La agenda del nuevo gobierno estará llena de compromisos, sin embargo, tal vez el problema más grave es el del cambio climático que enfrenta el territorio. Parecen pasajes apocalípticos los que están aconteciendo en el país, tenemos que recordar la furia con la que Otis golpeó Acapulco, tras fortalecerse en tiempo récord en el evento climático que más pérdidas económicas provocó en el mundo en 2023. Este evento se ha concatenado con un proceso de sequía que afecta a todo el territorio nacional, y deja a las grandes urbes del país en la antesala de la aparición del apocalipsis climático, el cual ha llegado a grandes extensiones del territorio nacional. Un relato es el de miles de personas que se han parado a la orilla del lago de Pátzcuaro, en donde han constatado que la crisis del agua tan anunciada ha llegado, el agua del lago ha desaparecido. Esto es lo más visible, sin embargo, si sobrevuela uno el territorio mexicano se da cuenta de cuán diezmado está, cultivos enteros se han perdido y los bosques se encuentran en situación crítica de sobrevivencia.
La producción alimentaria se ve amagada por la sequía prolongada en 76 por ciento del territorio nacional. De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, hasta mayo pasado, existían más de 45 mil hectáreas de cultivo siniestradas en diferentes entidades federativas, como Michoacán, Oaxaca, Sinaloa, Tamaulipas, Jalisco, Nuevo León y Tabasco.
A la sequía sobrevendrá el período de ciclones y huracanes, el primero de la temporada 2024 será en el Golfo de México y afectará a Tamaulipas, Veracruz, Puebla, Oaxaca, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo.
En esta perspectiva, el gran reto para México para afrontar el cambio climático debería ser reestructurar su economía buscando minimizar el nivel de daños posibles. Una oportunidad y un reto será modernizar el sistema financiero, para lo cual se requiere recuperar su carácter innovador, en este caso para afrontar el cambio climático. El financiamiento podría provenir de impuestos verdes o bien de la emisión de bonos verdes, en el primer caso tardaría en ponerse en marcha un proceso de reforma fiscal que eleve los impuestos, sin embargo, siempre existe una salida al laberinto fiscal. La propuesta en este caso sería rehabilitar a la banca de desarrollo para la emisión de bonos verdes, como es en el caso de Brasil en que el Banco Nacional de Desarrollo (BNDES) ha sido habilitado para financiar la economía verde, de forma que el desarrollo social y verde representan más de la mitad de su portafolio de crédito. En el caso de Brasil, los bancos de desarrollo, los gobiernos locales, las entidades respaldadas por el gobierno y los fondos soberanos representaron el 47 por ciento de la emisión total de bonos climáticos en 2022 y el 43 por ciento en 2023.
Frente a la emergencia del cambio climático, México va rezagado en inversiones. Brasil tiene 749 parques eólicos operativos y 193 están en construcción. En contraste, México tiene 73 parques eólicos operativos, ocho en construcción, y Argentina tiene 61 parques eólicos operativos, cuatro en construcción. Se observa un mayor avance en los parques de energía solar, con 15 parques en Argentina, 116 parques operativos en México y 132 en Brasil. Sin embargo, el mayor esfuerzo lo está realizando Brasil, con 151 parques en construcción.
En esta perspectiva, se requiere que México redoble sus esfuerzos, para lograr un cambio duradero, se necesita un enfoque multifacético que aborde los cambios estructurales, mejore la infraestructura pública para la sostenibilidad y promueva prácticas agrícolas ambientalmente racionales. La política industrial es esencial para promover prácticas sostenibles en la producción agrícola y ganadera. Además, las inversiones a gran escala en soluciones de movilidad urbana y energía renovables para el transporte se consideran indispensables para lograr una descarbonización sustancial en la economía mexicana. Para ello, es necesario un cambio radical en la forma en que producimos y comercializamos los recursos naturales. La agricultura sostenible dependerá de fuentes de energía renovables, biofertilizantes y otros insumos de base biológica. Además, debemos alejarnos de la ganadería intensiva, que contribuye significativamente a las emisiones de gases de efecto invernadero. La transición hacia las energías verdes en México depende de una inversión sustancial, que es fundamental para superar los desafíos estructurales económicos La inversión es esencial para cerrar estas brechas, proporcionando el capital para desarrollar proyectos de energía renovable, modernizar la red energética y apoyar la investigación y el desarrollo de tecnologías sostenibles. Las inversiones públicas y privadas pueden impulsar el despliegue de energía solar, eólica e hidroeléctrica, mejorando la seguridad energética y reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles. La transición verde plantea una ventana de oportunidad para que México reposicione su manufactura en un nuevo contexto de industrias de recursos naturales intensivas en conocimiento.