Colaborador Invitado

El factor Marcelo y la rebeldía política

Para blindar el proceso y evitar la diáspora de Marcelo, el presidente se vio obligado a aceptar la mayoría de las exigencias del entonces secretario de Relaciones Exteriores. Los aspirantes firmaron el acuerdo e inició la aventura.

La causalidad en política es una constante, discreta y huraña, pero siempre presente. Lo hemos repetido una y otra vez. Va de nuevo: «Muy pocos franceses entendieron que, en aquella fría mañana de París, en los cascos de los caballos napoleónicos, se iniciaba el 18 Brumario.» Poco creíble que 26 viajeros del Granma hicieran la Revolución Cubana. Iturbide nunca pensó que Santa Anna, un militar marginado y resentido, apostado en Veracruz, derribara su imperio e instaurara la República.

Así es la política, así es el poder. La realidad, finalmente, siempre se impone. La ambición desmedida del poder es mala compañera, tanto para los que lo tienen como para los que lo buscan. La misma melodía con distintas partituras.

En política no es recomendable adelantar vísperas. Morena concluyó el proceso de selección de su candidata y preparó la fiesta de la victoria. Alegría y fanfarrias, cohetes y mariachis y, de pronto, ¡oh!, sorpresa, un actor importante en la tramoya denuncia anomalías, pide cancelar el festejo y no asiste a la celebración.

El factor Marcelo se hace presente. Es disruptivo para el movimiento de Morena, exige reposición del proceso, pide nueva música, nueva vajilla, banda norteña en lugar de mariachis y otro menú. No hay marcha atrás. El líder de Morena, el presidente de México, entrega el bastón de mando del movimiento a la festejada y cancela cualquier consideración política.

El excanciller conoce los tiempos y domina el suspenso. Le ratifican amistad y le reiteran invitación. Se crece al castigo y utiliza su silencio como distractor social. Los medios, las redes y el morbo político le dan amplia cobertura periodística.

Varios analistas dan por hecho que a Marcelo lo engañaron y fue víctima de atropello político. Es muy discutible, todas las encuestas dieron el triunfo a Claudia.

Vamos a intentar construir otra versión de los acontecimientos, que raya con el surrealismo mágico. Marcelo es un político con experiencia, cuajado en el fragor de la batalla; con Manuel Camacho, su maestro en el tráfago de la política, ganó y perdió. Ha sufrido en carne propia los manjares y la hiel del poder. No es un aprendiz del oficio de las tinieblas. En mi opinión, Ebrard siempre supo el terreno que pisaba. Sin embargo, el pensar que López Obrador «se la debía» y también además por sus apoyos a la causa debilitó su olfato político y olvidó la condición humana del que maneja el poder.

En estas circunstancias, se supone que cuando decidió ser una corcholata sabía a lo que se enfrentaba. El presidente siempre definió e hizo del dominio público su preferencia. El pueblo sabio siempre supo el secreto. Era batalla desigual, una carrera llena de obstáculos y ante esta realidad, es de suponer que elaboró una estrategia para competir y poner en juego una mecánica de propuestas y enfrentamiento con Claudia, que no funcionó.

Como parte de su estrategia amenazó con retirarse y ante esta expectativa mediática pidió con urgencia ver al presidente para expresarle sus reclamos. Los enterados afirman que la reunión con López Obrador consistió en exigir piso parejo y reglas claras; además, le llevó pruebas de la inequidad del proceso y documentación que corroboraba que el gobierno de la CDMX destinó recursos a los medios para que estuvieran a favor de Claudia y en contra de él y su familia. Pidió las renuncias de los aspirantes, el manejo de encuestas espejo y otras propuestas adicionales.

Para blindar el proceso y evitar la diáspora de Marcelo, el presidente se vio obligado a aceptar la mayoría de las exigencias del entonces secretario de Relaciones Exteriores. Los aspirantes firmaron el acuerdo e inició la aventura.

Durante el recorrido hay inconformidades que hace públicas y denuncia la intromisión de la secretaria del Bienestar y de gobernadores a favor de la exjefa de Gobierno. Al final, no acepta el resultado y exige reposición del proceso. Sabe que no hay marcha atrás. Aprovecha su espacio y tiempo para lanzar un ultimátum y, además, anuncia la creación de un movimiento nacional plural de causas que le dará liderazgo y vigencia. Al tiempo, ya fuera de Morena, puede negociar con ventaja para su provecho político.

Por todo lo anterior, surge la pregunta a flor de labios: ¿Quién chamaqueó a quién? ¿Morena a Marcelo o Marcelo a Morena? Tiempos de recordar la bella canción de Atahualpa Yupanqui: «Pobre de mi patrón que piensa que el pobre soy yo.»

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