Mexicanos Primero

Huracanes y el derecho a aprender

Si se reactiva a la brevedad el servicio educativo, la población guerrerense contará con un factor de protección. Sin escuelas funcionando, todo el proceso de reconstrucción será más difícil.

El paso del huracán Otis ha causado una tragedia humanitaria difícil de comprender desde lejos. Mientras las personas en Acapulco esperan con frustración la ayuda necesaria para levantarse y que llega lentamente, es importante empatizar con el dolor de familias que perdieron a un ser querido, que se quedaron sin un techo o sin su fuente de trabajo. La recuperación será un proceso largo que requerirá de la solidaridad de todo un país.

Aunque la prioridad ahora está en reactivar lo fundamental para la supervivencia, es importante tener en consideración el impacto de este tipo de desgracias sobre el derecho a aprender de los estudiantes. La generación joven de este país ha vivido años difíciles. En Acapulco, hay cerca de 200 mil niñas, niños y jóvenes en edad de ir a la escuela, y sobre 33 mil niñas y niños entre cero y dos años. No estar en la escuela tiene efectos negativos sobre el bienestar, el aprendizaje y las oportunidades de futuro. Esta es una realidad que debe mirarse de frente y sin dobles lecturas.

Por ello, es importante entender que estos eventos climáticos extremos no deben interpretarse como hechos fortuitos ni aislados. Una semana antes del impacto de Otis, Sinaloa sufrió el paso del huracán Norma. El meteoro puso en evidencia la vulnerabilidad de la infraestructura educativa. Antes del huracán, el 48 por ciento de las más de 5 mil 300 escuelas públicas de educación básica necesitaban rehabilitación. Tras el paso de Norma, el deterioro se intensificó, complicando la situación en más de mil 200 planteles educativos, según datos de un censo preliminar. De éstos, muchos han reanudado su funcionamiento, pero no todos. En cada escuela cerrada, hay una comunidad de estudiantes que ven su derecho a aprender en riesgo.

La situación actual en Guerrero es tan grave que quizá pensar en ir a la escuela aún no está en la cabeza ni en el corazón de nadie. Otis golpeó zonas densamente pobladas, cobrando decenas de víctimas y dejando absoluta devastación a su paso. Agua, comida, medicinas, abrigo y combustible son las necesidades más apremiantes. Pero pronto habrá que enfrentar el duro ejercicio de evaluar las afectaciones y cuantificar el costo de reconstruir toda una ciudad.

Sin escuelas funcionando, todo el proceso de reconstrucción será más difícil. Pero si se reactiva a la brevedad la continuidad del servicio educativo, la población guerrerense contará con un factor de protección. Como señala la evidencia respecto al rol de la educación en contextos de emergencia, volver a la escuela brindará a los estudiantes un espacio para retomar su trayectoria de aprendizaje y reducir la angustia provocada por la catástrofe. Y las familias recibirán un apoyo fundamental para concentrarse en recuperar sus hogares y fuentes de trabajo. Es deber del Estado, en todos sus niveles, garantizar el derecho a la educación en cualquier circunstancia. La emergencia no puede ser una excusa para justificar omisiones.

Además de exigir a las autoridades una respuesta a la altura del problema, la tragedia causada por el huracán Otis debe ser un llamado de atención para construir resiliencia frente a eventos climáticos extremos. Estas tragedias inevitables golpearán mucho más duro si no se corrigen debilidades estructurales que obligan a navegar la crisis de manera improvisada y sin sentido de urgencia. La previsión constante de recursos extraordinarios para financiar programas de prevención y reconstrucción, así como el apalancamiento de nuevas tecnologías para priorizar recursos y tomar decisiones en tiempo real, debieran ser herramientas básicas en el manejo de situaciones como la actual.

La tragedia de Otis debe servir no solo como oportunidad para que el país se una en torno a la solidaridad, sino como recordatorio de que proteger a la población del país en momentos difíciles es parte central de ejercer la soberanía nacional. Aunque no sea un requisito de supervivencia, en tiempos de crisis la educación es una herramienta esencial para proteger el presente y el futuro de nuestra juventud.

Gustavo Rojas Ayala es director general de Mexicanos Primero Sinaloa.

COLUMNAS ANTERIORES

Revisemos La Escuela es Nuestra
Presupuesto educativo e inequidad: ¿van de la mano?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.