Colaborador Invitado

México 2024: las visas como termómetro de tensiones regionales

La política de visas, un espejo de las tensiones y alianzas en Latinoamérica: Desafíos para México en el umbral de una nueva era.

Mientras Latinoamérica navega por aguas turbulentas de cambio político y tensiones sociales, las políticas de visas emergen como un termómetro que mide la temperatura de las relaciones internacionales y la cohesión regional. Este panorama es especialmente relevante para México, que en octubre de 2024 se prepara para recibir a un nuevo gobierno en medio de un contexto global y regional desafiante.

En los últimos años, hemos sido testigos de cómo la implementación y modificación de los requisitos de visa se convierten en herramientas de diplomacia y estrategia política, reflejando no solo preocupaciones de seguridad sino también intenciones de fortalecer lazos o, por el contrario, señalar distancias. El ejemplo más reciente de Perú imponiendo visa a ciudadanos mexicanos y la apertura de Emiratos Árabes Unidos hacia México son claros indicativos de un mundo en constante reconfiguración.

El caso de Perú refleja una tendencia en la región hacia la reevaluación de las políticas migratorias en respuesta a la dinámica social y política interna, marcando un momento de introspección sobre quiénes son los bienvenidos y bajo qué condiciones. Por otro lado, la eliminación de la visa por parte de Emiratos Árabes para mexicanos destaca un esfuerzo por expandir horizontes, buscando en la diversificación de alianzas una estrategia para el desarrollo económico y turístico.

Para México, la gestión de estas políticas de visas no solo representa un desafío en términos de política exterior sino también una oportunidad para reafirmar su papel en el escenario internacional. En un mundo cada vez más interconectado, la manera en que México aborde estos cambios podría redefinir su influencia en Latinoamérica y más allá.

El próximo gobierno mexicano tiene ante sí el reto de equilibrar intereses nacionales con compromisos internacionales, en un acto de diplomacia finamente calibrado. Deberá decidir si sigue el camino de fortalecer las fronteras y las restricciones como medidas de seguridad y control migratorio o si opta por abrir puertas, buscando en la movilidad internacional un motor para el desarrollo y la integración regional.

Este dilema no es menor. La política de visas, más allá de ser un mero trámite burocrático, es una declaración de principios y una herramienta estratégica que puede fortalecer la cooperación internacional, impulsar el turismo y los intercambios culturales, y promover la economía. Sin embargo, implementada sin una visión amplia, también puede generar tensiones, aislar y frenar oportunidades de crecimiento.

La era post-2024 demandará de México una visión clara y un liderazgo audaz que comprenda la complejidad de las migraciones en el siglo XXI, reconociendo que los muros físicos o burocráticos no detienen el flujo humano sino que lo desvían, a menudo hacia rutas más peligrosas y menos dignas.

Ante este escenario, el diálogo y la cooperación regional serán claves. México puede y debe liderar la conversación sobre políticas migratorias que no solo aborden los síntomas sino las causas profundas de la migración, como la inseguridad, la desigualdad y la falta de oportunidades, promoviendo soluciones sostenibles que beneficien a toda la región.

En resumen, la política de visas es un reflejo de la geopolítica actual, donde los gestos diplomáticos pueden tender puentes o erigir barreras. Para México, el desafío es navegar estas aguas con una brújula que señale hacia la solidaridad, la cooperación y el desarrollo compartido. Solo así, podrá afirmarse como un actor clave en la construcción de un futuro más integrado y justo para Latinoamérica y el mundo.

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