando un sistema de bienestar social fragmentado. Si la nueva administración quisiera avanzar en un sistema amplio de cobertura ciudadana, se requiere forzosamente de un cambio en el sistema fiscal.
Para varias organizaciones y expertos, es imperante que en México se implemente una reforma fiscal ante las crecientes presiones en el gasto público, como lo son las pensiones y la deuda, además de tener más recursos para rubros de suma importancia para el bienestar de la población, como salud, educación, seguridad, entre otros.
Continuar operando con un sistema basado en deuda requiere también que el resto del mundo esté dispuesto a continuar financiando una creciente deuda externa de México. Hasta el momento el gobierno ha sido sumamente exitoso en mantener la colocación de deuda externa en los mercados internacionales. Sin embargo, es tiempo de tener un debate y reflexiones sobre el tipo de estructuras fiscales que quisiéramos tener en México, es un debate que no podemos seguir posponiendo ya que hoy por hoy la fragilidad que esto involucra pueden poner en riesgo los esfuerzos de reestructuración de sectores claves que son los que darán viabilidad al país en el largo plazo. Es momento de debatir abiertamente una política de reformas.