Axel Christensen, director de Estrategia de Inversiones para América Latina en BlackRock
El 2022 demostró ser un año histórico para las inversiones, con la renta variable cayendo cerca de un 18 por ciento y los bonos globales un 15 por ciento. Pero más allá de los difíciles resultados, nos dejó valiosas enseñanzas para comenzar el 2023: la necesidad de abrirse a un amplio rango de posibles escenarios, el tratar a la geopolítica como una fuente constante de riesgos y el tener un plan preparado ante cambios cada vez más rápidos y menos predecibles. Vale la pena detenerse en los detalles de estas lecciones.
La primera lección, abrirse a considerar un mayor número de posibles escenarios económicos y de mercados, nos obliga a estar atentos a los sesgos del comportamiento que nublan las decisiones de inversión. La guerra en Ucrania, por ejemplo, fue un evento sorpresivo que llevó a que se dispararan los precios de energía, agravando una inflación ya alta debido a las restricciones que produjo la pandemia. Si bien a comienzos del 2022 se esperaba que la inflación subiera dadas estas limitaciones, también fue una sorpresa que EU y Europa vieran los mayores niveles de precios en cuatro décadas.
Esto mismo ocurrió con las tasas de política monetaria de los principales bancos centrales. A comienzos del 2022 se esperaba que terminaran el año cerca del 1.0 por ciento, en el caso de la Reserva Federal, pero la realidad fue que cerraron casi cuatro veces sobre eso. La lección: es necesario ampliar los posibles escenarios a considerar y reconocer que estamos en un nuevo régimen, que exige respuestas rápidas. Esto requiere superar sesgos de comportamiento como la inercia que dificulta la capacidad de aceptar cambios o de hacer muy pocos cambios como para marcar la diferencia.
El segundo punto aprendido es el regreso de la geopolítica como un factor clave en las inversiones, creando riesgos de mercado persistentes en lugar de efectos de corta duración. Eventos como la guerra en Ucrania o la creciente competencia estratégica entre China y EU tienen consecuencias de largo plazo, como la fragmentación reemplazando a la globalización que permitió mantener las inflaciones bajo control por décadas. Hacia delante, tendremos que enfrentar inflaciones persistentemente más altas y mayor incertidumbre en general, que se debiese de reflejar en una mayor prima de riesgo y una mayor exigencia de rentabilidad en todas las clases de activos.
La tercera lección y quizás la más importante: La necesidad de contar con un plan, con una estrategia diferente, reconociendo que un nuevo régimen requiere de ideas nuevas, no repetir lo que funcionó en el pasado. Por ejemplo, comprar automáticamente acciones después de cada corrección de precios o bonos de larga duración cuando se estaba ante el riesgo de una recesión. ¿Por qué? Porque no se puede confiar que los bancos centrales salgan al rescate, recortando las tasas, como lo hicieron antaño.
¿Qué nos dejan estas lecciones como estrategia de inversión al entrar el 2023? Entramos el nuevo año con cautela –subponderando las acciones– frente a la capacidad de los mercados para reflejar en precios la recesión que se avecina en muchas economías. Pero esperamos volvernos más positivos en la medida que el daño económico se manifieste en los mercados y la evaluación del sentimiento de riesgo de mercado mejore. Entretanto, los bonos corporativos nos parecen un buen lugar para esperar que esas condiciones se presenten.