Apremiados por la pandemia de COVID-19, las tensiones comerciales entre las grandes potencias de la economía mundial, China y Estados Unidos, y el trasfondo de la guerra en Ucrania, los agentes financieros y manufactureros que mueven la política y la economía del norte global han diseñado nuevas estrategias para reducir los costos y la fragilidad de sus cadenas de suministros. En este contexto, el nearshoring surge como nueva estrategia para reubicar a las empresas más cerca de las y los consumidores y así reducir los costos de producción y mejorar las condiciones de distribución y venta de sus productos.
En esta coyuntura, el nearshoring se posiciona como una estrategia que, de acuerdo con Gabriel Yorio, subsecretario de Hacienda, permitiría a México atraer empresas y generar inversiones hasta por 20 mil millones de dólares en: componentes electrónicos, semiconductores, baterías, motores, equipo eléctrico o electrónico, fertilizantes, farmacéutica, agroindustria, instrumentos médicos y cinematografía. El nearshoring podría significar, según los expertos (Deloitte, 2023) más de un millón de empleos al año.
Sin duda alguna, es un escenario de grandes oportunidades en el que debemos lograr que esta estrategia se traduzca no solo en crecimiento económico, sino que contribuya a construir condiciones de bienestar y desarrollo para todas las personas. Para que eso suceda tenemos que lograr que estrategias como el nearshoring sirvan como herramientas para resolver problemas estructurales como la escasa participación de las mujeres en la economía formal, los altos índices de informalidad y la brecha salarial entre mujeres y hombres.
Hagamos un breve repaso de lo que sabemos respecto al empleo de las mujeres en México: los datos nos dicen no solo que las mujeres también contribuyen al sostenimiento de las economías de sus hogares, sino que más de un 30 por ciento de estos hogares tienen jefatura femenina (Censo, 2020); que la tasa de empleo formal de las mujeres es la más baja de América Latina; que el empleo informal es preponderantemente femenino; que las mujeres en México tienen cada vez mayor preparación académica, pero que hay menos mujeres en las carreras STEM; que en cifras generales, acaban antes sus estudios y con mejores resultados que sus colegas hombres; y que, aunque quieren emplearse formalmente, lo tienen muy difícil, no solo porque el mercado laboral las discrimina sino porque tienen sobre ellas, en promedio, 38.9 horas semanales de labores de cuidados (ENASIC,2023).
Cuando pensamos en estas oportunidades de empleo hoy, con el orden de género presente, imaginamos trabajo remunerado para los hombres, ¿podríamos pensar que el nearshoring signifique también la potencial incorporación de las mujeres al trabajo remunerado? Lo primero que tenemos que hacer como país es pensar que esto es posible: que tenemos que tomar acciones para que los impactos del crecimiento económico se distribuyan equitativamente entre hombres y mujeres, y que no solo beneficien la empleabilidad de los hombres.
Debemos pensar que se trata de trabajo remunerado formal para hombres y mujeres. ¿Cómo hacer para que medio millón de esos empleos formales, sean ocupados por mujeres? ¿Cómo hacer para no seguir repitiendo el modelo en el que el mercado laboral prima por defecto a los hombres y penaliza a las mujeres?
Tenemos enfrente un desafío para formar profesionales, mujeres y hombres para trabajos con las altas competencias que las empresas necesitan; pero también necesitamos que el talento de las mujeres esté presente en las ciencias y las ingenierías: necesitamos más mujeres ingenieras expertas en IA, en automatización, en internet de las cosas, en big data, en energías renovables, en computación cuántica, semiconductores y trabajando en el futuro de las baterías, entre otros campos.
La distribución justa de los beneficios del crecimiento económico no puede estar a cargo del mercado, necesitamos intervenir con herramientas, estrategias y acciones para que los resultados favorables de la macroeconomía se traduzcan en derechos y satisfactores para todas. Sin duda alguna hemos avanzado mucho en crear contextos habilitadores para que las mujeres puedan participar más y mejor en la economía, herramientas como la Taxonomía de Financiamiento Sostenible de México, la instalación Comité Interinstitucional para la Igualdad de Género en las Entidades Financieras (CIIGEF) y los esfuerzos para articular las bases de un Sistema Nacional de Cuidados son apuestas muy importantes que debemos seguir impulsando.
Tenemos un reto como país y una deuda con las mujeres. El nearshoring puede ser una oportunidad que nos permita responder a ambas. Es el #MomentoMéxico, sin duda, y la Cuarta Transformación puede marcar la diferencia democratizando el crecimiento, reduciendo los obstáculos y cerrando las brechas de desigualdad.