Pamela Díaz Loubet, economista para México en BNP Paribas
El debate sobre incrementar o no el ritmo de alza en tasas ha cobrado fuerza en las últimas semanas. No es para menos, las sorpresas inflacionarias, la depreciación cambiaria y la posibilidad de que la Fed comience a normalizar antes de lo previsto, son factores que añaden presión al ya de por si complicado entorno para la política monetaria en México.
Lo cierto es que, más allá de acelerar o no el ritmo de alza en tasas, considero que Banco de México debería acompañar su decisión con un mensaje más contundente, un mensaje que fortalezca la credibilidad del banco central y favorezca el anclaje de las expectativas inflacionarias. El momento también es crucial, no se puede dejar de lado, que las divergencias dentro de la Junta de Gobierno, así como los cambios esperados hacia 2022, están generando incertidumbre sobre el ciclo de normalización monetaria. Un incremento en la tasa de referencia, sea cual sea la magnitud, perderá efecto si no viene acompañado de una comunicación más determinante.
Desde mi perspectiva, ese mensaje puede verse materializado a través de tres canales. El primero de ellos, es moverse hacia una decisión unánime; ello reduciría la incertidumbre asociada al ciclo de alzas, pero sobre todo, regresaría el foco de debate hacia los datos y determinantes de la política monetaria, en lugar de que éste se encuentre en la postura de los miembros de la Junta de Gobierno.
Un segundo canal implica publicar la trayectoria implícita de tasas que está acorde con las expectativas inflacionarias del banco central. Las minutas de la última decisión de política monetaria mostraron que esto fue un tema ya discutido por la Junta de Gobierno. Su publicación abonaría a una mayor transparencia, y permitiría tener una lectura más adecuada sobre hacia dónde debería moverse la política monetaria para garantizar la convergencia inflacionaria al objetivo.
Por último, un tercer canal es adoptar un reconocimiento más explícito del ciclo de normalización –o endurecimiento si es el caso. Si bien, la incertidumbre asociada a la recuperación macroeconómica, justifica cierta prudencia en las decisiones de política monetaria, el deterioro en los determinantes de inflación, así como las fuertes sorpresas inflacionarias, hacen difícil mantener un enfoque dependiente de datos que logre ser convincente.
El mensaje también importa porque el grado de actuación de la política monetaria está siendo limitado. La naturaleza de los choques inflacionarios –de oferta e importados– implica que hay una parte de la inflación que seguirá estando alta incluso con una política monetaria restrictiva. No obstante, la otra parte, la idiosincrática, la relacionada con el fortalecimiento del canal de expectativas, todavía está a tiempo de atacarse. No solo a través de incrementos mecánicos, sino a través de un mensaje contundente, que envíe una señal clara sobre el ciclo de alzas y que redireccione al debate hacia lo verdaderamente importante. Quizá así, se evite cruzar esa línea delgada entre lo permanente y lo transitorio.