Tengo la impresión de que quienes hablan del nearshoring lo hacen con la convicción de que las inversiones eventualmente llegarán a México. De la misma manera como Vladimir y Estragón esperan a Godot, en la obra de Beckett, con la certeza de Penélope en los versos de Serrat o la fe de Rebeca en la canción de Maná, ‘En el Muelle de San Blas’. Sin embargo, en estos casos, la espera nunca termina, por lo que los comentarios de la canciller Bárcena la semana pasada son aún más relevantes.
El nearshoring fue una de las dos estrategias más usadas por las empresas extranjeras, junto con el China+1 (C+1), para enfrentar las medidas aplicadas por el gobierno de Xi Jinping para contener la pandemia de Covid entre 2020 y 2021, y que ocasionaron serias disrupciones a las cadenas productivas en todo el mundo. Los países más beneficiados por la reubicación de esas empresas fueron Vietnam, gracias en parte a su régimen de tipo de cambio fijo; la India, y su vasta fuerza laboral; Taiwán; Tailandia; Corea del Sur; Bangladesh e incluso Estados Unidos, quienes implementaron diversas medidas para atraer inversión extranjera, reflejándose en que el gasto en la construcción de nuevas facilidades productivas se haya duplicado a partir del último trimestre del 2021, según datos publicados en octubre por la Oficina de Análisis Económico (BEA) de ese país.
Por su parte, C+1 implicó la apertura de nuevas plantas productivas en otros países, sin cerrar las operaciones en China, teniendo como destinos principales Vietnam, Malasia, Tailandia y Corea del Sur. Hay que especificar que las empresas que decidieron dejar China ya lo hicieron, por lo que en estricto sentido, ya no debiéramos hablar de reubicación. Los problemas que enfrentaron a principio de este 2023 las empresas que siguen operando en China por el suministro de energía eléctrica, y la desaceleración de la actividad económica en ese país, no han generado una nueva ola de salidas como hace tres años.
El proteccionismo generado por Trump, y la política comercial de Biden –que ha buscado favorecer la producción en su territorio como la clave para propiciar la recuperación económica de su país después de la pandemia– han cambiado los indicadores para determinar los destinos más atractivos para los capitales estadounidenses, y han influido en las decisiones de los inversionistas europeos y de otros países. Los principales funcionarios del gabinete económico de Biden, las secretarias Yellen y Raimondo y la embajadora Tai, hablan del friendshoring, esto es, que los países receptores de las inversiones de Estados Unidos sean socios confiables y con regímenes políticos y políticas macroeconómicas estables, más allá de tener tratados comerciales.
Hoy en día, los principales parámetros para invertir en un país son si este puede generar alguna disrupción importante a la cadena productiva de esa empresa, si ofrece incentivos fiscales para el desarrollo de nuevas tecnologías, si promueve el uso de fuentes de energía renovables, si cuenta con minerales estratégicos y si al final del día, dichas inversiones ayudan a reducir la dependencia de China. De esta manera, el acceso preferencial a un mercado ya no es el factor principal, y ello se refleja en las negociaciones recientes del USTR y de la Unión Europea con varios países buscando exclusivamente acceso a litio y otros minerales estratégicos alrededor del mundo.
La primera pregunta es si el país de destino de esa inversión se puede considerar un aliado de Estados Unidos o de China. En los últimos quince meses, el gobierno de Biden aprobó la Ley para Reducir la Inflación, la Ley Bipartidista para la Infraestructura y la Ley para la Ciencia y para la Creación de Incentivos para la Producción de Semiconductores que ofrecen varias alternativas para financiar y subsidiar el desarrollo y producción de nuevas tecnologías y fuentes de energías limpias. Al mismo tiempo, ha establecido diversas restricciones para que los capitales de Estados Unidos no ayuden al desarrollo de nuevas tecnologías en China y forzar a que los diferentes gobiernos indiquen a que bloque comercial apoyan, a las que se unió Canadá.
Hoy en día, Estados Unidos y Canadá son los principales competidores de México por atraer nuevas inversiones: en ambos se aplica el T-MEC y cumplen con los parámetros establecidos por el gobierno de Biden. La inversión por parte de nuevas empresas extranjeras es indispensable en México para lograr los objetivos de crecimiento y generar nuevos empleos permanentes.
El autor es consultor en políticas públicas y comercio exterior