Las palabras del subsecretario de Hacienda, Gabriel Yorio, el lunes pasado podrían considerarse un replanteamiento de la alianza pública-privada, enfatizando que el punto clave para el desarrollo reciente de la economía ha sido estimular la inversión privada a través de elevar el coeficiente de inversión pública para, por este medio, garantizar un mayor espacio económico.
Esta visión redimensiona la visión tradicional de cómo el gobierno puede impulsar el desarrollo, y pone sobre la mesa la idea de no tener que subsidiar a la empresa privada para lograr los objetivos del desarrollo, proponiendo que el papel del sector público es abrir nuevos espacios de inversión, buscando que el sector privado los aproveche. Esta idea debería complementarse con otro concepto fundamental, que sería la rehabilitación de la banca de desarrollo, como factor de impulso en áreas estratégicas. En este sentido, se podría proponer su reconstrucción, con el fin de que sirva como multiplicador de la política de impulso a las actividades prioritarias.
En esta área, México se ha quedado rezagado, fuimos pioneros en la formación de banca de desarrollo en toda América Latina, sin embargo, después de la crisis de los ochenta se dejo a su suerte y poco a poco fue perdiendo su papel transformador. En otras latitudes del hemisferio occidental se continuó impulsando y juega un papel estratégico en el programa de impulso a la industria y a las actividades estratégicas como el sector medio ambiental, como es el caso del BNDES en Brasil, que hoy por hoy es parte de una estrategia para modernizar la industria y promover actividades que contribuyan a enfrentar el cambio climático.
Este papel de apoyo a actividades en pro del cambio climático parece hacer sido entendido, incluso por el gobierno estadounidense, que está impulsando la colocación de bonos verdes para impulsar la transformación productiva en industrias verdes. Si se analiza un panel global de bonos verdes y convencionales para evaluar la ventaja del costo de endeudamiento en la emisión para los emisores de bonos verdes, se encuentra que, en promedio, los bonos verdes tienen un diferencial de rendimiento ocho puntos básicos menor en relación con los bonos convencionales. Esta ventaja en el costo de endeudamiento en favor del medio ambiente se denomina greenium, surge a partir de 2019 y coincide con el crecimiento de la industria de gestión de activos sostenibles tras la regulación de la Unión Europea. En este contexto, encontramos que el greenium está vinculado a dos indicadores, el de la presión de la demanda y la sobresuscripción de bonos, y la inclusión en el índice de bonos. Además, si bien la gobernanza de los bonos verdes parece ser importante para el greenium, la credibilidad de los proyectos subyacentes no tiene un impacto significativo. En cambio, el greenium se distribuye de manera desigual entre los grandes emisores con grado de inversión, principalmente dentro del sector bancario y las economías desarrolladas. Estos hallazgos tienen implicaciones para el papel de los bonos verdes a la hora de incentivar inversiones verdes significativas en toda la economía global.
Según organizaciones intergubernamentales e institutos de investigación de todo el mundo, se requieren cientos de billones de dólares de inversión para lograr emisiones netas globales cero para 2050. Se espera que alrededor de dos tercios de esta inversión provengan de inversiones del sector privado en proyectos respetuosos con el clima y el medio ambiente. Actualmente, uno de los instrumentos más reconocidos para financiar este tipo de inversiones es el bono corporativo verde, un instrumento de deuda de renta fija a largo plazo cuyos ingresos se destinan a proyectos verdes.
Hace dos años, John Caramichael y Andreas Rapp estudiaron un gran panel de bonos tradicionales vs. los bonos verdes global para saber si los bonos verdes ofrecen costos de endeudamiento más bajos para los emisores en comparación con los bonos convencionales y encontraron que, en promedio, los bonos corporativos verdes denominados en dólares y euros tienen un diferencial de crédito en el mercado primario, que es ocho puntos básicos menor en comparación con los bonos corporativos convencionales, lo que refleja una reducción del 5 por ciento en relación con el diferencial de crédito promedio en una muestra de bonos globales. Este greenium es distinto del efecto emisor de bonos verdes, o el llamado ‘efecto verde aureola’. Este último surge, en promedio, solo a partir de 2019, coincidiendo con el crecimiento de la industria de gestión de activos sostenibles tras la regulación de la Unión Europea. Si bien este reglamento de la Unión Europea parece haber apoyado el desarrollo del mercado de bonos verdes y su fuerza en Europa, los resultados no establecen un vínculo causal entre la regulación y la aparición del greenium en 2019. Sin embargo, el exceso de demanda de los bonos verdes, posiblemente de la industria de gestión de activos sostenibles, parece ser un importante impulsor de la ventaja del costo de endeudamiento de los bonos verdes. Estos desarrollos requieren ser analizados e impulsados en México, bajo el reto que implica el recambio energético y parece ser que esto se ha hecho de manera parcial. Por este motivo se requiere discutirlo y promover que la Secretaría de Hacienda promueva este tipo de instrumentos a través de una banca de desarrollada modernizada y actualizada a las nuevas necesidades de financiamiento del cambio climático. Es un buen momento para recrear una nueva visión del financiamiento del desarrollo, el reto es seguir siendo pioneros en la promoción de la banca de desarrollo. Es un reto y una apuesta para impulsar el recambio del patrón energético nacional.