Inició la segunda semana de clases después del regreso por la pausa invernal. Quedan menos de seis meses para terminar el ciclo escolar, y si desde ahora quisiéramos ponerle un sello al ciclo escolar 2022 – 2023 sería el de la ambigüedad.
En un momento explico mejor a qué me refiero, pero antes, es necesario decir que la ambigüedad que viene desde las autoridades tiene un efecto desesperanzador en las comunidades escolares. Las niñas, niños y jóvenes siguen asistiendo a la escuela, siguen jugando y siguen anotando en su cuaderno las lecciones, pero la ambigüedad latente no contribuye a lograr los aprendizajes que necesitan para desarrollar todas las habilidades y para seguir aprendiendo, por lo tanto, se convierte en un atentado contra el derecho a aprender.
Regreso a explicar dónde vemos esa ambigüedad: iniciamos el ciclo escolar sin políticas públicas enfocadas a detener el abandono escolar, resarcir el rezago educativo ni dar formación y acompañamiento socioemocional a docentes y estudiantes; los tres temas son prioritarios para contener la crisis educativa que dejó la etapa de escuelas cerradas por la pandemia. Pese a que en el discurso las autoridades sí refieren la importancia de tratar estos temas, en la realidad no existen y eso nos lleva a preguntarnos ¿dónde están las acciones?, ¿qué decisiones se han tomado para generar programas y destinar presupuesto para que esto sea una realidad? Hablar de los temas, e incluso reconocer su trascendencia se convierte en ambigüedad cuando las escuelas no cuentan con recursos ni lineamientos claros para tratarlos.
Por otro lado, se anunció desde 2022 un cambio en los planes y programas de estudio, en su momento -y lo seguimos reiterando-, dijimos que no era un tema prioritario y que no era momento de generar un cambio de modelo educativo cuando la emergencia educativa estaba latente; sin embargo, siguieron adelante. Antes de iniciar el ciclo actual se dijo que la implementación de esos planes y programas no se ejecutaría hasta el próximo ciclo, es decir, 2023 – 2024 pero que se llevaría a cabo un pilotaje (que tampoco se realizó porque lo detuvo un juez pero con evidencia que no se tenían listos los materiales) y adicionalmente, se realizarían unos talleres formativos para las y los docentes que, efectivamente, la semana del 2 al 6 de enero se llevaron a cabo; sin embargo, los reportes de las comunidades escolares sugieren de nuevo ambigüedad: los materiales llegaron inconclusos, las y los directores escolares debieron descifrar algunas de las instrucciones que llegaron desde la Secretaría de Educación Pública y el taller generó muchas dudas sin tener una línea a seguir para resolverlas y nulo acompañamiento escolar para garantizar la correcta implementación. Ambigüedad de nuevo, es lanzar con bombos y platillos una iniciativa que proponía transformar radicalmente la visión de la educación -con algunos planteamientos interesantes como mayor autonomía escolar, por ejemplo- pero sin la información necesaria y sin cómo aterrizar los planteamientos a la realidad escolar.
Finalmente, en los temas de la bioseguridad tampoco hay un panorama claro; nunca tuvimos protocolos que realmente sirvieran para tomar decisiones de cuidado a la comunidad escolar -en su momento también lo denunciamos-, las escuelas han implementado las medidas como han podido, algunas incluso han debido hacer frente a las carencias económicas para lograrlo y justo en este momento cuando las autoridades de salud reportan un aumento de los casos, algunos estados se plantean retirar el cubrebocas (como el Estado de México) mientras que otros deciden iniciar las clases de manera virtual (como San Luis Potosí). Aclaro que estamos de acuerdo con que cada estado pueda tomar las decisiones que mejor convengan a su contexto, pero lo que vemos es de nuevo ambigüedad: casos que aumentan por un lado, relajar las medidas por el otro y ningún protocolo que permita tomar decisiones informadas.
La ambigüedad tiene en este momento al sistema educativo nacional en una especie de parálisis, le recordamos a las autoridades que estamos en una etapa crucial para tomar las decisiones necesarias para atender la crisis educativa, no podemos seguir esperando ni que en 6 meses termine este ciclo otra vez cargado de ambigüedades que sólo pueden ser revertidas con claridad y decisión, hacemos un llamado a las autoridades para dirigir su energía hacia garantizar plenamente el derecho a aprender.