Alejandro Pagés
En su más reciente informe de riesgos globales, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) identificó que, en un horizonte de dos años, los fenómenos sociales, geopolíticos y ambientales presentarán mayor probabilidad de ocurrencia; sin embargo, en un horizonte de diez años, los factores ambientales dominarán el escenario, sobre todo por la expectativa de fallas en las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático, desastres naturales, pérdida de biodiversidad y colapso de los ecosistemas, previendo una migración involuntaria a gran escala. Estas conclusiones de científicos, expertos y la comunidad global en su conjunto anticipan que se avecina una crisis climática con efectos adversos altamente costosos que también darán lugar a profundas fragilidades y desigualdades que vulnerarán los derechos humanos.
Ante este panorama, la industria financiera debe asumir el compromiso de participar responsable y activamente, puesto que 98 por ciento de su impacto ambiental sectorial se ubica en la cadena de suministro de compañías privadas y activos financieros. Además, en respuesta a las crecientes preocupaciones de empleados, clientes, inversionistas y comunidades afectadas, múltiples empresas se están haciendo responsables de sus prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG).
En este sentido, los inversionistas convencionales han llegado a comprender los riesgos y oportunidades relacionados, por lo que exigen datos más confiables. Como resultado, la cantidad de información ASG que ponen a disposición de los participantes del mercado financiero, tales como agencias de calificación y organizaciones de tecnología, auditoría y consultoría, se ha disparado. Así pues, es cada día más relevante para las empresas contar con estándares y regulación más coherentes y consistentes. Por estas razones, los mercados financieros requieren de información clara, completa y de alta calidad sobre los impactos en términos ASG para guiar sus decisiones.
ACCIONES QUE SUMAN
México acaba de dar un paso más en su camino por impulsar la transición del sistema financiero al publicar la primera Taxonomía Sostenible, la cual nace como una herramienta de financiamiento que constituye un sistema de clasificación de activos financieros, sectores y actividades económicas para garantizar contribuciones sustanciales a los objetivos medioambientales y sociales.
Su relevancia radica en los impactos directos e indirectos en términos del financiamiento otorgado por parte de cada sector de la industria financiera y su tenencia de inversión en activos. Por ejemplo, en el cuarto trimestre de 2022, la banca múltiple destacó como el principal tipo de intermediario, otorgando 50.7 por ciento de financiamiento al sector privado, seguida del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) y el Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Fovissste) que, en conjunto, suman 20 por ciento; los mercados de deuda y capitales, 15.7 por ciento; los intermediarios no bancarios, 9.31 por ciento, y la banca de desarrollo, 4.43 por ciento. Adicionalmente, en términos de tenencia de activos, la banca múltiple registró 42.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) al cuarto trimestre de 2022, mientras que las administradoras de fondos para el retiro (Afores) alcanzaron 17.6 por ciento, seguidas de los fondos de inversión con 9.6 por ciento, la banca de desarrollo con 8.5 por ciento y el sector asegurador con 7.3 por ciento.
Esta taxonomía se enmarca en la trayectoria de los esfuerzos que se realizan a nivel global para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). En particular, con los principios de responsabilidad para acelerar una transición global positiva para las personas y el planeta, conforme a la Agenda 2030, y con la creación del Grupo de Trabajo sobre Divulgaciones Financieras relacionadas con el Clima (TCFD, por sus siglas en inglés) para mejorar la presentación de información financiera relacionada con el clima.
Todas estas iniciativas pretenden impulsar y ordenar las acciones contenidas en los criterios ASG para afrontar y solucionar los riesgos que se visualizan. De hecho, en el más reciente reporte de KPMG International, Voices on 2030: Financial services reinvented, se recogen las opiniones de algunos de los líderes más inspiradores e imaginativos de la industria, así como su visión sobre el futuro del sector. En resumen, prevén que sea el sector financiero el gran impulsor conductual del cambio de sistema; reconocen que deben aumentar su ambición, pues el mundo se está quedando atrás en su misión por alcanzar el cero neto pese a que el capital de servicios financieros está impulsando la transición hacia la sostenibilidad; tienen claro que cada decisión es una decisión ASG, ya que estos criterios están integrados en los préstamos y la inversión; enfatizan las acciones sociales y de gobernanza, no solo las ambientales, porque entienden que los clientes exigen justicia e igualdad; observan que los inversionistas han duplicado su exposición a activos como las energías renovables, y enfatizan que la crisis es global y que requiere trabajo cooperativo, particularmente en política tributaria. El camino para las instituciones financieras está trazado: su misión y acciones deben encaminarse claramente a atender los riesgos y las oportunidades ambientales y sociales, para lo cual sus estructuras de gobierno corporativo deberán contar con la mejor información a su alcance en beneficio de los inversionistas, otros grupos de interés y el planeta.
El autor es director de Asesoría en Sustentabilidad, ASG y Economía Circular de KPMG en México