Colaborador Invitado

El turismo y el desarrollo van de la mano

Esta industria juega un rol sustancial en la economía de varios países emergentes, ya que proporciona empleos más estables, acceso a atención médica, educación y crecimiento inclusivo.

Juan Gonzalo Flores, Country Manager de IFC en México

La pandemia del Covid-19 ha sido particularmente devastadora para la industria turística mundial. Los efectos se han sentido en toda la cadena de valor turística, incluidas aerolíneas, hoteles, restaurantes, operadores turísticos, proveedores de alimentos, agricultores, minoristas y una amplia gama de otras pequeñas y medianas empresas. El rescate del sector es clave para el bienestar económico global. La razón es evidente: el turismo cuenta con el potencial de brindar a los sectores más vulnerables más oportunidades que cualquier otro sector económico. Esta industria juega un rol sustancial en la economía de varios países emergentes, ya que proporciona empleos más estables, acceso a atención médica, educación y un crecimiento más inclusivo. En comparación con otros sectores, puede ser incluso una opción más estable y resistente como una fuente de ingresos del exterior, ya que el turismo funciona como una “exportación inversa”: en lugar que las mercancías se transporten al exterior, las divisas entran al país con la llegada del turista.

Cuando el turista llega a un lugar, tiende a no quedarse quieto: deambula y activa múltiples unidades económicas. Según el Consejo Mundial y de Turismo (WTTC), cada dólar gastado en viajes genera más de tres dólares de derrama económica. El turismo representa el 10 por ciento del Producto Interno Bruto mundial y uno de cada 10 puestos de trabajo. Como resultado de las restricciones de viaje relacionadas con el Covid-19, la Organización Mundial de Turismo de las Naciones Unidas (OMT) estima que el turismo experimentó en 2020 una caída que osciló entre un 58 y un 78 por ciento, lo que puso en riesgo entre 100 y 120 millones de empleos directos en el turismo.

Los grandes hoteles son particularmente importantes en el camino a la recuperación, ya que según estudios de Oxford Economics y Dalberg Global Development Advisors generan de 3 a 5 veces más trabajos que los hoteles comunes. Desde 1956, la Corporación Financiera Internacional (IFC, por sus siglas en inglés), brazo financiero del Grupo Banco Mundial, ha invertido más de 2 mil 800 millones de dólares en proyectos turísticos en 89 países. Estas inversiones han enviado una señal positiva que contribuye al desarrollo de infraestructura básica como carreteras, energía y telecomunicaciones en destinos necesitados de recursos. Frente al desafío de la pandemia, IFC ha buscado intensificar el apoyo a la industria turística. Una muestra de ello es la reciente canalización de alrededor de 90 millones de dólares al grupo Xcaret, operador líder de parques y hoteles en el sureste de México. Xcaret se ha convertido en uno de los principales impulsores del turismo en la Rivera Maya, por lo que el financiamiento de IFC y otros inversionistas no solo generará más empleos en la zona, sino que fortalecerá a las cadenas de suministro vinculadas al turismo local.

No solo se trata de atraer más viajeros, sino de impulsar la sostenibilidad en la zona. De acuerdo con la OMT, el turismo sostenible debe cumplir con tres lineamientos: uno, respetar los recursos ambientales que constituyen un elemento clave del atractivo turístico, ayudando a conservar los procesos ecológicos esenciales, el patrimonio natural y la biodiversidad; dos, salvaguardar la autenticidad social de las comunidades anfitrionas y defender su patrimonio cultural; tres, garantizar operaciones que brinden beneficios socioeconómicos a todas las partes interesadas que se distribuyan de manera justa, incluidas oportunidades estables de empleo, generación de ingresos y servicios sociales que contribuyan al alivio de la pobreza.

El turismo sostenible también debe mantener un alto nivel de satisfacción de los turistas y garantizar una experiencia significativa, aumentando su conciencia sobre los problemas ecológicos y promoviendo prácticas de respeto al medio ambiente. El secreto está en encontrar el equilibrio que permita a los destinos conservar su esencia de forma que puedan seguir compartiéndola con el planeta. Los viajeros tenemos la obligación de ser responsables y no conformarnos con elegir unas vacaciones en un lugar paradisiaco que cumpla con todas las normas ambientales. A final de cuentas, siempre seremos extraños en el entorno, por lo que no debemos presionar para que el destino se modifique para satisfacer nuestras necesidades. No hay lugar para el egoísmo cuando salimos a conocer el mundo. Ahí radica la magia del viaje.

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