Carolina L. Muñoz y José Manuel Urquijo
El 2024 es uno de los años electorales con mayor caudal de trabajo para consultores y estrategas en México, pero el mayor caudal viene acompañado de los mayores desafíos que hay a nivel tecnológico, con la inminente irrupción de la Inteligencia Artificial (IA) como parte de las nuevas herramientas que hoy están accesibles prácticamente para todos.
Ya muchas plataformas de IA irrumpieron en las campañas desde 2016 cuando Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos, o con la aparición de candidatos a distintos cargos de elección popular que son robots programados con Inteligencia Artificial en países como Japón o Rusia, que han generado debates intensos sobre el uso de esta tecnología que promete revolucionar el mundo como lo conocemos.
Esta cuarta revolución industrial como la ha denominado el director ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Martin Schwab, no solo ha presentado avances importantísimos en las áreas de la salud, el combate al cambio climático, la predicción de los mercados financieros o la industria del entretenimiento, también ha llegado para quedarse en las campañas electorales, como lo vimos en abril pasado cuando los republicanos publicaron un spot recreando imágenes apocalípticas ante un posible nuevo triunfo de Biden y Harris, o como lo hemos visto en la campaña de la aspirante del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, que en varios de sus spots utiliza esta herramienta para recrear imágenes, sonidos y una voz muy similar a la suya.
En 2017, el director de Inteligencia Artificial en Google, Jeff Dean, dijo que “la inteligencia artificial será mucho más impactante en nuestra vida cotidiana que lo que fue la computadora de escritorio o el teléfono inteligente de bolsillo”, y hemos visto que esa proyección de hace seis años se está cumpliendo cada vez con mayor fuerza. De ahí que incluso Naciones Unidas publicó el primer acuerdo mundial sobre la ética de la Inteligencia Artificial en el año 2021.
El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA), un esfuerzo que nació el pasado mes de agosto para abordar el tema con una visión regional, concluye que “la mayoría de los países (11 de 12) cuenta con avances regulatorios en temas fundamentales para la IA, pero más transversales, como protección de datos y ciberseguridad”, sin embargo, queda fuera cualquier viso para una posible regulación en el ámbito de lo político electoral.
A diferencia de lo que ocurre en los países de la región, en Estados Unidos comienza a generarse una discusión con mayor fuerza sobre el uso de esta herramienta en las campañas electorales, de hecho, un informe del Servicio de Investigación del Congreso norteamericano publicado este año, indica que “el uso de la IA para generar deep fakes está causando preocupación porque los resultados son cada vez más realistas, se crean rápidamente y se hacen a bajo costo con software disponible gratuitamente y la capacidad de alquilar potencia de procesamiento a través del cómputo en la nube. De este modo, incluso los operadores no cualificados podrían descargar las herramientas informáticas necesarias y, utilizando datos públicos, crear contenidos falsificados cada vez más convincentes”.
La preocupación de los congresistas americanos no es para menos, porque han sido testigos de cómo las herramientas de Inteligencia Artificial pueden generar distorsiones en la democracia.
De una década para acá, cada vez con mayor velocidad los usuarios nos informamos a través de redes sociales, en particular a través de sus teléfonos. Despertamos, tomamos el teléfono, vemos noticias o nos informamos con X o leemos y confiamos en una noticia que reenviamos solo porque una persona de nuestra confianza nos la compartió, y en nada de eso revisamos si el contenido es o no verídico.
Algunos de los principales riesgos que hemos identificado en el uso de la IA en campañas políticas, además de la desinformación, son por ejemplo el reforzamiento de estereotipos y discriminación por motivos de género, raza, étnicos, orientación sexual o identidad de género; también el exceso de vigilancia que puede romper con el derecho a la privacidad que tienen los ciudadanos en un entorno donde siempre se nos solicitan datos de navegación que configuran nuestros perfiles ideológicos por el consumo de información que hacemos en internet; y lo más importante, la sustitución del ser humano en actividades propias de la política.
Desde la consultoría política tenemos la responsabilidad de adoptar y promover las herramientas que nos ofrece la cuarta revolución industrial y ponerlas al servicio de los electores resguardando sus derechos humanos y su privacidad, y denunciar cuando se hace mal uso de la misma. El 2024 nos pondrá a prueba a todos desde la ética de los políticos, de las autoridades electorales y de los propios estrategas políticos. Tenemos que estar a la altura.
Carolina L. Muñoz es maestra en Política y Economía Internacional por la Universidad de San Andrés, Argentina, miembro de la Red de Politólogas y es consultora con experiencia en campañas políticas en Argentina, México y Latinoamérica.
José Manuel Urquijo es maestro en Comunicación Política y Gobernanza Estratégica por la George Washington University, y consultor con experiencia en campañas electorales y de gobierno en México y Latinoamérica.