Colaborador Invitado

Prevenir para no lamentar

Los grupos de la delincuencia organizada pusieron de cabeza al gobierno del presidente ecuatoriano Daniel Noboa, que no tuvo más remedio que declarar un toque de queda por 60 días.

Lo que ocurrió a principios de esta semana en Ecuador no lo habíamos visto desde que en la década de los noventa Pablo Escobar dejó un rastro de sangre y violencia en Colombia.

Por mucho que en México nos hemos acostumbrado a masacres un día sí y otro también, lo que sucedió en ese país es inédito.

Prácticamente en vivo, atestiguamos el poder de organización, de movilización y de terror que pueden llegar a tener los grupos criminales cuando se han infiltrado en distintos niveles de gobierno, como ocurre en el caso de Ecuador.

Con actos de violencia coordinados y en distintas ciudades que al mismo tiempo tenían amenazas de coches bomba, tiroteos, secuestros de guardias carcelarios y motines en al menos seis centros penitenciarios de Ecuador, los grupos de la delincuencia organizada pusieron de cabeza al gobierno del presidente Daniel Noboa, que no tuvo más remedio que declarar un toque de queda por 60 días.

Lo que vimos en redes sociales y en televisión fue alarmante. Jóvenes de entre 16 y 24 años tomaron por la fuerza una televisora, amenazaron a punta de pistola a periodistas y mandaron un mensaje de terror.

La sociedad se paralizó ante tanto miedo. Las escuelas y comercios cerraron y la gente se refugió en sus hogares. La delincuencia se apoderó de las calles, de los vecindarios, de las ciudades y de un país.

En esta ocasión la anarquía criminal la provocaron las instrucciones de transferir a una cárcel de máxima seguridad a Fabricio Colón Pico, líder de Los Lobos, y a José Adolfo Macías Villamar, jefe de Los Choneros, dos peligrosos grupos criminales ligados al narcotráfico. Eso desató los motines y la violencia. Al final ambos reos se fugaron. El primero se evadió el 8 de enero; el segundo, dejó su celda desde el día anterior.

De acuerdo con analistas, la violencia tiene causas estructurales, como la pobreza y la exclusión, que han dejado a miles de jóvenes en el desamparo. En el caso que revisamos, es innegable que el poder de los grupos criminales se ha dado al cobijo y en colusión con los gobiernos que, desde Rafael Correa, han preferido ignorar un problema y recurrir a estrategias reactivas para apagar el fuego con gasolina.

Basta recordar como muestra de esta corrupción a Jorge Glas —vicepresidente durante los gobiernos de Correa y de Lenín Moreno—, quien presuntamente tenía vínculos con la delincuencia organizada de ese país y estuvo encarcelado cinco años por actos de corrupción.

Y es que no existe crimen organizado sin la participación de delincuentes, actores estatales e incluso entidades de la economía privada, que sirven para facilitar la acumulación de recursos a través del lavado de dinero.

Como en otras partes del mundo, este cáncer comenzó a desarrollarse al amparo de la impunidad y la corrupción, pues no ocurrió de un día para otro.

Pero si sabemos leer bien las causas de esa violencia, también podremos descubrir soluciones para erradicarla. Por ejemplo, los muchachos que encañonaron al personal del noticiario del canal TC Televisión forman parte de un ‘ejército’ de alrededor de 800 mil jóvenes que ni estudian ni trabajan y que fueron reclutados por el crimen organizado en Ecuador. Jóvenes sin alternativas que hallan en la violencia una manera de movilidad social y de poder.

Para resolver las causas que alimentan el crimen en México es necesario desarrollar conjuntamente políticas económicas y políticas sociales, como lo son los programas de desarrollo económico en áreas marginadas.

De igual manera, es crucial fortalecer el sistema judicial y la colaboración regional para combatir la delincuencia. Obligar a las policías municipales y estatales a cumplir con su responsabilidad, tomando como ejemplo los resultados en estados como Yucatán, Querétaro, Coahuila, Hidalgo y Puebla, e implantar de manera inmediata un cambio estructural y estratégico para combatir al crimen organizado y poco a poco recuperar el ambiente de seguridad.

SOTTO VOCE

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