Suzanne Clark es presidenta y directora ejecutiva de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos.
Desde una pandemia en curso hasta una guerra en Europa del Este, la economía global está creciendo rápidamente al tiempo que enfrenta repentinos vientos en contra, lo que hace aún más importante que los socios económicos trabajen juntos para invertir y crecer. Para las empresas estadounidenses, a las que tengo el privilegio de representar en la Cámara de Comercio de los Estados Unidos (USCC, por sus siglas en inglés), hay pocos socios tan vitales como México, el principal socio comercial de nuestro país. Mientras viajo aquí esta semana para reunirme con líderes gubernamentales y empresariales, mi prioridad es fortalecer nuestra colaboración en beneficio de ambas naciones.
La buena noticia es que la fortaleza de nuestra relación económica bilateral se encuentra en plenitud. Además de ser los principales socios comerciales de cada uno, las empresas estadounidenses son, por mucho, las principales inversionistas en México y respaldan millones de empleos de calidad en el país. Aún más importante, los estadounidenses y los mexicanos trabajan, estudian y hacen negocios juntos todos los días. Por ello es esencial para nosotros comunicarnos abiertamente sobre cómo hacer que nuestra alianza indispensable sea aún más fuerte.
Por esta razón, la USCC nunca se ha limitado a la hora de responsabilizar a ambos gobiernos cuando se trata de políticas equivocadas. Tal fue el caso hace solo unos años cuando defendimos a México al oponernos con vehemencia a las amenazas de nuestro propio gobierno de limitar el comercio y viaje legal y aplicar aranceles costosos a las exportaciones mexicanas. Los inmensos intereses de nuestra relación económica bilateral exigen que defendamos constantemente lo que es justo y ético en ambos lados de nuestra frontera compartida.
Dadas las tensiones geopolíticas actuales, tiene mucho sentido que Estados Unidos y México trabajen aún más estrechamente en la manufactura, la extracción de minerales estratégicos y la producción de energía. Podemos lograr más juntos que separados.
El Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC) nos brinda una herramienta poderosa para alcanzar este objetivo, razón por la cual la USCC trabajó arduamente para asegurar su aprobación. Pero ahora se debe hacer más para desbloquear su potencial. Demasiadas violaciones de los términos del TMEC han sido pasadas por alto. Esto incluye una interpretación estadounidense de las reglas de origen automotriz que va más allá de lo establecido en el acuerdo y que tanto México como Canadá cuestionan con razón. Nuestros gobiernos deben responsabilizarse mutuamente por la plena implementación y cumplimiento del TMEC.
Lo mismo ocurre con los planes de México para aprobar una reforma constitucional de su mercado eléctrico, que, tal como está redactada actualmente es contraproducente y viola una serie de compromisos que México hizo en el TMEC. También amenaza con socavar el gran potencial de México para ser un líder mundial en la producción de energía solar, eólica y otras fuentes de energía renovable. La inversión abierta y transparente en energía entre nuestros países es fundamental para enfrentar el aumento de los precios de los combustibles. La riqueza de recursos naturales de nuestro continente ofrece un gran potencial para la cooperación energética regional, pero no podemos aprovechar dicho potencial con políticas proteccionistas.
Más allá del sector energético, las empresas estadounidenses también enfrentan desafíos de cumplimiento e implementación del TMEC en México en áreas como la facilitación del comercio, el comercio digital y la adquisición de productos biofarmacéuticos. Desde nuestra perspectiva, estos problemas están creando una mayor incertidumbre de inversión en un momento de oportunidad histórica para México –una oportunidad que se desaprovechará por políticas desacertadas–. Las empresas estadounidenses no quieren nada más que mejorar las inversiones en México para respaldar una recuperación sólida de la pandemia, pero la falta de seguridad jurídica y transparencia lo está haciendo más difícil de lo necesario.
Planteamos estas inquietudes con espíritu de amistad, y solo porque sabemos el extraordinario potencial de crecimiento de nuestra relación. Coincidimos con la evaluación del gobierno mexicano de que el reequilibrio global de las cadenas de suministro –y el posible nearshoring de la manufactura– es una oportunidad histórica para América del Norte. Los trágicos acontecimientos en Ucrania subrayan aún más la importancia de que las economías de libre empresa trabajen juntas hacia una mayor autosuficiencia. La USCC tiene el honor de organizar la Cumbre de CEOs de las Américas en junio en Los Ángeles, donde trabajaremos con nuestros aliados más cercanos, como México, para avanzar este objetivo en toda nuestra región.
Me alegro de tener la oportunidad de conversar sobre estos temas con líderes mexicanos esta semana. Agradecemos que algunas de nuestras preocupaciones ya sean prioridades para el gobierno mexicano y también mantendremos un dialogo abierto para escuchar sus ideas y ofrecer el apoyo de la comunidad empresarial estadounidense para lograr objetivos compartidos. Como hemos demostrado antes, cuando nuestros países trabajan juntos, no hay desafíos que sean demasiado grandes para superar.