Colaborador Invitado

Erre con erre

Recuperar, reciclar, readaptar, restaurar, reparar, remanufacturar, reutilizar, reducir, repensar, rechazar… ¿sigo?

Por Dra. Joaquina Niembro. Profesora-Investigadora, Facultad de Ingeniería de la Universidad Panamericana.

Hace más de 50 años, en el marco del Día Mundial de la Tierra se concursó para diseñar un logotipo que representara la idea de reciclaje. El ganador Gary Anderson no anticipó que un simple triángulo iba a ser el símbolo que uniera voluntades preocupadas por el deterioro ambiental. Hoy, aunque la impronta prevalece, el concepto de las tres R: reusar, reciclar y reducir, evoluciona con un dinamismo particular. Las R pasaron de ser tres a ser cinco, siete, nueve, diez y la cuenta sigue, tal vez porque aún no nos ponemos de acuerdo sobre qué incluir.

Continúa latente la necesidad de generar constructos sobre el deber ser en el mundo de las R. Lo que no ha evolucionado aún, son las estrategias para que tales R, dejen de ser teorías y pasen a formar parte del modelo de pensamiento en lo macro y del modelo de negocio en lo micro. Me refiero a que estamos en proceso de adaptar los modelos de negocio exitosos para que respondan a modelos de pensamiento de una sociedad comprometida con el correcto aprovechamiento de recursos naturales, limitar la contaminación asociada y tener una responsabilidad social.

De no hacerlo, estaremos en lo que el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) denomina “diluvios de basura” haciendo referencia al gran problema en el que viviremos con nuestra desmedida forma de desechar. Trivializando, viene a mi cabeza la película infantil Lluvia de hamburguesas. Donde la imagen de enorme comida cayendo del cielo, nos permite inferir obesidad en la población, riesgo por aplastamiento de fat food y el desagradable olor a comida desperdiciada en descomposición. Como la realidad supera a la ficción, algunos y más, de los citados problemas existen sin necesidad de que la comida caiga del cielo.

A continuación, algunos datos de contexto sobre residuos sólidos urbanos, sólo uno de los tipos de residuos de la actividad del hombre. Según PNUMA, cada año en el mundo se producen 2,000 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos, de los cuales, el 45% no se gestiona en instalaciones controladas y la cifra se duplicará para 2050. En la CDMX, en 2021, el Inventario de la SEMARNAT reportó que se generaron casi 5 millones de toneladas de residuos sólidos.

El pasado 30 de marzo se celebró el Día Internacional de Cero Desechos. El PNUMA y ONU-Hábitat promovieron iniciativas de cero desechos y destacaron la importancia de “reducir el uso de recursos y producir menos desechos y contaminación a lo largo de todas las etapas del ciclo de vida de un producto para avanzar en el desarrollo sostenible”. Desde mi visión, los desechos son un tema dentro de complejidad sistémica, donde debe prevalecer la circularidad para la toma de decisiones tanto en lo empresarial como en lo social.

Cero desechos es, para PNUMA y ONU-Hábitat, el esfuerzo “por reducir, reutilizar, rediseñar y reciclar, por desperdiciar menos haciendo un mejor uso de lo que la humanidad produce y por diseñar productos que no acaben su ciclo de vida como desechos no aprovechables, especialmente después de un solo uso”. El trabajar para llegar a cero desechos permitiría mares sanos, agua y aire limpio, aprovechamiento inteligente de recursos y economías resilientes.

Ya en 2019, en el reporte Perspectivas del Medio Ambiente Mundial sexta edición, del PNUMA, se indica que el objetivo común debería ser utilizar los recursos de la manera más eficiente durante el mayor tiempo posible. Y para ello, los recursos deberían circular a través de diversos procesos que reduzcan la necesidad de nuevas materias primas y minimicen los residuos.

Ahora bien, ¿cómo lograrlo? o de forma más realista ¿cómo avanzar en ese sentido? Entre muchas opciones están las relacionadas con la política pública en diferentes órdenes. Cabe mencionar que el problema de los desechos en el contexto geopolítico es un tema local y estatal. Además, que las leyes y reglamentaciones más que prohibiciones son nuevas oportunidades para replantear modelos de negocio, eficientar procesos y ser más sostenibles.

En lo estatal mencionaré dos ejemplos. El primero, asociado a los cambios en la Ley de Residuos Sólidos del Distrito Federal (si aún D.F.) que entraron en vigor hace un par de días, el pasado 4 de abril de 2023. El segundo ejemplo es el de la Ley de Economía Circular de la CDMX, en vigor desde el 1 de marzo de 2023, hace apenas un mes.

De los cambios a la antigua Ley de Residuos Sólidos del D. F. solo mencionaré un par. Se indica que material reciclado es aquel que contenido en “residuos que son transformados” se reincorpora en los ciclos productivos. Así es que reciclar no es separar. Por ley, tendremos que desechar el discurso inexacto proveniente de un concepto inexacto. No digamos más reciclar como sinónimo de solamente separar los desechos. Separar es hacer la primera de muchas acciones de la cadena de reciclar.

Por otro lado, se incorpora en la citada ley, lo relativo a desechos de la industria de la construcción. Ahora, separación de origen, plan de Manejo, recepción, centro autorizado, registros, inspecciones y plantas de tratamiento, entre muchos otros conceptos, se incorporarán formalmente en las decisiones de los stakeholders en la construcción. Los desarrolladores, que conscientes de origen han actuado en pro de la sostenibilidad, tienen ya un trecho recorrido y, por tanto, cuentan con una gran ventaja competitiva. Para los que no han considerado el tema, aviso: ahora ya es obligatorio.

El segundo ejemplo respecto a la política pública es la mencionada Ley de Economía Circular de la CDMX. En ella, se establece la conceptualización del tema. Concordemos o no, sentar las bases del lenguaje común es básico para llegar a acuerdos y plantear rutas de acción. En la ley, es notable el sentido de “diseño”. Me refiero a que las soluciones partirán de la precaución de diseñar mejor para evitar el problema. Particularmente los principios de progresividad y responsabilidad compartida abonan para una mejor implementación. Esperemos ahora, la reglamentación complementaria.

Cité un par de ejemplos de leyes estatales, no obstante que existen las leyes generales, como reglamentarias de las disposiciones de la Constitución. Permiten, entre otros, sentar las pautas de las leyes estatales y de nuevo unificar la conceptualización. Así, existe desde 2003 la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos varias veces reformada.

Ahora bien, respecto a la Ley General de Economía Circular, no hay avances. El proyecto de decreto, según consta en información pública, se remitió del Senado a la Cámara de Diputados a finales de 2021 y posteriormente la minuta se turnó a la Comisión de Medio Ambiente y Recursos Naturales, sin resultados públicos desde entonces. Celebro que en la CDMX y en otras entidades se avance al respecto, pero qué mejor que tener una ley general que no vaya a contravenir lo ya acordado y que signifique un retroceso en la reglamentación.

Finalmente, retomo el título de este artículo. Que ya no aplique el “errre con erre guitarra, erre con erre barril, qué rápido ruedan las ruedas del ferrocarril” a menos que utilice energía renovable. De cara al tema de las R, permítanme, por favor, una adaptación libre: erre con erre reciclo, erre con erre rediseño, erre con erre revalorizo, qué rápido rueden las ruedas de la circularidad. Ojalá, solo se quedara en trabalenguas, pues la complejidad no deja de aumentar, como crece el reto de entender cómo acometer cada una de las R.

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