Colaborador Invitado

Los contratos inteligentes y el sector financiero

El uso de contratos inteligentes permite ubicarnos en un ambiente que no es necesario depositar toda la confianza en un solo ente, individuo o institución para que el sistema funcione.

Juan Carlos Machorro, abogado socio líder de la práctica transaccional de Santamarina y Steta

La tecnología blockchain consiste en una cadena de bloques en la que cada uno contiene un conjunto de transacciones, enlazados mediante una función criptográfica.  Es un sistema descentralizado y distribuido que permite el registro y verificación de transacciones de manera segura, transparente e inmutable en el que, en lugar de tener una autoridad centralizada que controla y verifica las transacciones, se utiliza una red de nodos que trabajan en conjunto para validar y registrar las transacciones.

Los contratos inteligentes, también conocidos como smart contracts, están basados precisamente en la tecnología blockchain, lo que les garantiza seguridad, transparencia e inmutabilidad (no pueden alterarse por voluntad de una persona) y descentralización (no requieren de intermediarios). Estos contratos se ejecutan automáticamente cuando se cumplen condiciones previamente definidas y permiten a las partes establecer acuerdos y condiciones sin necesidad de confiar en terceros; es decir, una vez que se cumplen las condiciones establecidas en el contrato el programa se ejecuta automáticamente y realiza las acciones acordadas, como transferir fondos o activos digitales, por ejemplo.

Recientemente la escuela de negocios de la Universidad de Columbia publicó una entrevista con Ciamac Moallemi, profesor de Negocios William von Mueffling en dicha institución (Understanding and Unleashing the Power of Blockchain) acerca de los aspectos básicos del blockchain y los contratos inteligentes y la manera como esta tecnología tiene el potencial de reconfigurar a la industria financiera.

El profesor Moallemi refiere que plataformas de uso común como Uber generalmente trabajan sin problemas, pero presentan un reto importante que consiste en que, una vez que se insertan en el uso común de los usuarios, se forman monopolios naturales. Por ejemplo, cita el profesor Moallemi, en el caso del servicio de transporte por automóvil, mientras más choferes tenga una compañía, más choferes desearán trabajar en la misma, que a su vez continuará atrayendo más choferes y así en lo sucesivo, surgiendo inevitablemente un jugador dominante. En plataformas como Uber, la plataforma no proporciona ni maneja el auto y no paga por la gasolina que consume y, sin embargo, esta participa del 30 por ciento del precio del servicio. Blockchain ofrece una alternativa a lo anterior y aun cuando no hemos llegado ahí, la promesa hacia el futuro consiste en coordinar a las personas a través de contratos inteligentes de manera que, por ejemplo, los conductores de autos puedan ofertar tarifas por servicios y los pasajeros coticen lo que en efecto desean pagar por el servicio; en ese sentido, la oferta y la demanda pueden enlazarse a través de la tecnología, los precios pueden establecerse por las fuerzas del mercado, eliminándose la participación de un actor centralizado y el riesgo de un poder dominante.

En el sector financiero, las finanzas descentralizadas replican funciones financieras tradicionales (vgr., operaciones de préstamo de dinero o la comercialización de títulos valor) de una manera descentralizada.  Si uno piensa en la manera tradicional de comprar y vender valores, existen bolsas de valores alrededor del mundo, todas ellas entidades centralizadas a las que acuden compradores y vendedores y fijan el precio de los valores a partir de la oferta y la demanda. Lo que blockchain permite es realizar esto sin la participación de una entidad central a la que se confíe tal actividad, de manera que las personas comercialicen entre sí, con un menor grado de intermediación y sin la necesidad de confiar en terceras personas.

El uso de contratos inteligentes permite entonces ubicarnos en un ambiente que se conoce como trustless (sin confianza) que significa que no es necesario depositar toda la confianza en un solo ente, individuo o institución para que el sistema funcione.

Como en otros temas de vanguardia tecnológica, la manera de regular esta tecnología presenta retos importantes. A la fecha, las regulaciones en la materia se han enfocado más en la sanción de prácticas perniciosas y menos en ilustrar la manera de operar adecuadamente.

Es este un tema que irá sin duda evolucionando y encontrará cabida en el ecosistema entero de operaciones financieras y en la vida de las empresas y los inversionistas.

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