Por Agustín Gama, Director de la oficina de Puré Earth en México.
Datos de la Organización Mundial de la Salud indican que el plomo es uno de los diez tóxicos de mayor preocupación a nivel mundial.
En 2019, se reportaron 9 millones de muertes en el mundo por factores de riesgo ambientales y 900 mil de ellas fueron prematuras por exposición a este metal. Aproximadamente, 800 millones de niños presentan intoxicación por plomo, lo que deriva en una disminución considerable de coeficiente intelectual y, en muchos casos, en decesos.
En México, las noticias no son alentadoras: 1 de cada 5 niñas y niños de 1 a 4 años que vive en zonas de menos de cien mil habitantes tiene altos niveles de plomo en sangre. Esto significa que el 22 por ciento de la población infantil tiene niveles de intoxicación y el porcentaje va en aumento.
Cifras alarmantes
Con estos antecedentes, es un hecho que, a pesar de la disminución sustancial de los niveles de plomo en sangre, luego de la eliminación gradual de la gasolina con plomo, la exposición continúa siendo un riesgo para la salud mundial.
Derivado de ello, constantemente, se realizan estudios sobre el costo global de la pérdida del coeficiente intelectual y la mortalidad por enfermedades cardiovasculares debido a la exposición a este metal. Los resultados han sido alarmantes.
Más de 5.5 millones de personas adultas (de 25 años o más) fallecieron a causa de enfermedades cardiovasculares, o padecen afectaciones renales crónicas y discapacidades cognitivas tras el contacto con el plomo.
Además, se registró la pérdida de, al menos, 765 millones de puntos de coeficiente intelectual en niños menores de 5 años en todo el mundo durante 2019.
Por si fuera poco, según investigaciones del Banco Mundial, un 95 por ciento de las afecciones tras el contacto con plomo se produjeron en países de ingresos bajos y medianos; ahí, los menores pierden 5.9 puntos de coeficiente intelectual, en promedio, en sus primeros cinco años de existencia.
Además, no hay que perder de vista que las partículas de plomo, que en muchas ocasiones llegan al cuerpo humano desde la etapa prenatal a través de la madre, tienen capacidades neurotóxicas que inciden de manera negativa en el desarrollo de la inteligencia.
También hay un costo económico
Aunado a lo anterior, la mortalidad prematura también tiene un costo de productividad. Una cuarta parte de las personas que se estima que mueren por enfermedades cardiovasculares debido a la exposición al plomo eran menores a 65 años y todavía estaban en edad laboral.
En 2019, el costo de la mortalidad mundial por enfermedades cardiovasculares por exposición al plomo se estima en unos 6 billones de dólares, que equivale a casi el 7 por ciento del PIB mundial.
Pero, ¿dónde está el plomo?
Además de la gasolina, que todavía en algunos países incluye plomo, entre las fuentes primarias de exposición se encuentran algunos tipos de actividad minera, la pintura a base de este metal, un gran número de juguetes y cosméticos, desechos electrónicos, utensilios de cocina y, por supuesto, el mal reciclaje de baterías de plomo y – alerta con ello – hasta algunas especias y alimentos, entre muchos otros artículos con los que diariamente el humano se topa mínimamente una vez al día.
Por eso, se torna tan importante examinar detalladamente la contribución de cada una de estas fuentes en los niveles de plomo en la sangre para analizar su efecto en cada país y sobre todo en los de menos recursos para concientizar sobre este problema de salud pública y tomar acciones que mitiguen de manera paulatina el impacto.
No por nada, expertos del Banco Mundial, investigadores, científicos, médicos, instituciones y organizaciones internacionales se unen cada vez más en la lucha por erradicar malas prácticas que implican la utilización de plomo.
Trabajo arduo y constante
En el caso de Pure Earth, la organización es pionera en crear soluciones para disminuir el envenenamiento por plomo y las acciones en México en ese sentido no son la excepción.
El trabajo realizado, por ejemplo, con los alfareros mexicanos presentándoles otra manera de hacer las cosas y de llevar a cabo sus labores sin afectar su salud y la de los demás es rotundamente continua.
Asimismo, hacer conciencia de la relevancia de cuidar y preservar la salud de las familias y, sobre todo, de las niñas y niños, es un esfuerzo continuo y que, poco a poco, comienza a dar resultados. Sin embargo, la encomienda es diaria, pues todos los días se pueden salvar vidas.