Por Janneth Quiroz Zamora, Subdirectora de Análisis Económico de Grupo Financiero Monex.
Si algo hemos aprendido en los últimos años es que, la recuperación de la actividad económica rara vez es lineal después de una crisis. La aparición de nuevos choques imprevistos de oferta y demanda pueden distorsionar el escenario, lo que normalmente deriva en un cambio estructural, hasta que la economía mundial alcanza un nuevo equilibrio.
La invasión rusa a Ucrania, iniciada a finales de febrero, marcó un punto de inflexión para 2022, sumándose a los efectos pandémicos persistentes que veníamos arrastrando. Además, los cierres de China y las interrupciones en las cadenas de suministro provocaron que las presiones inflacionarias iniciadas en 2021 se intensificaran, propiciando a su vez que los bancos centrales aumentaran las tasas de interés de forma acelerada, hasta niveles no vistos en varios años.
Debido a que este contexto está lejos de cambiar, la incertidumbre sobre las perspectivas de crecimiento económico mundial ha derivado en revisiones a la baja. Por lo que, las empresas deben adoptar estrategias proactivas y flexibles para tratar de reducir el riesgo de pérdidas financieras.
De cara al 2023, hay 3 consideraciones que no se deben de perder de vista. En primer lugar, aunque existe una expectativa consensuada de que la economía mundial enfrentará una recesión leve, se puede estar subestimando la posibilidad de que la contracción sea más profunda en algunos países que en otros, de tal manera que algunas regiones podrían enfrentar serias dificultades el próximo año.
Por el contrario, la sorprendente resiliencia económica de Estados Unidos a finales de 2022, junto con un relajamiento de la política ‘covid cero’ de China, representan notables riesgos al alza para las proyecciones del crecimiento del PIB de esos países. Sin embargo, habrá de considerar que los problemas que enfrenta el sector inmobiliario del gigante asiático siguen representando factores que podrían desestabilizar la economía mundial.
En segundo lugar, aunque existen indicios de que la inflación empieza a desacelerarse en varias partes del mundo, su convergencia a los niveles objetivo será gradual. Con lo que, los bancos centrales mantendrán una línea dura y posiblemente sostendrán la política monetaria en territorio restrictivo a lo largo de la mayor parte del 2023, lo que podría conducir a un endurecimiento desordenado de las condiciones financieras y a un freno abrupto de la demanda agregada.
Finalmente, en tercer lugar, es probable que los estímulos fiscales y monetarios que podrían otorgarse sean modestos si la actividad económica flaquea en los próximos meses, ya que la lucha contra la inflación hará que las autoridades sean más conservadoras a la hora de adoptar políticas económicas expansivas.
Hasta el momento, los indicios más evidentes de un deterioro de la actividad económica mundial se observan en los índices de gerentes de compras (PMI por sus siglas en inglés), los cuales se construyen a partir de encuestas que miden el impulso de la actividad manufacturera y de servicios. Recientemente, los PMI de países desarrollados y emergentes han caído desde territorio expansivo a principios de este año, hasta niveles que indican una contracción. Lo que podría estar adelantando una desaceleración global.
Ante esta coyuntura, la mediana de los analistas consultados por Banxico en la Encuesta sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado de diciembre, estiman que el crecimiento del PIB de México se desacelerará de 3.0% a 0.9% de 2022 a 2023. Según el Fondo Monetario Internacional, se espera que el dinamismo económico se desacelere en el corto plazo ante una expansión más débil de Estados Unidos y condiciones financieras globales más estrictas.
En este sentido, el hecho de que las exportaciones mexicanas hayan caído en términos mensuales en octubre y noviembre constituye la primera señal de que se aproximan nuevos desafíos en el futuro. En el acumulado del primer al tercer trimestre de 2022, las ventas al exterior representan poco más del 40.0% del Producto Interno Bruto de México y las enviadas a Estados Unidos tienen un peso de un tercio del PIB. Lo que hace evidente la dependencia que tiene nuestro país de la demanda estadounidense.
Además, habrá que considerar que, las remesas, el turismo y la inversión extranjera directa son otros canales a través de los cuales nuestra economía se verá afectada si la economía mundial pierde tracción.
Por lo pronto, el 31 de enero, INEGI publicará la estimación oportuna del PIB del cuarto trimestre, con lo que conoceremos cuánto creció la economía de México en 2022.