Consultor en Políticas Públicas y Comercio Exterior
Justo cuando México dejó de participar activamente en la mayoría de los organismos internacionales a los que pertenece, la importancia de estos ha aumentado como resultado de la fragmentación del régimen de comercio internacional. Las medidas proteccionistas del gobierno de Trump –que Biden ha dejado prácticamente intactas– y la orientación doméstica de la política del propio Biden, han generado tres grandes bloques encabezados por Estados Unidos, la Unión Europea y China, donde la innovación tecnológica y el control de los minerales estratégicos son factores decisivos para establecer la hegemonía durante las próximas tres décadas.
Este fin de semana, se realizará en Nueva Delhi la cumbre anual de líderes del G20, considerado como el principal foro para la cooperación internacional, y que ha jugado un papel clave en el gobierno de la economía mundial y en su arquitectura, sobre todo desde el 2008. Sus miembros incluyen a los ocho componentes del G7, el grupo de las economías más fuertes del mundo, a siete de los 11 países del grupo de los BRICS, considerados como el grupo de mercados emergentes con mayor potencial, y a seis de los 10 principales productores de petróleo.
Aunque la reunión ofrece la oportunidad de realizar varias reuniones informales con los líderes de los otros países asistentes y de los organismos internacionales invitados (p.e. OMC, FMI, OCDE), el evento tenía poca difusión debido a que existía un consenso mundial en favor del libre comercio y del buen funcionamiento de los mercados. Estados Unidos apoyaba a las principales instituciones internacionales encargadas de regular el régimen político y comercial y nuestra activa participación en los foros internacionales protegía nuestros intereses.
La agenda para este año ha generado probablemente la mayor fragmentación entre los miembros del grupo en sus 24 años de historia, en especial entre el G7 y los BRICS, por lo que las discusiones serán mucho más intensas e incluso se prevé que no se emita un comunicado conjunto al final del evento con los acuerdos sobre políticas públicas. La agenda incluye la seguridad de la oferta alimenticia (donde la guerra en Ucrania y el Covid juegan un papel central); la transición hacia energías limpias (lo que implica el futuro de las economías de los países exportadores de petróleo y el acceso e industrialización de tierras raras y minerales estratégicos); la eficiencia de las sanciones impuestas a Rusia; el manejo del cambio climático (y los compromisos del Acuerdo de París); la resiliencia de las cadenas de suministro (tema central para Biden) y el papel de las monedas en el comercio internacional, sobre todo del dólar y del yuan.
Cada año, la agenda se elabora en base a las conclusiones y recomendaciones de las reuniones de preparación de los ministros de comercio y finanzas, de los presidentes de los bancos centrales y del grupo de representantes de los líderes de los países miembros, llamados sherpas. En su lenguaje y contenido de este año, se nota el intenso trabajo de las autoridades de Estados Unidos, de modo que las conclusiones de la cumbre reflejen el liderazgo internacional del presidente Biden. Se esperan tres ausencias importantes: la de los presidentes de China, debido a conflictos con el país anfitrión; de Rusia, por los problemas derivados de la invasión a Ucrania, y de México, que no asiste desde el 2018.
El cambio en el paradigma del régimen comercial requiere que los miembros del G20 realicen varios ajustes. Sobre todo, la elaboración e implementación de una sólida política industrial, de una estrategia para fomentar el crecimiento de la economía en base al desarrollo de ciertos sectores. Ya no es posible argumentar que la mejor política industrial es la no intervención del gobierno. Y como ejemplo tenemos a Estados Unidos, que hace todo para fomentar la compra de productos elaborados en su país, o a Corea del Sur, Japón y China que han logrado el crecimiento de su economía en base al desarrollo de los sectores de autos, bienes electrónicos y telefonía.
Hoy en día, una política industrial exitosa requiere que el gobierno sea cómplice del sector privado y establezca las condiciones para promover la innovación tecnológica en los próximos 25 años, en base a fuentes limpias de energía y que maximicen los beneficios derivados de sus minerales. Para fomentar su efectividad, Canadá ha propuesto la elaboración de políticas industriales con otros países, que en nuestro caso se podrían elaborarse en el marco del T-MEC.