Colaborador Invitado

El siniestro algoritmo y los ‘Facebook Papers’

El algoritmo de Facebook no solo determina lo que nos aparece en la pantalla, sino el marco de relación dentro del cual se da, o no, la comunicación entre ‘amigos’.

Guido Lara, CEO Founder LEXIA Insights & Solutions

A sus 37 años, Mark Zuckerberg es uno de los cinco hombres más ricos y poderosos del mundo. Mucho dinero y poder, pero cada día más mala fama y un cuestionamiento profundo a los motivos que lo animan. Problema serio de imagen que le puede costar muy caro a él y a su compañía.

Por ahora los afectados somos la humanidad entera. Las recientes filtraciones de documentos internos realizada por su exempleada Frances Haugen, confirman con gran detalle lo que muchos ya sabíamos: La prioridad de la compañía ha sido crecer exponencialmente y no se ha detenido en una serie de ‘daños colaterales’ que han sembrado discordia, destrucción, desórdenes alimenticios y muerte en todo el mundo.

La máquina interna de Facebook que decide lo que pone frente a nuestros ojos no tiene corazón, lo que tiene es un algoritmo.

Un algoritmo es una serie de instrucciones y reglas de un programa cibernético que procesa los datos y genera resultados. De esta manera el algoritmo de Facebook analiza miles y miles de data points y busca que nos ‘enganchemos’ con ese contenido.

Ese algoritmo no es inocente, es diseñado por expertos con base en los objetivos que les señalan quien los contrata. El que paga manda.

Si bien el nombre el ‘algoritmo’ suena cada vez más a un villano universal o a un contemporáneo nombre para enmascarado de la lucha libre, en verdad es un sistema que decide la posición de publicación de noticias, videos y anuncios en función de las predicciones sobre tus preferencias y tendencias. El algoritmo registra a qué le damos «me gusta», qué emoticon elegimos, si descargamos el video, etcétera.

Si el objetivo de negocio de Facebook es ‘engancharte’, el algoritmo sabe cómo hacerlo a través del árbol de decisiones que lo configura. Si eres mi amigo o mi amiga en Facebook, el algoritmo se mete entre nosotros y media interesadamente nuestra relación. No solo determina lo que nos aparece en la pantalla, sino el marco de relación dentro del cual se da –o no se da– nuestra comunicación.

El algoritmo se mete entre nuestra amistad y a la vez nos trae el ruido del mundo. Premia el escándalo, refuerza nuestros prejuicios y lo que ‘llama la atención’, es algo así como como un ‘alarma galáctico’.

Debido a que es más fácil reforzar prejuicios que promover diálogos incómodos que nos saquen de nuestra zona de confort, el algoritmo nos encapsula en una cámara de ecos. Quien ve el mundo a través de Facebook está preso en una cárcel de humo y espejos. Gravísimo para la convivencia colectiva cuando lo que sucede es que cada vez más personas prefieren enterarse así de lo que pasa en sus países y en el mundo, en lugar de fuentes de información más preocupadas por la veracidad de los hechos que reportan.

Somos casi 8 mil millones de personas viviendo en el planeta Tierra, de ellas casi 3 mil millones tenemos Facebook y recientemente la compañía ha reportado que casi 2 mil millones de personas lo usan diario. En los tiempos de la economía de la atención y del auge de las redes sociales, eso es poder, eso es dinero, eso es influencia, pero ¿de qué tipo?

Más allá de reales efectos positivos en materia de reconexión con familiares y amigos, de flujos horizontales y simétricos de información, capacidad de denuncia de abusos, información útil para afrontar múltiples retos y adversidades, hoy las acusaciones que penden sobre Facebook son gravísimas: polarización extrema, lenguaje de odio, teorías de la conspiración, boicot a la salud pública, auge contra las vacunas, generación de ansiedades y angustias en adolescentes, especialmente en las niñas, explotación de divisiones sociales, plataforma de organización para movimientos violentos y un larguísimo etcétera.

Los Facebook Papers han puesto de nuevo a Zuckerberg y a su compañía en el banquillo de los acusados. Hay muchas fuerzas políticas, económicas y sociales que agitan Washington y otros centros de poder mundiales que exigen que se intervenga. La esperanza de que el cambio surja de la autorregulación dentro de la compañía ha sido dinamitada por las recientes filtraciones.

En los pasillos del poder se discuten diversas acciones para combatir al siniestro algoritmo y a sus principales beneficiarios, Zuckerberg a la cabeza. Como ha señalado el analista demócrata Dan Pfeiffer, los frentes de ataque son amplios.

La Comisión Federal de Comercio ya demandó a Facebook por violar las leyes antimonopolio. Un posible resultado podría ser la ruptura de la compañía. Dice Pfeiffer: “quizás tener las dos plataformas de redes sociales más grandes del mundo y la plataforma de mensajería más grande del planeta bajo el control de un hombre-niño que no puede ser despedido sea una mala idea”.

En la Comisión de Bolsa y Valores puede emprender una investigación para ver si Facebook engañó a los inversores. Si se lo encuentra culpable, la agencia podría imponer multas, restricciones sobre cómo opera la empresa y, potencialmente, buscar la destitución de Zuckerberg.

Por otro lado, hay varias iniciativas legales en el Congreso promovidas por los activistas de Accountable Tech, grupo de defensa anti Big Tech. Entre las principales ideas destacan las siguientes:

• Prohibir a las empresas negociar por cuenta propia y manipular los mercados en los que operan.

• Evitar que las empresas compren competidores potenciales.

• Obligar a las empresas a vender líneas de negocio que crean conflictos de intereses.

• Capacitar a los usuarios para que tomen sus datos, abandonen las plataformas dominantes e interactúen a través de plataformas de la competencia.

Estaremos pendientes para ver si el Congreso y las autoridades le dan like a alguna de estas propuestas.

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