Colaborador Invitado

El FMI asusta, pero poco

El entorno es complejo porque no se ve en el horizonte cercano que vaya a acabar la guerra ni que se puedan estabilizar las relaciones de China con EU.

Jorge Sicilia, BBVA Research

En las reuniones en Washington, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha lanzado un fuerte mensaje de preocupación por el entorno de alta inflación, por la subida de tipos de interés que se pueden necesitar para controlarla y por el riesgo para el sistema financiero, acostumbrado a tipos bajos durante mucho tiempo.

La reunión termina con el “susto” de que viene una tormenta, que lo peor está por llegar, y que para muchos el año 2023 se va a percibir como una recesión. Como mínimo, recomienda la gerente general del FMI, hay que pedir que cuando la política monetaria está pisando el freno, la fiscal no apriete el acelerador.

El FMI también avisa que los mayores tipos de interés y la apreciación del dólar van a castigar a las economías emergentes. Y ahí recomienda que quien pueda contrate líneas de liquidez con bancos centrales de países desarrollados, o que pida estas líneas al propio FMI. Y adicionalmente, que si los problemas son más de fondo, se opte por recabar ayuda del FMI para reestructurar su deuda; aunque no han propuesto herramientas que faciliten este proceso. Por otro lado, sugiere a los países emergentes que no gasten en balde sus reservas defendiendo un tipo de cambio que no esté apoyado por la política económica.

Desde la crisis financiera de 2008, el mundo ha asistido a una secuencia sin fin de choques negativos: la crisis de la periferia de Europa en 2012, las medidas proteccionistas de EU con Trump y el comienzo del enfrentamiento público con China, la crisis sin horizonte de la pandemia, la salida en tromba tras la Covid-19 y, finalmente, la guerra de Rusia.

Según avanzaban las crisis, las soluciones y los acuerdos globales han ido retrocediendo, hasta llegar al complejo mundo de enfrentamiento que tenemos hoy. Y que se ve en el FMI, en el G20 y en los avisos de Yellen. Además, no se han aprovechado los momentos de calma para recuperar espacio fiscal perdido; ha sido más fácil estimular la demanda que hacer políticas de oferta, y no se ha puesto suficiente foco en los riesgos asociados al sector financiero no bancario.

Al tiempo que cabe lamentar lo que no se hizo, no hay que olvidar que estas medidas de estímulo y de protección a empresas y familias fueron necesarias tras la crisis financiera y las de la Covid. Y la coordinación global tras la crisis de 2008 ayudó mucho a la recuperación. Por lo mismo, sin la sólida regulación bancaria que se construyó globalmente tras 2008, no tendríamos hoy un sistema financiero bancario tan saneado.

El cambio en los mensajes del FMI ha sido casi tan rápido como el de la inflación. Hace un año pedían no reaccionar al choque de inflación; en primavera del 2022, sugirieron volver a una política monetaria normal; y ahora, que los bancos centrales deben ir por todas para controlar la escalada de precios. Espero que pronto veamos un cambio hacia un mensaje mucho más fuerte en lo fiscal y en los riesgos financieros no bancarios.

El entorno es complejo porque no se ve en el horizonte cercano que vaya a acabar la guerra ni que se puedan estabilizar las relaciones de China con EU. Es por ello que el FMI pone su grano de arena haciendo pedagogía para que se comprenda el ajuste que están llevando a cabo los bancos centrales, para pedir a los gobiernos que sean más disciplinados con la política fiscal sin poner trabas innecesarias al crecimiento, que se limiten los daños de la desglobalización, y que se invierta en el largo plazo, incluyendo la lucha desde ya contra el cambio climático.

No es tan difícil alcanzar un equilibrio bueno a dos años, con crecimiento e inflación cercanos al 2.0 por ciento o algo por encima, siempre que se tomen el tipo de medidas que recomienda el FMI; pero es más probable que se consiga si las autoridades se van “asustadas” porque el camino a ese equilibrio está lleno de desvíos fáciles y equivocados. Tras esta última reunión, al menos, muchos ministros de economía han regresado más preocupados que como vinieron. Ahora lo que toca es ponerse a hacer la tarea.

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