México ha basado gran parte de su economía en el sector externo desde ya hace algunas décadas. El mismo gobierno del presidente López Obrador no solo no se opuso al comercio con EU, sino que conociendo la importancia del comercio, impulsó y tomó las decisiones finales para concretar la negociación del acuerdo vigente con Estados Unidos y Canadá que sustituyó al lejano Tratado de Libre Comercio de América del Norte. El nuevo acuerdo permite a México continuar beneficiándose del mejor acceso preferencial que un tercer país pueda tener con la principal economía del planeta.
El año que termina deja incertidumbre y preocupación sobre el futuro de la política comercial de México. Recordemos que la incertidumbre es de los peores enemigos del comercio. En lo que se refiere a la relación comercial con su principal socio comercial, la administración Biden ha mostrado ser no menos proteccionista que la del presidente Trump. Una muestra es conservar las medidas a las importaciones de acero y aluminio que ya han sido declaradas violatorias de la OMC. Asimismo, un panel de expertos ya se pronunció en contra de la interpretación de EU a las reglas de origen en el sector automotor en el T-MEC.
Sin embargo, esto no contendrá a EU de defender sus intereses por las medidas que el gobierno de México pudiera implementar para detener las importaciones de maíz, argumentando el potencial daño a la salud que su consumo pudiera tener al ser genéticamente modificado.
Lo interesante es que, si la medida se basa solo en una sospecha de riesgo para la salud, la violación por parte de México es ineludible. EU ya ganó un caso en contra de la Unión Europea (UE) cuando este bloque, usando el principio precautorio, prohibió la importación de carne con hormonas bajo el mismo argumento que ahora México pretende utilizar.
Lo inquietante es que, si el gobierno de México busca privilegiar la salud de los mexicanos, ahora se esté buscando negociar una fecha para evitar el reclamo de EU. Si se estuviera seguro del objetivo de la medida, ésta debería entrar en vigor lo antes posible. Esta visión de salud luce contradictoria con las medidas recientes para combatir la inflación que relajan los requisitos sanitarios a ciertas importaciones de alimentos, afectando el blindaje que se tenía para evitar la entrada de plagas y enfermedades, del que el sector agropecuario en México es profundamente celoso.
Si bien la disputa sobre el maíz tomará años para que desemboque en represalias, no hay que perder de vista la pérdida de competitividad del sector pecuario en México. Al final, es muy probable que se importe más soya, pero lo más grave es que México importaría más productos de ave y cerdo, por la desventaja que genera el tener pocas opciones de sustitución para la cadena pecuaria en México.
Sin embargo, la amenaza más inmediata se encuentra en las medidas de retorsión que el gobierno de EU y Canadá podrían tomar en caso de que un panel de expertos analice las medidas de México que restringen la competencia en el sector energético. Si bien la fase de consultas continúa, no tenga duda que, en caso de que EU y Canadá decidan solicitar el panel, México tendría que modificar su política energética o enfrentar represalias.
Por otro lado, una gran oportunidad se abre con la visión más autonómica de proveeduría que está permeando en regiones afines a EU y Europa. Las grandes economías buscan protegerse de la experiencia recién vivida con la pandemia y la guerra en Ucrania. El mundo está buscando depender lo menos posible de Rusia y China para continuar funcionando, lo que implica vincular cadenas de producción que eviten ser rehenes de cuestiones geopolíticas.
El que la relación entre EU y China esté en uno de sus peores momentos representa una oportunidad de oro si México logra consolidarse como un socio confiable para albergar procesos de producción en sectores claves, como los semiconductores, y sin restricciones en el acceso a materias primas. El reto es adelantarse a otros países que van por la misma apuesta.
En cuanto a la política de negociaciones de acuerdos comerciales –la cual no solo abre oportunidades a las empresas mexicanas, sino que fortalece lazos con socios comerciales–, es vital que México concrete la modernización de su acuerdo con la UE en este momento en que dicha región está ávida de socios comerciales por el conflicto bélico. Asimismo, renovar el acuerdo con el Reino Unido incrementará el comercio, sobre todo del sector agropecuario mexicano. La mala noticia es que en ninguno de estos casos se pondrían en vigor en 2023. El primero porque no hay decisiones todavía sobre la forma en que deberá ver la luz. El segundo porque las discusiones para actualizar el acuerdo están en etapas tempranas.
* El autor es director ejecutivo de Trade & Access Consulting en Bélgica.