Roma no se hizo en un día. Bitcoin fue creado hace 13 años, pero le tomó muchas altas y bajas llegar hasta donde está hoy. Expertos economistas han declarado varias veces que ‘ahora sí' es el final de las criptomonedas. Pero siempre regresan más fuertes y con mayor adopción global.
Una criptomoneda, por definición, es una moneda digital o virtual que está protegida por una blockchain, lo que la hace que sea casi imposible falsificar o de gastarla dos veces. Lo crucial en estos activos digitales es que generalmente no son emitidos por ninguna autoridad central, lo que los hace teóricamente inmunes a la interferencia o manipulación del gobierno.
Están basadas en redes descentralizadas construidas en tecnología blockchain, un libro mayor distribuido (distributed ledger) impuesto por una red dispar de computadoras.
Blockchain parece que es la nueva palabra de moda cuando se habla de tecnología. Pero en realidad se introdujo por primera vez en 2008 como el libro mayor distribuido detrás de las transacciones de bitcoin. Desde entonces, la tecnología ha cobrado vida propia, con interés proveniente de muchos sectores. Su forma de operación es literalmente su traducción en español –cadena de bloques– y gracias a su forma única para registrar y transferir información de forma segura, la hace incorruptible.
Y ahora hablemos de la disputa entre lo centralizado y descentralizado. Lo fascinante de las criptomonedas –más allá de su valor– es la tecnología detrás y la descentralización como mayor característica. La blockchain usa tecnología de contabilidad distribuida que permite el mantenimiento de registros en varias computadoras, conocidas como ‘nodos’. Los nodos verifican, aprueban y almacenan datos dentro de la blockchain. En comparación con los métodos tradicionales de mantenimiento de registros, que almacenan datos en un lugar central, como un gran servidor de computadora.
Una cadena de bloques organiza la información añadida al libro mayor en bloques o grupos de datos. Cada bloque solo puede contener una cierta cantidad de información, por lo que se agregan continuamente nuevos bloques al libro mayor, formando una cadena. Y si nos ponemos más técnicos, es necesario recalcar que cada bloque tiene su propio identificador único, un hash criptográfico. El hash no solo protege la información dentro del bloque de cualquier persona que no tenga el código requerido, sino que también protege el lugar del bloque a lo largo de la cadena, al identificar el bloque inmediato anterior.
Así que bitcoin no está respaldado por ningún activo físico en una bóveda, sino por su valor como forma de pago y la tecnología detrás. Al igual que los early adopters de Internet, la primera ola de adoptantes de criptomonedas tendrá una gran ventaja sobre las siguientes olas. Las criptomonedas unen lo mejor de los dos mundos, tanto financiero como digital. Si bien está en construcción, el futuro llegó; está aquí y tenemos que ser parte.