Por Jahir Lombana y Lorena Palacios
En su toma de posesión, Joe Biden estableció tres prioridades ambiciosas para sus primeros 100 días de mandato: vacunas, economía y migración. Algunas de estas medidas dependientes de su firma, pero la mayoría jugando con la aprobación del Congreso.
Frente a la vacunación, dado que Biden considera que la crisis económica va de la mano de la crisis sanitaria (EU es el país con más contagios y muertes de Covid-19 del mundo), fue claro en sus primeros 100 días que la recuperación económica se debía basar en vacunar rápida y efectivamente, lo que logró superando sus propios pronósticos.
La segunda prioridad, fue salvar a Estados Unidos de la crisis económica. Biden estableció un paquete de ayuda para personas de ingresos bajos y apoyo a las pequeñas y medianas empresas. Las propuestas de Biden ya empiezan a tomar forma en un paquete de ayudas por 1.9 billones de dólares de rescate con cargo a la deuda y un paquete por 2.0 billones como reforma fiscal para transformación de infraestructura estadounidense. El primero aprobado en marzo, pero el segundo aún con un lobby por realizar.
Es natural el énfasis doméstico de la política económica, que con las decisiones ejecutivas recordando su slogan de campaña “Build Back Better” es un llamado a comprar doméstico, de particular y obligatorio cumplimiento para agencias y empresas estatales. Dicho esto, la prioridad está en la reconstrucción de la economía local con lo local, luego revisar el enfoque bilateral presumiendo un orden que dé prelación a sus vecinos (México y Canadá), China y luego el resto del mundo.
En este sentido el gobierno demócrata no desconoce que, para apoyar una recuperación económica estable, debe poner atención a las relaciones exteriores del país, que resultaron bastante deterioradas en el cuatrienio anterior. Los temas de la agenda de comercio internacional del expresidente Trump habían tenido un elemento común: China. El aumento arancelario del acero y el aluminio por parte de EU para proteger su industria tenía un evidente tono de retaliación por prácticas que aducían desleales por parte de China, dando un primer golpe en la guerra comercial. Lo interesante de este hecho fue también, cómo a partir de órdenes ejecutivas, Trump aduciendo seguridad nacional, se voló el proceso que normalmente se debe cumplir con el Congreso, quien al final es el responsable de aceptar o rechazar restricciones arancelarias.
Otro tema, habían sido las restricciones al comercio con China por aspectos de propiedad intelectual, requisitos laborales y dumping, entre otros, que también pudieron relacionarse con la salida de EU de la Alianza Transpacífica, que, según Trump, iba en detrimento de los intereses estadounidenses. Finalmente, aunque indirectamente relacionado con China, fue la participación de EU en la OMC que ha detenido los avances de las negociaciones y las decisiones en curso, dejando de ser obligatorias por culpa de un mecanismo de solución de diferencias bloqueado por aspectos administrativos con un respaldo jurídico promovido por EU.
Frente a lo anterior, los primeros 100 días de Biden muestran flexibilidad en los aspectos multilaterales. Retornar a los acuerdos de cambio climático y la OMS, son señales inequívocas de una diplomacia más abierta. Es posible que la OMC ya esté en su agenda, pero seguramente no habrá muchos cambios en la posición gubernamental. De igual manera, frente a China no es notoria una mejora en las relaciones comerciales. Los aspectos laborales y ambientales se vuelven prioridad en la agenda demócrata y hay profundas diferencias con China, por lo que los primeros acercamientos no parecen avanzar. De hecho, las primeras reuniones efectivas de Biden han sido con Japón y Corea del Sur, aliados políticos y económicos en el Pacífico y contradictores históricos de China.
Otros temas de agenda bilateral han sido la recomposición de relaciones con sus vecinos (México y Canadá), que particularmente con México se enmarcan en la tercera prioridad para los 100 días: la reforma migratoria, que está aún estancada y que de hecho ha tenido que repensar y reformular el gobierno demócrata.
Latinoamérica no se ve en la agenda, pero quizás una puerta de entrada sea la económica a través del uso de materia prima estadounidense para entrar por norma de origen con productos que EU compraba habitualmente de China. También la posibilidad de que empresas que están buscando relocalizarse para llegar a EU vean a América Latina como una posible alternativa.
Como resultado de lo anterior, aunque la agenda de Biden se pueda ver muy activa, el mecanismo de diplomacia seguramente ralentizará procesos, pero al menos dará mayor certidumbre que los embates de lo que fue un cuatrienio errático y cambiante en decisiones.
Jahir Lombana Coy es profesor de la Universidad del Norte de Colombia.
Lorena Andrea Palacios Chacón es profesora de la Escuela de Negocios del Tec de Monterrey.