Colaborador Invitado

The New Washington consensus

La política comercial de Biden busca reducir la vulnerabilidad de EU de China, atraer inversión extranjera y fortalecer al dólar ante el yuan, muy parecido a los objetivos que tenía Trump.

Consultor en Políticas Públicas y Comercio Exterior

A partir de abril, algunos de los principales miembros del gabinete del presidente Biden empezaron a hablar del “Nuevo Consenso de Washington” para describir la política de comercio internacional de su país. Este término se refiere a que Estados Unidos dejará de fomentar la interdependencia global y el libre comercio, como lo ha venido haciendo desde finales de los 80s, ante las constantes violaciones de China a las reglas de la OMC, la vulnerabilidad de las cadenas de suministro de la industria estadounidense a los acontecimientos que no puede controlar fuera de su territorio –como lo demostró la pandemia del Covid– y ahora con la necesidad de aplicar sanciones económicas efectivas a Rusia por su invasión a Ucrania.

La política comercial de Biden busca reducir la vulnerabilidad de Estados Unidos de China, atraer inversión extranjera (restringiendo la inversión en territorio chino) y fortalecer al dólar ante el yuan, lo que suena muy parecido a los objetivos comerciales que tenía Trump y que rompen con el régimen que prevaleció durante los últimos 35 años. Además, la política comercial de Biden requiere de una política industrial que promueva y defienda a los sectores que considere estratégicos. En su caso, estima que la generación de nuevas tecnologías limpias le permitirá mantener la hegemonía ante el gobierno de Xi Jinping.

En este contexto, se entiende el esfuerzo para aprobar en agosto pasado la Ley de Semiconductores y Ciencia y la Ley para Reducir la Inflación, que en conjunto ofrecen 1.1 billones (en español) de dólares para financiar el desarrollo de semiconductores y nuevas tecnologías limpias, y los recientes acuerdos con Japón y otros países para tener acceso a tierras raras y otros metales estratégicos. Por su parte, China inició con poco éxito una campaña para atraer inversión extranjera –aunque no ha dicho cómo mejorará la protección a los derechos de propiedad intelectual– y a partir del próximo 1 de agosto suspenderá las exportaciones de galio y germanio, dos minerales estratégicos utilizados en la producción de semiconductores, fibra óptica, celdas solares y diversos instrumentos de alta tecnología.

Ni el Congreso ni las principales asociaciones del sector privado de Estados Unidos apoyan la política comercial de Biden, menos aún cuando existe la posibilidad de que Trump gane la presidencia en el 2024 e imponga medidas aún más proteccionistas. La semana pasada, Suzanne Clark, presidenta de la U.S. Chamber of Commerce, publicó un ensayo pidiendo que Biden replanteé su política comercial, pues la resiliencia de las cadenas de suministro no depende exclusivamente del comercio. Por su parte, los líderes de ambos partidos políticos en el Capitolio han reconocido que la negociación de acuerdos comerciales que ofrezcan a otros países acceso preferencial al mercado de Estados Unidos genera mayor influencia en temas no comerciales.

La política comercial de Biden y la mala implementación del T-MEC en México hacen cuestionar el futuro del acuerdo, sobre todo cuando las quejas aumentan y no hay soluciones. Este 20 de julio se cumplió un año de que el USTR solicitó consultas sobre energía. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos presentó una petición ante la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (antes Cofemer) para retrasar la implementación de la NOM-187, ante la falta de avance en las consultas sobre maíz transgénico. No se reportó ningún avance significativo después de la tercera reunión de la Comisión del T-MEC en Cancún. Y Biden desestimó la violación al capítulo 24 por la falta de protección a la totoaba y a la vaquita marina, justo cuando se anunció que en junio se registró el menor número de cruces ilegales en la frontera desde el inicio de su mandato.

A Estados Unidos no le interesa negociar nuevos TLCs, argumentando que su arancel industrial promedio es 3.1 por ciento y que importa 50 por ciento de los bienes intermedios sin arancel, aunque sus aranceles agrícolas son mucho más altos. Según la OMC, el arancel industrial promedio de México es 6.0 por ciento y el agrícola promedio es 14.0 por ciento, siendo el segundo destino de las exportaciones agrícolas de aquel país. Para la reunión de septiembre del Diálogo Económico de Alto Nivel, Biden ha puesto en primer lugar el fortalecimiento de las cadenas de suministro y el desarrollo de nuevas tecnologías limpias. Esta es una gran oportunidad para presentar una propuesta que genere beneficios concretos en el corto plazo, usando las ventajas que ofrece el T-MEC y rescatar la legitimidad del tratado.

COLUMNAS ANTERIORES

El panorama comercial para la UE con el triunfo de Trump
El reto de la cautela en las compras navideñas: una mirada al consumidor

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.