Este 30 de julio próximo se conmemora el Día Mundial Contra la Trata, como una iniciativa de las Naciones Unidas que tiene por objetivo sensibilizar y hace un llamado a los gobiernos, las fuerzas del orden, los servicios públicos y la sociedad civil para evaluar y mejorar sus esfuerzos para fortalecer la prevención, identificar y apoyar a las víctimas, y poner fin a la impunidad.
Esta problemática no es menor, si consideramos que, de acuerdo con cifras de la Organización Internacional del Trabajo, más de 40 millones de personas en todo el mundo son víctimas de esclavitud moderna, es decir, de alguna forma de trata.
Pero ¿qué es la trata de personas?, es un fenómeno sumamente complejo, de origen multifactorial y que comprende múltiples actividades, por demás ilícitas e inhumanas, dado que inciden directamente en la dignidad de la persona. El Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia organizada transnacional la define en su artículo 3, destacando por un lado las conductas que la configuran, como lo es la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación.
Con el simple nombre de la Convención que da pie a este protocolo y el tipo de actividades que se encuentran tipificadas en la definición que antecede nos podemos dar una idea de la profundidad del problema, no solamente porque reporta ganancias ilícitas de aproximadamente 120 mil millones de dólares al año, según la Oficina de Naciones Unidas Contra del Delito y la Droga, lo que la convierte es la tercera actividad ilícita más lucrativa, después del tráfico de drogas y de armas, sino también por su alcance y variedad.
En efecto, se trata de un problema de crimen organizado, es decir, de la existencia de redes de personas que desempeñan distintas jerarquías, roles y funciones, a través de las cuales pretenden obtener beneficios materiales o económicos mediante la comisión de actividades ilícitas. Estas redes se entretejen al interior y al exterior de los países, lo que nos permite observar la importancia de la cooperación internacional para su combate y desarticulación.
También es una problemática compleja por la variedad de tipos y formas de explotación, entre las que se incluyen la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos, cada uno de estos tipos con sus variantes y modalidades que pueden configurar un abanico muy extenso de posibilidades.
Finalmente, de acuerdo con los informes y estudios realizados por la ONU, es importante destacar que las causas que provocan estas actividades son múltiples y se han recrudecido por las crisis mundiales, los conflictos y la emergencia climática, aumentando el riesgo de trata, debido a los desplazamientos y las desigualdades socioeconómicas que afectan a millones de personas en todo el mundo, siendo las personas que no gozan de un estatus legal, que viven en la pobreza, que tienen un acceso limitado a la educación, a la atención sanitaria o a un trabajo digno, que sufren discriminación, violencia o abusos, o que proceden de comunidades marginadas, los principales objetivos de los traficantes.
De acuerdo con su informe anual sobre trata de personas denominado Trafficking in Persons Report (TIP), el gobierno de los Estados Unidos destaca que México es un país de origen, de tránsito y de destino de víctimas de trata con fines de explotación sexual y de trata para trabajo forzado y que los grupos que se encuentran en una mayor situación de vulnerabilidad como son los niños, las niñas, las mujeres, las personas indígenas, las personas con discapacidades, las personas en situación de migración y las personas de la comunidad LGBTTTI, ocupando el tercer lugar a escala global en ese delito, sólo después de Tailandia y Camboya, según la organización internacional A21. Tampoco nos ayudan los problemas de corrupción, migración, inseguridad y crimen organizado que tenemos en nuestro país, que hacen que los pocos esfuerzos implementados a nivel gubernamental se vean sumamente opacados.
Como puede verse, hay mucho por hacer, pero el primer paso como sociedad es informarnos, sensibilizarnos y tomar conciencia de este problema y la manera en la que afecta a millones de personas directamente, así como a sus familias y, consecuentemente, a las sociedades en las que se encuentran, en todo caso, es un problema que nos incumbe a todos, no solamente por razones de humanidad, sino también porque cualquiera puede llegar a vivirlo directa o indirectamente.
En este sentido, querido lector, si tiene tiempo en estas semanas que vienen, lo invito a que esté atento al estreno en México de una película que ha causado cierto furor en las salas de cine de nuestro país vecino denominada “Sound of Freedom”. Esta película tiene como peculiaridad que se encuentra dirigida y producida por los mexicanos Alejandro Gómez Monteverde y Eduardo Verástegui, de la mano de Angel Studios y ha sido un fenómeno, llegando a recaudar más de 40 millones de dólares durante su estreno en ese país -más que la nueva de Indiana Jones-, ello con independencia de la manera en que aborda la temática, a partir de una historia real vinculada con la trata de personas y su combate.